El tío Jess siempre fue un entusiasta adaptador de la obra del Marqués de Sade. De entre todas las historias y a parte de Justine y su hermana Juliette, sin duda la obra literaria que más le fascinó fue la referente al relato corto de Eugénie, si no, no se explica que llegara a plasmar en pantalla hasta tres versiones distinta del relato. Eugénie (o Eugénie de Sade, 1974) es la que he visto yo y según todo el mundo, la mejor de las tres.
Eugénie puede ser la obra del afamado escritor más fácil de digerir para el público, pues se detiene, no sin morbosidad y con cierta fascinación, sobre la creación perfecta de la perversión en una jovencita que abraza el camino amoral y de superioridad de su progenitor, pero que dista de recrearse desde el punto de vista pretendidamente inmoral del autor como en otros relatos (Justine, sin ir más lejos, o esa road movie de putadas, violaciones y torturas sobre una cándida alma que la verdad sea dicho de paso, puede llegar a aburrir al más pintado).
Lo cierto es que el tito Jess ha conseguido captar maravillosamente bien la atmósfera y la idea del relato del Marqués, trasladando la historia a la actualidad del momento en el que se realizó la película.
El inicio es maravilloso, quedando prendido de inicio ante la belleza y sensualidad de la actriz sevillana Soledad Miranda, quien nos es presentada como un animalillo enjaulado, asustado e inocente mientras descubre los cambios de su cuerpo propios de su ya no temprana edad, capturando en silencio (sólo interrumpido por una voz en off que igual se complementa a la perfección con las imágenes como al rato estorba) la incestuosa pasión correspondida con su padre a fuego lento. Sí, lo cierto es que ese inicio lleno de miradas y gestos por parte de la aparente frágil, delicada y bella Eugénie hacía su progenitor, alternando varias veces el punto de vista, está entre lo mejor de la cinta.
Lo que sigue son dos asesinatos hacía otras jóvenes cometidos por la pareja de amantes que disfrutan del juego con una eterna media sonrisa de Eugénie, haciendo partícipe al espectador del baile de seducción y muerte (más del primero que del segundo, todo un acierto). El tío Jess se recrea en el erotismo y pasa rápido por las muertes, consiguiendo que nosotros, seguros en el sofá de casa, disfrutemos como un voyeur de sus idas y venidas y de su amoralidad. No es tan fácil conseguir captar nuestra atención, porque lo cierto es que el guión es simple y sencillo hasta decir basta, pero también nosotros abrazamos entusiasmados el juego y sonreímos maliciosos cuando por ejemplo una sueca haciendo auto-stop cae en la telaraña.
La aparición del personaje que protagoniza el propio director, nos saca de nuestro ensoñación y delirio de superioridad moral, porque lo cierto es que Eugénie puede pasar por la típica historia de redención, como así es su parte final, quizás la menos lograda.
Con esto, la cinta de Jess Franco casi puede hermanarse con ciertos «giallos», donde el mal resultaba fascinante, atractivo y saciaba nuestra sed de sensualidad entre sexo/muerte, para acabar, en la mayoría de los casos, ser vencido finalmente.
Sería erróneo concluir que su director es un degenerado viejo verde, o al menos en esta película, pues el erotismo de la imágenes, ayudadas por una esplendida Miranda que había muerto 4 años antes del estreno y una cámara que nunca huye de mostrarse como una mirilla de la puerta por donde nosotros podemos observar sin que nos pillen. sin ir más lejos, el filme abre con una secuencia cargada de sensualidad entre dos mujeres que sorpresivamente resulta ser uno de las cintas en super 8 con la que la pareja grababa sus juegos y que el personaje de Jess Franco observa en la oscuridad de una sala. Secuencia de obertura tan sencilla como maravillosa, contrastando, como sucede luego en varias ocasiones, lo cálido y pausado de la falsa seducción con la frialdad y rapidez de las muertes.
