¿Qué puede salir de la entrevista a dos mujeres que presentan la película basada en Bodas de Sangre de Federico García Lorca? Pues nada menos que un momento agradable y ameno, con la profesionalidad y dulzura de Paula Ortiz, directora de La Novia y la posterior entrada en la cita de Inma Cuesta, la protagonista. Todo ello tras presentar la película en la 63ª edición del Festival de San Sebastián, donde pudimos ser espectadores privilegiados de la primera proyección en la gran pantalla.
¿De dónde procede el deseo de hacer una película tan diferente a lo que estamos acostumbrados a ver?
Paula Ortiz: Eh… No sé. Este tipo de procesos son muy inconscientes, son muy largos en el tiempo. Fíjate, la voluntad de escribir esta historia me vino desde que la leí con catorce o quince años. Pensé en cómo funcionaría una película de Bodas de Sangre, evidentemente sin ningún tipo de lógica ni de creencia de que lo iba a hacer. Pero se quedó ahí la idea y hubo un momento que después de mi primera película, cuando me hicieron una propuesta de mayor riesgo, Javier García, que es con quien escribí el guion, sabía que yo tenía la idea de hacer Bodas de Sangre y me dijo «yo creo que es el momento, ¿por qué no ahora?». Creo que sí estamos en un momento de sensibilidad lorquiana, muy trágica, y es un tipo de relato que ahora mismo, socialmente, lanza las preguntas necesarias y abre grietas. Estamos en un momento así, donde los relatos trágicos surgen en momentos de crisis. Era el momento de retomar ese tipo de mundos, de preguntas y de resonancias como las que tiene en su texto Federico García Lorca
¿Desde el primer momento sabías que ibas a introducir la lírica en La Novia?
P. O.: Sí, esto era una de las cuestiones radicales del proyecto pues, aunque se transformara y se reconstruyera, la palabra poética de Lorca tenía que estar en los personajes. No alterar los diálogos. A ver, están alterados, están recolocados y recortados, pero no están reescritos. Quería mantener un poco la esencia y naturaleza de esa palabra poética.
La película está dotada de una fotografía, de una luz y de un color impresionante, ¿cómo fue el proceso de instrucción de la película? ¿Cuál fue la cronología que seguiste?
P. O.: Se rodó un poco por la lógica de espacios. Casi nunca se rueda en orden cronológico, a no ser que haya un imperativo determinado en el relato, siempre ruedas por asociación a medida que tienes a los actores y las localizaciones disponibles, los decorados… Por ejemplo, el primer día rodamos parte de la escena en la que la Novia se está bañando y para que así Inma entrara suavemente en el personaje.
¿Qué criterio se siguió para unir la música elegida con la poética de Lorca?
P. O.: La música de la película tiene como dos niveles muy distintos: un primer nivel que es el del score, el de la partitura que ha compuesto Shigeru Umebayashi como banda sonora, cuya propuesta era intentar hacer una música que empujase esa fuerza del fátum, del destino trágico, de lo inevitable que conocen los personajes. Era una música que tenía que contar, tenía que arrastrarte en ese sentido. En otro nivel están las canciones que hay en la película y que, de cierta manera, todas ellas, como en la obra de Lorca, cuentan y anticipan partes de la tragedia. Bien porque están en la boda y forman parte de la fiesta, bien porque anticipan realmente, como la canción que canta Manuela Vellés cuando están todas las mujeres juntas o la Nana del caballo grande que canta Carmen París. Esas forman parte de la obra y el propio Federico García Lorca usa para anunciar la tragedia, para sembrar ese destino inevitable pero desde otro lugar, desde lo popular. Deseé un poco conjugar esos dos niveles musicales, el de la partitura y otro el de las canciones populares. No todas son de Lorca, muchas de ellas sí, como Los muleros, Madeja madeja, La Tarara, que no forma parte de Bodas de Sangre pero está dentro del mundo lorquiano, o el Pequeño vals vienés, de la última de Leonard Cohen, que también es un poema de Lorca. Y otras, como por ejemplo la de la Novia y el Novio, cuando están bailando alrededor del fuego, es un cantar de boda sefardí, que también un poco entronca con las canciones populares de Lorca, tiene mucho que ver con su mundo, su sensibilidad, los sentimientos y también con ese baile como de bajar a los infiernos de la Novia.
¿Cómo llega Inma Cuesta a este proyecto?
P. O.: Fue una de las primeras personas que pensamos para la Novia. Para todos los personajes hicimos pruebas e Inma también la hizo, pero realmente ella es la Novia. Si Federico García Lorca hubiese pensado en la Novia hubiera pensado en ella seguro. Por su manera de mirar, su manera de estar ella en sí misma, interiormente tiene mucho que ver con el personaje. Lo transmite con sus ojos, con su cuerpo, es una mujer de tierra.
