El 13 de abril, con ocasión de la presentación y estreno en España de la película La familia Bélier (el 24 de abril), el director francés Eric Lartigau se pasó por Madrid y dedicó la mitad del día a ser entrevistado para diversos medios de comunicación. En estos términos, se presentó Cine maldito, en la que iba a ser la última entrevista del día, junto con otros dos compañeros de los medios Excelente y Revista Actores. Los cuatro, acompañados por una intérprete, llevamos a cabo una mesa redonda de heterogéneas cuestiones que, tras más de 30 minutos, se acabaría convirtiendo sobre todo en una distendida y, en cierto modo, amistosa conversación que intentaré transcribir de la forma más clara posible.
¿Por qué esta película me recuerda a Los chicos del coro?
Porque se canta [risas].
¿Es como una fórmula de éxito?
No, no. Puedo citarte muchísimas películas donde hay música y películas a las que han ido dos espectadores desde Los chicos del coro. Las recetas nadie las conoce. Nadie sabe la receta del éxito… si la tienes, eres el hombre más rico del mundo. Ibas a tener a todo el planeta llamándote para que se la dieras.
¿Quién ha copiado el estilismo del director del coro? ¿Tú o le has puesto tú el pañuelo? [Nota: Lartigau vestía un pañuelo al cuello].
Es al contrario. Soy yo, soy yo, que le presté los fulares [risas].
¿Ha sido difícil trabajar con actores sordos? ¿Eran actores sordos de verdad? ¿Eran sordomudos? Estoy haciendo un reportaje sobre el mundo de los sordomudos.
Los padres, François [Damiens] y Karin [Viard], no son sordos; el hermano pequeño sí que es sordo, y el personaje que se llama Rossigneux, del pueblo, el que es un poco raro…
¿El traductor?
Sí. Él tiene discapacidad auditiva. Es prácticamente sordo, pero tiene un aparato para oír mejor.
Karin, François y Louane aprendieron con un profesor genial, que se llama Alexeï Coïca, que es sordo y que le daba clases 4 horas al día durante 8 meses, para asimilar los diálogos y la actitud que puede tener un sordo con respecto a una situación.
¿Y por qué no has utilizado actores sordos? ¿Porque es más difícil?
No, no porque sea más difícil. Cuando estoy escribiendo un personaje —y aquí ya he retomado un guión que ya existía, o una versión en la que los personajes ya existían—, en cuanto empiezo a escribir, tengo el rostro de un actor en la cabeza, siempre. Aquí vi inmediatamente a Karin y a François; y es lo propio, ¿no?, de un actor, meterte en la identidad de cualquier personaje, luego es una decisión puramente artística. El hecho es que no quería hacer un documental sobre los sordos, quería contar una historia, la historia de esta chica, que tiene padres particulares, diferentes, y un hermano diferente y singular. Pero eso es todo.
En este sentido, ¿la película nace a partir de la familia sorda? ¿De la música? ¿Cómo surge la película?
El punto de partida es Victoria [Bedos], quería contar la historia de una adolescente, su vida de adolescente. Y luego se inspiró en la ayudante de su padre, que es como Paula en la película, que era la única que oía en una familia de sordos. Mezclo las dos cosas y el canto, porque le daban clase de canto también en esa época. Lo he mezclado todo.
¿Cuál ha sido la reacción de los espectadores sordos? A pesar de que no has hecho una película sobre el mundo de los sordomudos, pero, de repente, ha visualizado una manera de ser, o como dicen ellos: una identidad, que no es muy habitual en el cine.
Sí, el 92% —vamos a decir— estaba súper contento, todos muy positivos con sus comentarios. En Francia, he visitado 80 ciudades con proyecciones para sordos y personas con discapacidad auditiva, porque los subtítulos no son los mismos. Tienen indicaciones en la imagen que nosotros no tenemos, por ejemplo: “se oye un portazo”, “entra la música”, “música suave”. Tienen que tener subtítulos específicos que se suman a los nuestros.
Hicimos proyecciones para sordos y personas con discapacidad auditiva y el 98% reaccionaba diciendo que estaba muy contento porque de repente hubiera una ventana entre el mundo de los sordos y el nuestro, el de los orejones. Y el 2% restante criticaba el hecho de que no fueran actores sordos. Luego, cuando les explicaba, decían: bueno, es loable, porque es una decisión artística. Un joven que oía, que tenía 25 años, vino con dos amigos a la sala de los sordos y decía: si no hubiera sido François Damiens el actor, nunca hubiera venido a ver la película, sin embargo he venido a ver una proyección para sordos hoy y he aprendido muchísimas cosas, de repente. Y otros decían: François Damiens y Karin Viard —la película aún no se había estrenado— nos representan bien y tú como director tienes una mirada positiva sobre nuestra condición. Por tanto, se sintieron bien mirados. Luego hay críticas de la película, hay gente a la que no le gusta, hay gente a la que le gusta. Una película es así, es una propuesta.
