Diablo fue una de las sorpresas del pasado año donde, recorriendo varios festivales tanto a nivel nacional (en Mar de la Plata, se llevó el MoviCity Film Award) como internacional, se labró un camino su cineasta Nicanor Loreti, quien venía de dirigir el documental La H y, tras varios cortometrajes, lograba firmar su ópera prima en el terreno de la ficción con muy gratos resultados.
Diablo es una película donde no faltan las referencias, siendo las más evidentes aquellas que apuntan a cineastas como Quentin Tarantino o su homólogo Guy Ritchie, pero sin embargo también hay cierta propensión hacía el exploitation latino, ¿de dónde surge esta mezcla?
La mezcla surge de que son cineastas que me marcaron durante la adolescencia, y que soy argentino, por lo cual lo más lógico era que pintara una conjunción entre cierto cine norteamericano que me marcó y mucha de la idiosincrasia de lo que llamamos el “ser argentino”, o sea el tipo chanta que cree que se las sabe todas y ni siquiera piensa en las consecuencias de sus actos. Ademe algo redundante, o referente a lo musical: por ejemplo que haya heavy en la escena del baño o en el tiroteo del final me parecás, soy un bicho de video club: cuando era chico me la pasaba alquilando y mirando películas de culto, a veces de a dos por día, y ni hablar de las que veía en cable. Podía pasar literalmente días enteros frente al televisor. Y en cable podían dar una de David Carradine de los 70 y después una de Allison Anders. Creo de toda esa mezcla deforme dentro de mi cerebro salió algo como Diablo, donde podés encontrar referencias tanto de Toro Salvaje o Ferrara como de cine argentino de gente como Benard y Nardini.
Hablando sobre el exploitation latino, cineastas como Ernesto Díaz Espinosa o films como Kiss of Vengeance le están otorgando amplitud, ¿crees que es necesario para marcar una nueva tendencia en el cine sudamericano?
En general pienso que las películas son buenas o no lo son, sin importar los rótulos, pero me gusta que se esté empezando a mirar hacia Sudamérica porque hay un cine diferente y fresco que precisa ser descubierto. Me gusta mucho lo que hace Diaz Espinoza, tanto como muchos otros realizadores como Daniel de la Vega, Pablo Pares, Alejo Rébora, los Hermanos Quintana, Fabian Forte o muchísimos más.
En la cinematografía argentina, no hay una gran inclinación hacía el cine de acción, ¿cómo se siente uno rodando un film de esas características allí?
En general este tipo de películas no son tomadas como de potencial comercial en mi país, excepto raras superproducciones como Peligrosa Obsesión. Pero como gané un premio que me permitió hacer la película, no sentí ningún tipo de presión sobre cómo filmar Diablo. Realmente la pasamos muy bien haciéndola. Sí es cierto que llamó la atención de la prensa por ser algo diferente. A su vez, lentamente está cambiando el paradigma, y en este momento me encuentro filmando una comedia de acción de mayor presupuesto orientada al gran público.
Uno de los grandes logros de Diablo fue recibir un galardón en el Festival de Mar de la Plata, ¿cómo fue recibido? ¿esperaba algo así el equipo?
Obviamente no lo esperábamos. Ya el hecho de haber entrado en la competencia lo vimos como un milagro, jajajaja.
La elección de Juan Palomino como protagonista es uno de los aciertos del film, ¿cómo fue la elección del actor? ¿cómo prepararon ese papel tan —en cierto modo— extravagante?
Juan es famoso por ser un galán de la TV en mi país, pero yo lo había visto hacer de duro en una película de acción llamada Cacería, donde era el villano. El personaje no era tan oscuro como Marcos pero sí permitía ver que Juan contaba con los huevos para interpretarlo. Al conocerlo nos dimos cuenta de que también tenía un enorme sentido del humor, y de que básicamente es idéntico al ser que habíamos escrito. De alguna manera Juan y Marcos terminaron siendo uno: él transformó a un tipo malhumorado de fuerza extraordinaria (lo que había en el guión) en un súper anti-héroe moderno. Realmente tuvimos mucha suerte de jugarnos a que fuera Juan el protagonista, y hoy no puedo imaginarme a nadie más interpretándolo.
Otro logro de Diablo, es saber desarrollar la acción entre cuatro paredes sin que ello afecte al desarrollo de la cinta, ¿era una decisión premeditada que ya venía dada en el guión, o fue tomando fuerza durante el rodaje?
Fue una decisión predeterminada: la idea era poder hacer una película de bajo presupuesto en una sola locación sin que aburra ni que la falta de enormes recursos esté en el camino de la calidad final de la cinta.
Diablo es una cinta en la que destaca su gráfica violencia e incluso ese tono más guiñolesco de algunos personajes, ¿cómo nace la idea de realizar un cóctel tan particular?