¿Crees que ya era hora de que se volviese a hacer un tipo de cine con garra, de la tierra, con mucha raza?
P. O.: Hay películas en la tradición española como lo estás definiendo. ¿Qué te diría yo? Tiene mucho que ver con Saura que también hizo Bodas de Sangre en ballet o quizás con Victor Erice, con cierta sensibilidad de ese tipo de cultura o atmósfera de nuestro imaginario. Yo sí que reivindico no tenerle miedo a los relatos de nuestra identidad, como es el caso de Lorca, que es uno de los autores que tiene una potencia plástica y metafórica. Las imágenes que hay en la película todas nacen del texto, están ahí, solo hay que traducirlas. Hay textos muy ricos en la literatura española que parece que los tenemos algo sacralizados y que no queremos tocar; cosa que, por ejemplo, en otras cinematografías como la británica han hecho todo tipo de Shakespeare habidos y por haber, y nadie tiene miedo de hacer un Shakespeare en las afueras de tu barrio. Aquí da más miedo y creo que no habría que temerle porque son relatos que alumbran mucho de lo que somos. Por eso, cuando te metes en ellos descubres cosas que nos atraen poderosamente, porque están muy dentro de nuestra propia identidad inconscientemente, aunque no lo sepamos. Creo que merecería la pena traducir al cine, con todos los recursos que el cine contemporáneo tiene hoy, muchos de esos textos porque son muy ricos.
¿Tenéis la esperanza de que Alex García o a Asier Etxeandía sean un reclamo para que los jóvenes vean esta película y descubran a Lorca y se sumerjan en su poesía?
P. O.: Yo espero que sí. O aunque solo sea porque tengan que leer el texto en el instituto y se lo quieran ahorrar, ya que no lo van a leer por lo menos que vean la película (risas). A veces los textos clásicos son áridos, entonces acercarte con otros lenguajes de esta manera en parte es revivirlos y traerlos a hoy. Así que ojalá.
Inma Cuesta: ¡Tienen que leerse el libro primero! ¡Muy importante!
Siguiendo en la línea de los personajes, tiene que ser un momento alegre por la proyección de La Novia pero a la vez triste por el fallecimiento de Carlos Álvarez Novoa, ¿cómo vive la Paula Ortiz directora estos instantes?
P. O.: Pues la verdad es que estos días trabajando, yo trabajo en Barcelona en la universidad, estaba arrasada, como una apisonadora, porque la ausencia de Carlos duele mucho. Para mí personalmente era más que un compañero, más que un actor. Todos los proyectos que he hecho en cine, desde que empecé con mi primer cortometraje, los he hecho con él. Entonces ha sido un golpe muy fuerte, porque yo esperaba que la viera aquí en San Sebastián, porque así lo hablamos la semana pasada y todavía creo que no soy consciente del todo de la ausencia de Carlos. Es una contradicción tremenda el que no esté aquí y el que ya no vaya a estar. Para todos los que hemos convivido con él, pues era un hombre con una experiencia vital, una sabiduría cultural tan enorme, sabemos que tenía una profundidad filosófica y moral muy fuerte que dotaba a sus personajes de manera natural.
¿Os esperabais la reacción tan positiva por parte de la crítica que tuvo la cinta tras su primera proyección en el Festival de San Sebastián? ¿Cómo lo vivisteis?
P. O.: Para nada, para nada. Nosotros estábamos muy expectantes porque claro es una película que hemos hecho a fuego lento, que hemos hecho con pocos recursos de manera muy artesanal, y precisamente eso también te da más libertad para apostar, para poder hacer un lenguaje más arriesgado, y que no sabes si eso va a llegar. No teníamos ni idea de qué iba a provocar. Entonces estaba Alex, el compañero productor, quien estuvo en el pase y el que nos iba contando. Fue muy fuerte.
I. C.: Yo lo viví dándole a favoritos en Twitter (risas) y así me los guardaba. Porque me daba como un poco de pudor, porque si le daba a favoritos me lo quedaba para mí, ya si le doy a retweet lo ve todo el mundo y es como “mira, mira lo que están diciendo de mí”, ¿no? Pero fue un momento amargo y dulce a la vez, además era el día que nos dieron la noticia de que Carlos había muerto, entonces fue un día muy raro. Me desperté con esa noticia horrible y nos quedamos todos bastante desconsolados porque él fue una pieza fundamental desde el comienzo de este proyecto, pues fue de los primeros que acompañó a Paula. Entonces luego empezar a leer todo eso fue un poco triste, porque era un pena no poder compartirlo, ¿no? Ha sido una película que ha costado mucho esfuerzo y ha salido hacia delante gracias al esfuerzo humano de los que allí nos estábamos pringando las manos, tanto de Paula, como del equipo, como de los que estábamos allí día a día con los cierzos, el sol, los bichos y lo que hubiera. Entonces cuando por fin la película comienza su viaje, de repente el capitán se va, da mucha pena. Por un lado contentos diciendo “qué bonito que después del esfuerzo pase esto” pero por otro muy tristes porque no lo puedes compartir con todos.