¿Y cómo valoras ese éxito en tu trabajo final?
El éxito es extraño. Es una patata caliente. ¿Por qué?, para empezar. Hay otras películas maravillosas que no tienen ningún espectador, que no tienen éxito. Entonces, no se debe a nada, es muy frágil; un éxito y no sabemos por qué. En un momento dado, una película funciona o el público va a estar motivado para entrar en las salas…
[La familia Bélier] es una historia, yo creo, que va a gustar. Vemos que ya no es el casting lo que funciona hoy en día, es la historia. Y aparentemente esta historia les hablaba, les transmitía, les decía algo.
¿Hay en el cine francés una moda con la gente muda? Porque acaba de salir La historia de Marie Heurtin, que sí está centrada en este mundo. ¿Crees que va a haber un millón de películas de repente?
Es pura casualidad. No hablamos. Estrenamos a la vez, pero no habíamos hablado entre nosotros, yo no sabía que él [Jean-Pierre Améris] la había rodado, él tampoco sabía que yo había rodado una película con sordos. Pero había una tercera película, ¿polaca?, que se llama The Tribe [Ucrania], con el concepto de que sólo estamos con adolescentes sordos, en un mundo de barrio marginal muy duro. Es de una violencia increíble y no hay ningún subtítulo.
Los padres ya habían hecho de matrimonio, son actores veteranos. Los dos jóvenes eran novatos. La chica creo que ganó el programa La voz —que ganó o quedó de las finalistas—. Es muy buena actriz, y eso que debutaba. ¿Hasta qué punto es como vivir su vida? Como que ella ha pasado lo mismo, ganó el programa de televisión y ahora esta película de éxito. Es como paralelo, ¿no?
Llegó hasta los cuartos de final. Seis meses antes de que yo la viera en la TV, en La voz, estaba en el norte de Francia, en una ciudad pequeña, con sus padres, era estudiante, una vida normal. Y de repente, entró en una vorágine increíble, al entrar en La voz.
Durante La voz, contacto con ella y le hago leer este proyecto. Luego la elijo, el día siguiente a que le echaran del programa. Habíamos quedado ya para comer un domingo. Daba igual que ganara o no, no era problema mío. Yo tenía que poner un poco los puntos sobre las íes. Decirle: Louane, ¿eres consciente del papel que hay que hacer en esta película? Tienes que aprender el lenguaje de signos, vas a tener que cantar (pero eso es más fácil) y sobre todo interpretar. Me dijo: Sí, sí, sí. – ¿Te sigue entusiasmando?, le dije. Pues ya está, eres tú. Ella me dijo: ¿acabas de decirme que soy la protagonista de tu película? Ni siquiera he tenido tiempo de asimilar el fracaso de la víspera, y no tengo tiempo para estar triste, porque ya me estás proponiendo otra cosa [risas].
Y esta película de 7 millones de espectadores, se coloca, más o menos, a la misma altura que Intocable, ¿no?
¡No! Intocable tuvo 30 millones.
¿En toda Europa?
En Francia hicieron 15 millones, creo. O 10.
En todo caso, el cine francés está teniendo una fuerza enorme en Europa y parece ser que está empujando a favor del cine europeo, en contra de los americanos. ¿Crees que habrá un cine europeo cada vez más fuerte? ¿O es una batalla imposible?
¿Tenemos que considerarlo una batalla? [risas].
Bueno, con respecto a la creación de empleo y al dinerito que se queda en nuestra tierra… sí es una batalla.
Sí, pero al mismo tiempo, esta gran maquinaria americana drena mucho dinero y permite vivir en Estados Unidos a películas más independientes. Hay muchos realizadores jóvenes americanos que lograron hacer películas independientes gracias a esta maquinaria enorme.
Luego, en Europa, ellos tienen tal experiencia y conocimientos… te das cuenta de que todos los blockbusters americanos ahora son de superhéroes, Marvel… Es lo que produce más dinero. Nuestro cine europeo es más rico en el alma humana, por decirlo así.
Es la primera vez que escucho a un director francés que no defiende a muerte el cine francés.
Lo defiendo, pero todo puede existir; el cine español, italiano…
Uno de los temas que tocas es el de la adolescencia, ese momento tan jodido. Son una familia que la tiene que dejar ir. Es jodido eso, ¿no?
Es la tercera película que hago sobre la familia. Desde ángulos muy distintos (me gusta mucho). Había una que era sobre la comedia pura, otro que era una película dramática. Y esta que también podría ser dramática.
