Aunque el cine de Winterbottom ha circulado por lo general entorno a temáticas y géneros de lo más dispares, podría definirse al británico como un cronista de la realidad. Esa faceta más íntima se ha visto reflejada en cintas como la polémica 9 Songs, su incursión en la ‹sci-fi› con Código 46 y, especialmente, la magnífica Wonderland, encontrando incluso cierta continuidad en trabajos como esa sugestiva deconstrucción del thriller pergeñada en Génova que posee rasgos, aunque al pormenor, de esta vertiente más personal que conforma, con total seguridad y junto a sus propuestas más atrevidas —de entre las que destacaría esa joya llamada 24 Hour Party People—, su mejor registro.
Quizá sea ese uno de los motivos por los que Winterbottom haya decidido volver a ese registro, para reencontrarse con un cine que parecía difuminado en los últimos tiempos y que en Everyday reúne a algunos de los pilares de Wonderland, donde se reencuentra con el guionista de aquella (con el que también colaboró en Génova), Laurence Coriat, además de con Shirley Henderson, John Simm y Michael Nyman, el compositor de una de esas ya inolvidables bandas sonoras de finales del pasado siglo.
Con esto, no significa que el el británico vuelva a la fórmula del éxito ni mucho menos, pues aunque tanto Wonderland como Everyday parecen seguir trazados paralelos dentro de ese círculo intimista predispuesto para arropar a sus personajes con dos relatos que, ante todo, resultan cercanos, ambas cintas nos hablan de sentimientos que si bien ya tenían cabida en la primera de ellas, obtienen en Everyday un tratamiento mucho más sencillo y, por ende, tal vez más franco y próximo.
Para lograr ese acercamiento, Everyday fue filmada en distintos fines de semana durante cinco años en los que todos los cambios son perceptibles en unos actores que se entregan ante una historia que en esta ocasión nos lleva a un paisaje rural y obtiene en todos esos pequeños detalles una representación sincera y sentida de todas las vivencias de sus protagonistas; unas vivencias que en ocasiones ni siquiera parecen fruto de un guión o unos diálogos a los que aferrarse, sino más bien del propio trabajo de improvisación de un elenco que entiende a la perfección el relato que les regala Winterbottom y lo empapa con una naturalidad difícil de atisbar generalmente en pantalla.
Con un relato, el de un hombre encarcelado por tráfico de drogas (hecho este que no queda esclarecido del todo, pero se da a intuir en un par de momentos) que deberá iniciar la consecuente relación distanciada con su mujer y sus cuatro hijos, Everyday nos pone ante el periplo vital de una relación, tanto amorosa (en el caso de su mujer) como afectuosa (en el de sus hijos), que sabe encontrar en los entresijos de una narración, como es lógico, fragmentada en distintas etapas cada recoveco de la vulnerable apariencia de un vínculo que en ocasiones parece debilitarse, en especial debido a ese marco en el que Winterbottom emplaza cada encuentro entre sus personajes, y a través del que logra reflejar la ansiedad, la tristeza e incluso la felicidad (del reencuentro, se entiende) de una situación que en muchas ocasiones parece difícil de sustentar.
Una de las escenas que mejor refleja esa dificultad, y que no se sitúa entre las paredes de ese penal, es esa donde la madre de familia, Karen, besa impulsivamente a uno de los habitantes de ese pueblo. Con ello, Winterbottom no pretende crear un conflicto interno en el relato, sino reflejar con acierto la soledad y el peso que debe soportar una mujer que, además de tener que cuidar a sus hijos sola (cuenta, en ocasiones, con la ayuda de una abuela más bien despreocupada), lleva tiempo sin poder sentir el calor de una relación que entre rejas se torna fría por mucho que Ian la intente reavivar con diálogos más íntimos que no parecen lograr mucho más que la incomodidad de Karen.
Con una banda sonora que recuerda en cierto modo a la ya citada Wonderland y sirve de sustento para dar empaque a las secuencias más visuales en lugar de reforzar o enfatizar el contexto de un drama tratado con mucho tacto, Everyday se sirve además de dos interpretaciones mayúsculas tanto de sus protagonistas como del cuarteto de niños que les acompañan, destacando en especial la labor de una Shirley Henderson en cuyo rostro se intuyen las sensaciones que brotan en el interior de esa madre y esposa que se muestra confusa, contradictoria y, en especial, próxima. Acompañada por un John Simm en el que quizá es su primer papel de peso en la gran pantalla, y donde borda la figura de ese padre ansioso por recuperar su vida y, en especial, a su familia, Everyday nos devuelve en cierta medida a ese, como ya había definido, cronista de la realidad y las emociones más tangibles llamado Michael Winterbottom, y lo hace con un trabajo que, con sus más y sus menos, resulta sólido y escenifica notablemente en cada pasaje el interior de un núcleo familiar que bien podría perder en esas circunstancias todo por lo que anteriormente se había luchado, y sin embargo se sustenta gracias a un trabajo que queda, más que nunca, patente en cada pequeño recoveco de esta emotiva, sincera y cercana Everyday.
Larga vida a la nueva carne.