¿Qué tipo de cine le gusta ver a la Paula Ortiz espectadora?
P. O.: A mí me gusta verlo todo. Tengo que decir que me gusta ver todo lo que puedo ver, y estos días me hubiera encantado ver Amama, tengo muchas ganas de ver El Apóstata. Y me he quedado con ganas de ver muchísimas porque he venido el último día (risas). Pero yo lo veo todo. Me gusta el cine de terror, las comedias… De hecho, probablemente, me gusta lo que más se aleja de mí.
¿Qué alianza se creó entre Inma Cuesta y tú para que se le pudiera ver con aquella carga interpretativa tan fuerte consiguiendo traspasar la pantalla?
P. O.: Pues ha sido un proceso muy duro y muy doloroso. Creo que trascendimos parte de ese dolor que cuenta esa novia que está desgarrada por dentro y no era fácil. Hacía falta un compromiso muy fuerte emocionalmente para hacerlo, pero ella se metió ahí. Bueno, nos metimos las dos y, además, fue una exigencia muy fuerte porque era un texto muy delicado y yo soy muy dura y no permitía a veces ninguna licencia, ya que había que preservar esa palabra de Lorca. Un proceso tremendamente duro pero que ha dado sus frutos. Fue arduo, fue un agotamiento final… Recuerdo los últimos días que ya no podíamos estar más ahí dentro.
I. C.: Fue absolutamente una catarsis. Creo que de repente hay historias o conflictos que a uno le tocan de manera especial, y en mi caso entendí que tenía que entregar una parte de mí bastante íntima y bastante mía pero que iba a ser bastante salvaje entrando en arenas movedizas. Pero era algo que Paula y yo con mucha confianza hemos hablado y ella entendía perfectamente como mujer, amiga y compañera que yo le estaba entregando algo muy delicado. Cuando uno se ve de esa manera tan salvaje pues pasa esto, que es salvaje y cuando terminé yo no sabía muy bien qué había hecho hasta el otro día que vi la película (risas). Lo que sí tenía claro era que no había ningún recoveco de mi cuerpo que no se hubiese entregado al doscientos por cien. El resultado de todo eso puede ser una locura o puede ser algo como lo que hemos hecho, hermoso.
¿Cómo elegiste a los tres niños que hacen los papeles de la Novia, del Novio y de Leonardo en la infancia?
P. O.: La verdad es que son tres niños muy especiales. Se eligieron por su parecido con los actores.
I. C.: Cuéntale quién fue la directora de casting de Carmela.
P. O.: Tú.
I. C.: Yo.
P. O.: (Risas) De la Novia niña fue ella. Es la sobrina de una amiga mía y nieta de Labordeta, pero es, sobre todo, una niña súper especial, es un ser que la veremos pronto.
I. C.: Pues que sepas que quiere ser actriz y está dando cursos y todo.
P. O.: Lo sé, lo sé. Cuando vino a hacer la prueba le pregunté que qué quería ser de mayor y me dijo “actriz como mi tía, maestra como mi abuela”. Realmente tiene algo ahí que conectó perfectamente con Inma. Ese momento con Inma, que no lo hicieron a la vez, pero se miran cuando la Novia va en el coche, es muy fuerte. A mí es un momento que me resulta muy bonito. Y bueno, de los dos chicos uno de ellos es el hijo de una amiga mía y al otro, el que hace del Novio en pequeño, es otro chico muy especial al yo había dado clase en una escuela de cine, en unos campamentos de cine que hay en Zaragoza, y él había asistido con ocho años. Y al cabo del tiempo me enteré que ya tenía quince años y que seguía haciendo teatro. Entonces al final la elección de los tres es algo que queda en familia. Además les veías hablar entre ellos y te dabas cuenta de que eran muy especiales.
Esa sensación que se transmitía entre ellos también debía existir entre los tres protagonistas adultos, ¿no? La conexión de Asier y Alex con respecto a Inma.
I. C.: Sí claro. Bueno, Paula estuvo el proyecto y yo estuve en todo el proceso de elección de personajes con Paula y claro, entre mujeres nos entendíamos.