Rompe la unidad familiar. Es muy duro.
Y luego lo que me interesaba es el punto de vista del adolescente. Ese lado torpe, ese tener miedo de todo, te sientes culpable por todo, estás un poco paranoico. Es un periodo transitorio muy frágil.
¿Cómo preparaste las escenas en las que no se habla? Me parecieron las que más ritmo tenían.
Era bastante complicado para filmar a los sordos, porque implicaba planos muy precisos, se tenían que ver bien los signos en la imagen, y al mismo tiempo, había un problema de ritmo también, porque en el tiempo de traducir -que Paula traduzca- y que ellos hicieran signos había un desfase, un decalaje. Porque la sintaxis no es la misma en lenguaje de signos que en el lenguaje francés, por tanto, a veces hay que esperar 10 signos antes de poder traducir. Por tanto, el ritmo era un rompecabezas, hubo que trabajar y anticiparnos a todos los problemas que pudieran aparecer… y funcionó bastante bien, fue bastante bien.
Uno de los momentos álgidos es cuando los dos van a cantar en la escuela y tú lo dejas en silencio. A mí me ha gustado mucho, me pareció muy inteligente por parte del director, pero ¿cómo lo ha vivido otra parte del público? ¿Le ha parecido bien que de repente la canción se quede sin sonido y pases a ser un sordo?
No te puedes poner en el lugar de un sordo, es imposible, pero quería que a nosotros, como oyentes, se nos privara en un momento dado de este acceso, y ver hasta qué punto el foso que nos separa es terrible, cuando no tienes esa emoción, cuando no tienes la posibilidad de tener esa emoción. Para mí, por ejemplo, la música es algo primordial en la vida, si me quitaran la música me volvería loco.
Siempre te puedes poner unos bafles de esos enormes…
Música techno, ¿no? Ellos pueden sentirla con el techno, porque sienten las vibraciones, los infrabajos y pueden bailar; los sordos bailan. Pero quería sólo intentar mostrarnos a nosotros, los orejones, qué ocurre.
En relación a la música, ¿cómo decides que se cante sólo repertorio de Michel Sardou? Es decir, para el final es perfecto, pero para el resto de momentos del coro podría haber sido cualquier otro artista.
Con Michel Sardou partimos de la canción Je Vole (Vuelo), que realmente cuenta la historia de Paula, que es el calco de su trayecto. No conseguíamos encontrar otras canciones que fueran tan afines a nuestra historia. Con el resto del repertorio pensé: Vamos a quedarnos con Michel Sardou, ya que es un cantante francés muy popular de los años 70/80, bastante criticado con Les Lacs du Connemara —se le ha criticado por muchas cosas—, por sus ideas políticas —tenía ideas un poco comprometidas—, pero que cuando escuché al coro, en el primer ensayo, cantando las otras canciones de Michel Sardou, me impresionó, porque volvía a oír el texto de una manera totalmente distinta. Porque textos bastante duros, de un cantante un poco rudo, cantados por adolescentes tienen otro efecto.
¿Vas a volver a hacer otra película con sordos?
Es posible, sí. Hay que encontrar la historia correcta. Es un mundo que siempre me ha fascinado. Conocía un poco, tengo una prima hermana que es sorda. Además, vivía al lado de un teatro en París muy conocido, que lleva Emmanuelle Laborit, la estrella de las actrices sordas en Francia, y les observaba muchísimo. Me gusta mucho. Trabajando en el guión, me parece interesante ver ese lado franco, rudo, de los sordos, que son mucho más directos, no tienen filtro. Es genial. Es un aspecto muy interesante porque avanzas en la historia y en la relación humana.
El lenguaje es un impedimento, ¿no?
Es verdad. Es curioso.
En España, cuando un participante de algún programa televisivo tipo The Voice protagoniza una película, tanto el actor como la película son vilipendiados por la crítica y el público. ¿Existe esta percepción también en Francia? ¿Cómo se enfrentaba a este reto con su actriz protagonista, de ser así?
No, no. Es un programa de telerrealidad que se critica como cualquier otro de ese tipo, pero lo que desprendía Louane creo que también tiene que ver con la personalidad. Por ejemplo, al ganador de La voz de este año te apetece darle un tortazo [risas]. Es súper arrogante, pretencioso… si le veo en una película, no voy a ver la película, no me interesa en absoluto. Pero Louane tiene algo solar, para mí, es muy inteligente, muy viva, muy lista y muy torpe al mismo tiempo. Eso es muy emocionante y emotivo; para mí tiene un lado humano muy importante y una emoción en su voz —o al menos yo la siento al escucharla—, pero ella no es consciente, o es consciente y no lo trabaja. Sabe que provoca una emoción en los demás, porque lo ve y lo constata, pero no juega con ello.
