Ante el inminente estreno en España de Mandarinas, película que retrata de manera muy particular el conflicto que se produjo entre Georgia y Rusia por la región de Abjasia a comienzos de los 90, el director georgiano Zaza Urushadze ha pasado por la embajada de su país en Madrid para participar en una mesa redonda con Cine Maldito y nuestros compañeros de Cinemaadhoc, Farrucini, Revista Tarántula y Tierra Filme y así charlar sobre su alabada obra.
Me ha llamado la escasez de movimientos de cámara. ¿Era una forma de representar cómo las vidas se detenían por el conflicto?
No, no estoy de acuerdo, simplemente hay episodios donde es necesario realizar movimientos de cámara y otros en los que no hace falta. Únicamente depende de la situación.
Enlazando con esta cuestión, contrasta esa escasez de movimientos con lo que sucede al comienzo de la película, donde hay muchos barridos de cámara. ¿A qué es debido?
Tal y como he dicho, eso se produce dependiendo de la situación, del carácter de la escena. En algunos lugares tuvimos que grabar con cámara de mano; en otros, con otro tipo de aparato. Incluso, en una de las escenas de la cocina, empleamos un movimiento más lento. No he hecho la película pensando como la vería la gente, sino cómo la veo yo, y dependiendo del contexto opté por un recurso u otro.
¿Por qué retratar una guerra desde una perspectiva tan íntima, algo tan grande en un entorno tan pequeño?
Se ha hecho más interesante la película, porque diferentes personas se encontraban en un sitio donde no debían estar, en un momento en el que no debían estar. En ese entorno pequeño se ve más la humanidad de la gente, y la tragedia dentro de esa humanidad.
El protagonista reconoce en un momento de la película que su familia lleva más de 100 años en Abjasia, el checheno es un hombre que no habla ni su lengua… Hay un punto de la película en el que parece que la etnia es como una simple etiqueta y lo que importa realmente son las raíces, ¿no?
Ambas cosas son importantes, realmente no sabría cuál de las dos predomina. Pero sí sé que es muy importante la religión y el entorno en el que uno vive. El mensaje principal que pretendía dar es que estas tradiciones son algo bastante común entre las personas, y que lo primordial es la humanidad, que es algo que no se distingue por la religión o por el entorno. Georgia es un país muy pequeño y siempre hemos luchado por nuestra identidad, teniendo bastantes guerras con nuestros vecinos, como esta de Abjasia a comienzos de los 90 o la más reciente de Osetia del Sur en 2008. En el período moderno hemos perdido estos territorios, pero aún con todo esto en la cabeza, la película no tiene mensajes políticos; simplemente quiero decir que la vida es corta y tenemos que ser ante todo humanos, sin preocuparnos por la política.
En una década como la actual, donde asistimos a un conflicto entre ucranianos y prorrusos, el Estado Islámico está en auge, hay guerra en países como Siria… ¿Crees que este concepto de tolerancia y perdón del que habla en la película realmente se puede universalizar? Es decir, ese concepto de humanidad que se muestra como innato al hombre, ¿no tiene restricciones a nivel cultural y/o religioso?
Tal y como hemos visto al proyectar la película en diferentes partes del mundo, la idea de la obra no es local, sino bastante universal. No quiero ser pretencioso y decir que puede cambiar el pensamiento mundial, pero sí puede influir en personas concretas al tomar ciertas decisiones.
Uno de los aspectos que más me han interesado de la película es la manera en la que surgen momentos de espontaneidad y cotidianeidad. ¿Crees que las personas son capaces de adaptarse a cualquier contexto? ¿Esa capacidad de salir adelante en momentos como una guerra hace realmente que aceptemos como normal la existencia de tales conflictos? Es decir, ¿es algo bueno vivir con normalidad cuando los tiempos se vuelven difíciles?
En estas situaciones normalmente se crea el mecanismo de la defensa propia, el instinto de supervivencia. Algunas personas toman esto de manera más agresiva, lo cual tiene consecuencias más inadecuadas, pero aquí no se enfoca solamente la cuestión de sobrevivir de manera física, sino especialmente de manera moral.
Planteas algo de forma general, pero quizá a los dirigentes les convendría vivir una situación similar, que pasaran juntos un fin de semana ¿no? No sé si estarás de acuerdo, pero una de las causas de los conflictos es que realmente no nos conocemos aunque vivamos en un mismo país.
No sería mala idea que esos dirigentes que pueden tomar grandes decisiones se encontraran de vez en cuando. Tomar algo juntos lo mismo les haría cambiar su actitud. También me gustaría que, si tuvieran la posibilidad, vieran este tipo de películas.
Aunque no es demasiado conocido, se están haciendo cosas interesantes en el cine georgiano como Blind Dates o I’m Beso. Por tanto, me gustaría que me hablaras un poco de ello y si este cine tiene algo en común acerca de los conflictos de los que has comentado, sin olvidar la nominación al Oscar que ha cosechado tu película y que también puede ser una muestra de que el cine en Georgia está despuntando. ¿No te parece?
El cine georgiano tiene más de cien años de historia. Aunque aquí en España no sea conocido, tiene mucha tradición y se han hecho grandes películas. Hubo un período de 10-15 años, más o menos desde principios de los 90 hasta mediados de la anterior década, en el que hubo grandes cambios. Era la época posterior a la URSS y existía un problema de financiación más grave del que hay ahora. En los últimos años ha llegado una oleada de películas buenas, tenemos la oportunidad de hacer cine y eso se deja notar en los diferentes festivales. Por supuesto, también es muy importante estar presente en los Oscar y los Globos de Oro, tanto para Georgia como para Estonia; no olvidemos que es una coproducción. Se puede decir que es una realidad este nuevo empuje al cine georgiano.
¿Qué películas que, como Mandarinas, analizan la otra cara de la guerra, has tomado como referencia?
Ninguna película ha influido de manera concreta, pero sí que hay algunos directores que me han empujado a crear esta película. Y uno de ellos es Almodóvar.
¿Y no han sido influencia John Boorman con Infierno en el Pacífico o Danis Tanovic con En tierra de nadie?
Ah, En tierra de nadie. Esa película ganó el Oscar hace unos años, ¿no?
En efecto, así fue. Lo comento porque trata algo parecido a lo que desarrollas en Mandarinas.
Realmente en Hollywood han referenciado diferentes textos sobre ella, pero no sé de dónde has sacado esta película (Risas).
Mandarinas es una película con una carga actoral muy fuerte. Me gustaría saber cómo fue ese proceso de selección y el trabajo de los actores, los cuales tienen mucha experiencia teatral. ¿Cómo planteaste el trabajo con ellos y cómo desarrollásteis sus personajes?
Es muy difícil ocultar una “mentira” dentro de la película como es el teatro, donde se actúa excesivamente la situación. Aquí quería enfocarlo desde un punto de vista más real. A diferencia del teatro, en la industria del cine todos los actores tienen que saber exactamente cada movimiento y entonación, la voz concreta para situaciones concretas, existe menos improvisación. Es importante que los actores hagan lo que dice el director, ya que éste es el único que tiene la perspectiva general sobre la película. Y así ha sido en Mandarinas: los actores hicieron lo que les decía.
¿Y cómo les ayudabas a conseguirlo?
Como he dicho, había menos improvisación. Pedía hacer ciertas cosas y las ejercitábamos fuera de cámara, repitiéndolo muchas veces.