Secaderos, el debut de Rocío Mesa en el largometraje de ficción, es una fábula que, vestida con el traje del realismo mágico, retrata la Andalucía rural, sus gentes, sus formas de vida y sus ritos, sin juicios ni valoraciones morales, al mismo tiempo que filma el proceso de formación de la personalidad de unas protagonistas que, a pesar de pertenecer a generaciones diferentes y de venir de contextos sociales prácticamente opuestos, comparten el amor por la Vega de Granada y la necesidad de comulgar con sus familias y sus circunstancias para poder sentirse libres. La película, que participó en la pasada edición del festival de San Sebastián, se estrena en cines el dos de junio. Entrevistamos a su directora y a Ada Mar Lupiáñez, una de sus protagonistas.
Rubén Téllez Brotóns: Lo primero de todo, enhorabuena por la película. Sobre el realismo mágico de la película seguro que ya os han preguntado mucho, pero ¿cuáles han sido los referentes, tanto a nivel de puesta en escena como actoral?
Rocío Mesa: Sin duda la literatura, la novela gráfica y el cine han estado muy presentes en cuanto a referentes. Pero veo más de la realidad que del arte en lo referente al realismo mágico, porque yo crecí en la Vega de Granada, y cuando yo era niña y veía esos secaderos de tabaco que pueblan el paisaje, que están por todas partes en esa zona y que son estructuras arquitectónicas mucho más grandes que una casa, y que, al estar hechas de madera, parecían cabañas que a mí se me antojaban como guaridas de criaturas mágicas. Entonces es una idea que ha crecido en mí y que ha existido en mí desde mi infancia. Y ella —Ada Mar— puede contar cómo fue trabajar con la criatura mágica. Porque lo que tiene de peculiar es que decidimos hacerla con efectos prácticos, en vez de digitales. Por eso para los actores ha sido muy especial.
Ada Mar Lupiáñez: Todo era real y por eso era muy fácil entrar en la emoción. No tenías que actuar realmente, porque ya veías la criatura y todo se te venía para dentro.
R.T.B.: ¿No ha supuesto una dificultad extra el hecho de trabajar con un monstruo?
R.M.: Bueno, sí, ha supuesto muchísimas dificultades. Para empezar, presupuestariamente esto habría sido imposible si no hubiésemos trabajado con David Martí y Montse Ribé, que son los mejores en estos, ganaron el Óscar por El laberinto del fauno. Lo que ha hecho este milagro posible es que ellos entraron en la película con productores asociados porque se enamoraron del guion y de “La Nico”, que es como nosotros llamamos al monstruo. Ese fue el primer milagro. Diseñarla, por otro lado, ha sido un trabajo de muchos meses. Gracias a la pandemia tuvimos más tiempo para hacer el diseño, que es una obra artesanal hecha hoja a hoja, con una cabeza animatrónica. David Martí, el propio diseñador, está dentro, es el actor que la mueve. Estaba tan enamorado de esta criatura que decidió participar como actor en el rodaje. Construirla fue un proceso increíble. Y cuando llegamos al set, que nosotros teníamos un set muy pequeñito porque teníamos muy poco presupuesto, montar la criatura ya nos quitaba bastante tiempo. Y ya se sabe que en el cine el tiempo es oro, así que sí, ha nivel de producción ha sido un reto, pero el mejor de los retos. Ojalá todos los retos fueran así.
R.T.B.: El monstruo es la propia naturaleza antropomorfizada que llora por su propia muerte.
RM: Estoy de acuerdo con tu interpretación, pero sí que me gusta dejarla un poco en abierto para que, así, todas las personas que vean la película puedan conectar con esa criatura de forma diferente, de la misma manera que la propia criatura actúa como espejo para los distintos personajes de la película y para cada uno de ellos es la llave que activa diferentes cosas.
A.M.L.: Para mí era el darme cuenta de lo que quizá estaba perdiendo mi personaje. Durante toda la película no le daba tanta importancia hasta que le dio el golpe de realidad y entonces ya podía ver a esa criatura y ya podía darse cuenta de lo que significaba para ella todo eso que sí que estaba dentro de ella y sí que lo quería, pero lo estaba rechazando, porque quería otras cosas en ese momento.
R.M.: Esa criatura es la energía colectiva de una generación de agricultores que sufrieron mucho en la Vega de Granada después de la desaparición del cultivo de tabaco, que era un monocultivo en la zona. El monstruo interactúa con estos personajes desvelándoles a cada uno, como bien dice Ada, cosas que estaban en su interior y que a veces, como nos pasa a todos, les hacía falta un poco de ayuda mágica para poder verlas.
R.T.B.: El monstruo, como la música, ejerce de elemento conciliador entre las diferentes generaciones. Hablo sobre todo de la escena en la que la protagonista baila con su hermana y con su madre.
A.M.L.: La verdad es que me acabo de dar cuenta. Pero sí, siempre había música. La clave del personaje es darse cuenta de que sus padres están ahí, aunque ella esté en su mundo de depresión, de no querer estar ahí y que le impide darse cuenta del regalo que le da la vida.