La idea nació de varias obsesiones que yo tenía: hacer una de boxeo, una romántica, una de acción, una buddy movie. Como siempre pasa en las óperas primas, terminás haciendo todas juntas. Luego, la colaboración en el guión de Nico Galvagno (un viejo compañero de la secundaria) hizo que todo se vaya tiñendo de humor negro y de sangrientos momentos de delirio absoluto, como la tortura a Café con Leche (Luis Aranosky). Creo que la suma de mis obsesiones más el delirio de Nico dieron como resultado el tono de Diablo.
Si bien es cierto que la película apunta a nombres que hemos citado anteriormente, su violencia se distingue precisamente por no adquirir un carácter tan lúdico, ¿sirve ello para enfatizar ese carácter más exploit que tiene la cinta?
Jeje, realmente tratamos de bajar el tono de la violencia por momentos, por ejemplo la mencionada tortura a Café era un largo plano secuencia que se pasaba de real, y tuvimos que editarlo y sincoparlo para que sea más gracioso y no transforme al protagonista en un torturador sin escrúpulos.
Otro rasgo curioso de Diablo es su banda sonora, que toma la que parece ser una de tus preferencias (como ya anticipaba el documental que dirigiste en 2011, La H): el metal. ¿Es difícil manejar un tipo de música tan extrema (y no tan apreciada en términos generales dentro del mundo cinematográfico)?
Para hacer la banda sonora trabajamos mucho con referencias que le íbamos pasando a Mauro, el músico, para que entienda qué era lo que buscábamos. Aunque estoy muy satisfecho con el resultado, hoy en día creo que ciertas escenas deberían haber sido más contrastadas en lo referente a lo musical: por ejemplo que haya heavy en la escena del baño o en el tiroteo del final me parece algo redundante. ¡Lo que pasa es que me encanta el heavy y no lo puedo evitar!
Tras rodar Diablo y escribir el thriller Hermanos de sangre, parece que el cine de género puede tomar fuerza con los años en Argentina, ¿ves algo así factible?
De hecho es algo que está ocurriendo ahora mismo, creo que es cuestión de tiempo hasta que las grandes productoras locales empiecen a producir películas de terror o acción. Hay muchísimos directores independientes locales súper talentosos, es cuestión de darles presupuestos acordes y libertad creativa.
Después del periplo de Diablo, que llegó a festivales como Warsaw o Puchon, en Corea del Sur, ¿fue su recepción en la taquilla argentina la esperada? ¿estáis contentos con los resultados?
En general la película superó todas las expectativas, pero estrenar en cines en Argentina es muy complejo debido a la falta de protección por parte del INCAA respecto a los films más chicos. Creo que nos podría haber ido mejor pero al ser nuevos en la industria teníamos mucho que aprender. Sin embargo, considerando que era un film independiente tuvimos mucha suerte, se transformó en una película de culto, y hasta nos nominaron al Premio Cóndor, que es algo así como el Globo de Oro local.
Tras el sorprendente recorrido que ha tenido Diablo, ahora te encuentras rodando tu nueva película, Socios por accidente, en la que vuelves al cine de acción junto con Fabián Forte, ¿qué nos puedes contar acerca de ella?
Se trata de una comedia de acción acerca de un traductor de ruso (Jose Maria Listorti, un famoso cómico televisivo en Argentina) que se ve metido en una aventura de espionaje junto al nuevo novio de su ex mujer (Peter Alfonso, otro famoso cómico de mi país). Es algo así como una Rush Hour o 48 Hrs. Pero con mucho tono local. Ah, y villanos rusos al mejor estilo Red Heat de Walter Hill o Promesas del Éste. Es muy paródica, pero pudimos aprovechar los recursos mayores para hacer muchas escenas de acción grandes, y planos virtuosos con steadycam o tomas aéreas. Nos estamos divirtiendo mucho y Fabian es como un hermano para mí, así que es básicamente un sueño casi.
De Fabián Forte vimos hace poco el tráiler de su debut, La corporación, en lo que parece ser un estilo distinto al de Diablo, ¿Cómo está resultando la experiencia de trabajar con otro cineasta que puede aportar ideas distintas a la producción?
Fabian ya había sido mi asistente de dirección en Diablo y es un tipo que sabe muchísimo de cine, de hecho La Corporación es su cuarta película, lo que pasa es que las demás fueron independientes. Para mí, trabajar con Fabián es un aprendizaje constante, y en parte quería trabajar con él para poder mamar todo lo posible de su sabiduría infinita (exagero pero muy poco jeje).
En Socios por accidente, el INCAA ha declarado la propuesta como proyecto de interés, ¿siente uno con gestos así que se empieza a valorar su cine?
Creo que es bueno que me hayan convocado para dirigir una película así de grande, por lo que sí, lo veo como una valoración, claro.
Muchas gracias por los minutos dedicados, y esperamos que este nuevo proyecto corra la misma suerte que Diablo en su recorrido internacional, así como certifique que otro tipo de cine es posible. Un saludo.
¡Gracias a ustedes!
Larga vida a la nueva carne.