De todas maneras, yo creo que a esta chica le habrá salido trabajo, ¿no?
Sí, le está saliendo, tanto de actriz, como de cantante. Ha sacado un disco que está siendo un exitazo, es tercero en la lista de más vendidos.
¿Y crees que esa doble vertiente de saber actuar y cantar tiene que ver con que el cine francés triunfe tanto dentro como fuera de sus fronteras?
En general, suele ser puntual. Es más normal ser actor y saber cantar que ser cantante y saber actuar. En cualquier caso, mira a los actores americanos, tienen mucha curiosidad, al menos. Saben cantar, bailar —y cuando digo bailar, no es moverse un poco, es bailar— superbién; son bilingües, trilingües, hacen deporte, hacen bien mil cosas. Nosotros en Francia, en Europa, somos unos vagos. A los actores les dices que corran de aquí a allí y te dicen “estoy muerto, ¿eh?, lo hacemos una vez y se acabó”.
Es que los cantantes se dedican a cantar, interpretar es todo un trabajo…
Te lo confirmo. Trabajar con esta niña ha sido remar y remar. Ser el artista total no es fácil.
Pero hasta Catherine Deneuve ha cantado…
Sí. La gente me preguntaba por qué Catherine Deneuve sigue actuando. Yo la conozco personalmente, viene a menudo a casa a comer y veo cómo es. Tiene una curiosidad por la vida increíble, una apertura de mente increíble. Se interesa por todo, tiene una pila de los últimos discos, va una vez al día al cine. Es una locura, y por eso sigue trabajando, porque es curiosa, porque tiene curiosidad. Sigue buscando siempre y no tiene una opinión definitiva. Es una artista.
¿Sabes si la comunidad sordomuda tiene que aprender lengua de signos o es optativo?
Depende, no hay reglas. En general, saben leer los labios, pero hay una parte de la comunidad sorda que no quiere hacer el esfuerzo, que dicen que el esfuerzo lo tienen que hacer los demás. Es un punto de vista.
Una cuestión un poco más anecdótica: Me quedé con ganas de saber qué pasaría. ¿La familia Bélier acabará presentándose a las elecciones? ¿Tienen posibilidades de ganar después de todo?
[Risas] Van a seguir, claro.
¿El título en Francia es diferente?
No, no, es el mismo. Yo odiaba ese título, busqué durante mucho tiempo otro, hice propuestas y me dijeron a todas que no. El distribuidor me dijo “no”, pero como me dejó hacer la película que quería, dije: el título me da igual, si estáis todos contra mí, no importa [risas]. Estábamos en una mesa de 25 personas y les dije que tenía un título, una propuesta, y allí estaban todos escuchándome. El título es “Ruido, ruido”. Algunos empezaron a mirar al suelo, a otros se les notaba súper incómodos y el distribuidor —el jefe de la mesa y también co-productor— me puso una cara que dije: vale, da igual [risas].
¿Y por qué has dedicado tanto interés a la familia?
Porque la familia para mí es un tema que sirve para hablar de todo, de amor, de desgarro, de gritos, de perversidad. Puede haber de todo dentro de una familia, en función del ángulo desde el que la mires, puedes ver atrocidades. Tengo el recuerdo, por ejemplo, de una película que se llama Festen, que era terrible, trágica, sobre una familia horrible, una tensión dramática atroz, psicológica, demencial. Toda la trama, toda la perversidad de una persona, tenía eco en toda la habitación y en la sala. Es interesante. Además, todos los ejes que tiene, porque una familia puede ser una pareja solamente, con hijo, sin hijos, divorciados, de hombres. Hay mil combinaciones posibles y mil facetas que se pueden observar, que son siempre interesantes.
Pero siempre tiendes a la comedia.
Sí, pero me gustan los dos géneros. La próxima no creo que sea una comedia. Ya veremos [risas].
¿Conoces a Carlos Saura? Él toca mucho el tema de la familia.
Sí. Él también tiene una mirada oscura de la familia. No diría lado oscuro, pero es muy dramática y súper interesante.
Por último, una pregunta en relación con la temática de nuestra página web, dedicada al cine más desconocido o menos publicitado. ¿Nos podrías recomendar alguna película desconocida que te guste mucho?
Actualmente, no he ido al cine. Por la promoción de esta película (por la promoción de esta puta película de La familia Bélier) [risas] no he podido ir al cine. He visto Las tortugas Ninja con mi hijo. Me dormí durante toda la película por mi hijo de 7 años… ¡Le cogí una manía al niño! [risas].