P. O.: Era un poco del rollo de “¿Cómo lo has visto tú? ¿Qué tal este muchacho?” (risas).
I. C.: (Risas) Sí, fue muy divertido. Yo formé parte del casting, fíjate. Entonces ella generosamente me decía «¿Tú como lo ves? ¿Cómo lo sientes?», pues yo lo siento estupendamente, muy cerquita, la cosa late. Gracias a la inteligencia en ese momento de la directora y su intuición…
P. O.: Pero es que eso es tan importante… Se buscaba algo tan visceral, tan fuerte y había que ir tan adentro que no se podía hacer con alguien con quien no conectas.
I. C.: Entre los tres pasó algo muy especial que ha perdurado todo este tiempo y nos une. Nos lo hemos pasado muy bien siendo muy payasos, a veces demasiado, pero hemos hecho un trío maravilloso. Para mí Alex y Asier son el latido de la Novia, son su centro, mi inspiración y mi todo.
¿Y con Luisa Gavasa? Porque las escenas con ella son de un alto rango de interpretación.
I. C.: Para mí fue una de las escenas más complicadas de toda la película.
P. O.: Esa secuencia fue terrible, muy difícil, porque además de hacerla tres veces por el tiempo y fragmentar ese texto era una auténtica pesadilla.
I. C.: Era muy agotador para las dos.
P. O.: Sí, porque era el texto verdaderamente trágico, el de meterte en el pozo más oscuro y duro de todos.
I. C.: Sobre todo porque se ha hecho tantas veces y es un texto de los más hermosos que hay en nuestra literatura. Era muy complejo. En realidad, hemos hecho un equipo y una familia bastante compacta e importante. Incluso hay veces que, en mi caso, yo no he coincido con algunos compañeros en diálogo, pero están ahí, por detrás de las cámaras y compartimos todo, comemos, hablamos y descansamos juntos y eso es lo que hace que haya una familia.
Haciendo un balance del personaje de la Novia, ¿Inma con qué se queda? ¿Con la parte más fogosa o la más romántica?
I. C.: Depende del día en qué me pilles (risas). Creo que hay muchos grises en todo eso y es lo que pretendíamos y buscábamos. No es que sea el Novio el buenecito y pobrecito él, que eso es lo que me gusta de lo que hace Asier y de como ella le da ese giro, y tampoco es que Leonardo sea todo fuego y parezca que no tiene sentimientos. No es así. Todos se mueven por muchas cosas y lo que mueve a la Novia a escaparse con Leonardo no es solamente una relación pasional, hay una cosa muy fuerte de amor, salvaje y mucho más descontrolado, pero no es solamente pasión, no es solamente fuego, hay más cosas. En realidad lo que nos mueve es la pasión, por lo menos a mí me mueve más lo pasional que lo racional. Es peligroso, pero es así. Aunque todos nos hemos movido en ocasiones en terrenos racionales.
A nivel personal y profesional, ¿qué va a significar el papel de la Novia para Inma Cuesta?
I. C.: A nivel personal ha habido un antes y un después, porque ha sido una película y un proceso de trabajo que a mí me ha traspasado porque yo lo he permitido y porque ha habido una catarsis brutal de la que he sacado muchas cosas tanto en positivo como en negativo. Y luego a nivel profesional esperemos que traiga muchas cosas maravillosas para todos, empezando para Paula, que es la cabeza pensante y la que ha ideado todo ese universo en su cabeza y para los que la hemos acompañado y hemos interpretado los personajes. Todos nos hemos dejado aquí el corazón y el alma, entonces sería bonito que ahora el viaje que viene sea hermoso y largo. Larga vida a La Novia, que nos la celebremos mucho que vayamos a muchos viajes de novios con ella, mucho América, mucho Tailandia, aunque en Tailandia quizás no pega pero bueno, mucho Japón… Porque, ¿cómo sería un Tokio con un Lorca? (Risas) Queremos irnos de viaje de novios al Mundo.
¿Nos recomendáis alguna película maldita?
P. O.: ¿Maldita? Déjame pensar porque no sé qué decirte. Una que me parece maldita es La maté porque era mía de Patrice Leconte, que es uno de los directores que a mí más me gusta, y probablemente sea porque la revisé hace poco y me viene a la cabeza, pero es de esas que dices «¿Y esto por qué está enterrado?» (risas). Parece también que Patrice Leconte, que es muy poético, hizo una comedia muy loca en sus comienzos y ha quedado un poco eclipsada por el resto de su obra. Y te diría también, aunque es todo lo contrario a ser maldita, es El sol del membrillo de Victor Erice, para mí es uno de sus hallazgos maravillosos.