La última parte de la obra parece rodada a desgana y con prisas por acabar, como si el amor y la redención fueran temas menos importantes para su realizador y un mero trámite para lo anterior mostrado y llegar cuanto antes al fundido final. Una lástima, el metraje se resiente bastante después de los primeros 40-50 minutos.
Técnicamente la película juega con las paletas de colores hasta límites insospechados, con encuadres y zooms muy de la época y de cierto cine de serie B, que en esta ocasión, encajaban perfectamente. La atmósfera inicial seduce y desde luego me he topado con una cámara que se mueve de manera más elegante a lo que esperaba.
Una obra voyeurista que resiste bien el paso del tiempo, sobre la fascinación del mal más que sobre el mal en si, lo que consigue elevarla por encima de otras obras de la época. Para ser mi primera aproximación al controvertido y maldito cineasta, estoy más que satisfecho. No dudo que luego Jess pudiera hacer cine Z y caspa por todas partes, pero Eugénie ha sido un delicioso dulce y todo un descubrimiento. Decidido, tengo que ver mucho más del tío Jess.
Os recomiendo que reviséis la versión de Eugénie de 1970 con Marie Liljedahl, Maria Rohm y Christopher Lee. Una verdadera joya. Esta que criticáis aquí es sin embargo más recordada dada la belleza que encierra su malograda protagonista Soledad Miranda, pero no por ende la mejor de las tres versiones ni muchísimo menos (aunque esto de mejor y peor en la filmografía de Jess es un decir, pues hay de todo).
Desde luego el cine de Jess es todo un hallazgo. Llevo meses viendo su filmografía desde que ví «She Killed In Ecstasy» (1971) y me ha encantado todo lo visto. Ese estigma de director maldito que llevó toda su vida y esa serpenteante carrera a lo largo de mas de ciencuenta años atrae a cualquier cinéfilo, aunque Jess se defendía él solo con sus notables películas siempre tan infravaloradas. Un director único en su especie.
Tomamos buena nota de tu comentario. Yo estoy encantando con está versión, he de decir que iba sin mucho entusiasmo, pero me ha sorprendido gratamente.
Intentaré ver las otras dos versiones, pero ahora me cuesta quitarme de encima los ojos de Miranda y pensar que puedan ser siquiera igualados. También veré más del bueno del tito Jess, porque aquí había detalles cojonudos que me han hecho disfrutar como un enano. ¿Alguna recomendación?
Hay mucho que merece la pena. Para comprender a Jess desde luego hay que salir de su propia filmografía, hay que ver «El Extraño Viaje» de Fernando Fernán-Gómez. Franco era ante todo un gran actor y esta película le abrió muchas oportunidades. Luego él mismo dirigiría a Fernando en la estupenda cine-negro «Rififí en la Ciudad» (película que le sirvió para sorprender a Orson Welles que por aquel entonces buscaba ayudantes para «Campanadas a Medianoche»).
Si quieres ver otra cara de Jess, la de la comedia femenina, os recomiendo el descacharrante díptico «Bésame, monstruo» y «El Caso de las Dos Bellezas» con Rosanna Yanni y Janine Reynaud (protagonista de la mítica Necronomicón del 67, que le abrió las puertas del mercado estadounidense a Franco con las adaptaciones de Fu-Manchú), parodia de las películas de James Bond con unos cameos de Jess divertidísimos.
En la línea de «La Mansión de Los Muertos Vivientes», os recomiendo encarecidamente «Venus In Furs», una de las películas de las que el propio Jess consideraba favorita de su filmografía. El tono es muy barroco y onírico, un thriller cerebral erótico. Kinski está espectacular. Esta película indudablemente influenció a David Lynch con su «Lost Highway», pues comparten que el protagonista es un trompetista de jazz y esa estructura narrativa elíptica.
A mí personalmente me gusta mucho «El Diablo que vino de Akasawa» porque sí, porque Franco es el maestro indiscutible de las películas euro-spy de aventuras en la selva y porque además en ésta Soledad Miranda está increible con uno de sus mejores desnudos eróticos.
Hay tanto por ver. Yo me he propuesto seriamente ver toda su filmografía pero me queda muchísimo.