R.M.: A mí también me gusta mucho esa escena de la que hablas, porque une a esas diferentes generaciones, su madre, su hermana pequeña y ella bailando con una música muy actual; ‹trap› de una artista andaluza que se llama María Sioke. Es un tipo de música que escucharía una adolescente, pero a través de ese canal ella crea un momento de vínculo con su hermana pequeña y con su madre que, en su realidad más rutinaria, llena de problemas del día a día, no encuentra. La música es un elemento muy importante de la peli. La banda sonora está hecha por Paloma Rubia y está compuesta por una música ‹ambient›, muy orgánica, muy conectada con la naturaleza, que ella construyó con una sabiduría y una magia que justo yo tenía en la cabeza. Trabajar con ella ha sido increíble. Y todas las canciones que no forman parte de la banda sonora original son canciones andaluzas conectadas con los diferentes personajes. Para los abuelos hay coplas, para las adolescentes hay ‹trap› y ‹reggaeton›. Todo muy granadino y muy andaluz.
R.T.B.: A la hora de filmar los ritos de la gente joven y de los adultos, lo haces a través de una yuxtaposición que no busca contraponerlos, sino filmarlos sin enfrentarlos.
R.M.: Es que esa es la España rural, y yo, que soy de pueblo, lo he vivido. Tú vas el domingo a misa y ese mismo domingo sales con tus amigas y te vas de rave. Como yo lo he vivido en primera persona, no me ha costado nada escribirlo. Lo importante es que Secaderos es una película que no busca juzgar, no hace juicios sobre si los pueblos son mejores o peores o lo rural es positivo o negativo, sino que muestra una realidad con todas sus aristas, donde tú puedes elegir y donde todos los personajes están viviendo unas realidades que les pertenecen y que no son ni mejores ni peores que las de los otros personajes.
A.M.L.: Siempre está esto de irte a las afueras del pueblo del botellón y luego, por las mañanas, tener que ayudar en el campo o ir a la escuela. Para mí todo era real, familiar, todo lo había vivido.
R.T.B.: ¿Cómo estáis viendo este boom de películas españolas que hablan del campo, estas nuevas voces de directores y actores que cuentan historias que siempre han existido, siempre han estado ahí, pero nunca se han podido contar hasta ahora?
R.M.: A mí me parece un fenómeno muy bonito y muy mágico el hecho de que cada uno por nuestro lado hayamos estado rodando películas al mismo tiempo que hablan del campo. Alcarràs, Suro, Cerdita, El agua, todas esas películas las rodamos a la vez. Llevamos seis, siete años, todos por nuestro lado, cocinando este mismo imaginario colectivo en un deseo, claramente implacable, de querer volver a nuestras raíces, hablar de temas que nos interesan como son la ecología, la naturaleza, el medioambiente y poner el foco en historias y personajes que han estado invisibilizados, como son estos personajes de los entornos rurales. Hemos visto millones de películas de investigaciones policiacas, miles de películas sobre la ciudad de Manhattan, miles de películas de gente escapando de una cárcel y a nadie nos ha molestado que haya cientos de miles de esas pelis. ¿Por qué nos va a molestar ahora que tengamos un puñadito de pelis del campo?
R.T.B.: ¿Cómo ha sido el trabajo con los actores, siendo la mayoría no profesionales o debutantes?
A.M.L.: Trabajar con Rocío siempre ha sido muy fácil. Siempre ha hecho todo lo posible para que haya mucha conexión con los demás actores. Nosotros leímos el guion sólo una vez y luego, antes de cada escena, ella venía y nos hablaba, nos preguntaba cómo nos sentíamos, cómo creíamos que se sentiría el personaje. Todo era muy emocional. Ha sido muy fácil.
R.M.: La verdad es que ha sido al revés. Ellos han hecho que este camino sea muy sencillo. La verdad es que estoy muy contenta con el casting. Fue precioso encontrar a esta familia que hemos formado. Es muy gratificante trabajar con actores no profesionales, porque el proceso se enriquece, la película está viva, el proyecto toma vuelo. Eso me interesa mucho. Me interesa acercarme a un cine en el que el proceso tenga tanta importancia como el resultado. No estoy a favor de trabajar con actores no profesionales siempre, valoro mucho la formación actoral y en otros proyectos seguramente trabajaré con actores profesionales. De ahí que también estuviese Tamara Arias en el elenco, pero para este proyecto me parecía importante acercarme al acento de la Vega de Granada, a ese lenguaje corporal de lo agrario, del trabajo con el tabaco y a un tipo de actuación muy naturalista y muy costumbrista que es lo que hemos tenido, como dice Ada, trabajando desde la emoción.
R.T.B.: ¿Ha sido difícil levantar la película?
R.M.: Pues ha costado muchos años. A todas las directoras noveles nos va a ser muy difícil y ojalá cada vez lo sea menos. Ahora, para hacer la segunda, sospecho que también va a ser muy difícil, pero me siento muy agradecida por todas las personas que han creído en el proyecto y me han acompañado durante todos estos años. Pero sí, los sistemas de financiación pública, que por suerte existen, tienen su tiempo y para cuando vas a rodar la película, a lo mejor no te conectas con ese guion que escribiste hace años, pero hay que mantener los proyectos vivos.