Laura Hojman (Sevilla, 1981) debutó en la dirección con Tierras solares (2018) —que estrenó en la sección DOC.España de la SEMINCI—. En este documental abordaba la obra y la trayectoria vital del poeta modernista Rubén Darío con unas formas sencillas y el poder de evocación poética de la voz y las imágenes como herramientas fundamentales de una cineasta que prefiere, en gran medida, transmitir su sensibilidad y compromiso político sin destacar detrás de la cámara. La directora cuenta con una amplia experiencia como guionista (Se prohíbe el cante, Paco Ortiz & Félix Vásquez 2019), documentalista y productora en Summer Films, donde fue responsable de la producción de Una vez más (Guillermo Rojas, 2019) y de su diseño de vestuario. Su formación en Historia del Arte puede vincularse con facilidad a aspectos clave de sus películas, como la misma fotografía, que parece impregnada por un tratamiento de la luz muy cercano a la pintura o en cómo construye relaciones entre paisaje, música y fragmentos literarios tanto en su ópera prima como en su segundo filme, Antonio Machado. Los días azules (2020). Este largometraje se proyectó en el Festival de Cine Europeo de Sevilla el pasado año y supone también la confirmación de un estilo ya reconocible desde su misma estructura, con una sutil pero profunda carga emocional construida a través del relato histórico, los testimonios y la captura de la esencia de los textos del autor que murió en el exilio en 1939 con la voz de Pedro Casablanc, la inclusión de breves fragmentos animados y el acompañamiento musical. Su próxima película, que se encontraba filmando cuando respondió a esta entrevista, será María Lejárraga, la autora en la sombra.
Ramón Rey: Estudiaste Historia del Arte, que podría parecer no conecte demasiado con la creación audiovisual ¿cómo nace tu interés y das el salto al cine?
Laura Hojman: Siempre estuve interesada en el cine, pero como espectadora. Nunca estuvo en mis planes dedicarme a ello. Sin embargo, sí que sabía que tenía una necesidad de contar, de expresar, de conectar y, como soy tímida, siempre me he refugiado mucho en la escritura, la música, la danza o el arte en general. Siempre digo que llegué al cine por casualidad pero, ahora que lo pienso, quizá no fue tanta. Trabajando en festivales de cine, tras hacer un máster en gestión cultural, entré en contacto con este mundo y comencé a vincularme a proyectos como documentalista. De ahí salté al guion, donde me sentía muy cómoda, pero fue justo en la etapa como guionista donde sentí la necesidad de controlar todo el proceso y contar las cosas a mi manera.
R. R.: La necesidad de crear proyectos con tu propia voz como cineasta era algo que tenías ya previsto entonces.
L. H.: Como decía es algo que sentí cuando trabajaba como guionista para otros directores y, como dices, fue más bien una necesidad que una decisión meditada. Sacar mi voz fue algo tremendamente sanador para mi.
R. R.: También eres presidenta de la Asociación Andaluza de Mujeres de los Medios Audiovisuales (AAMMA). Como se puede ver en tus películas ¿entiendes el cine desde el compromiso político?
L. H.: Entiendo mi cine así. Me preocupa el mundo en el que vivo, así que no podría desligar ese compromiso de mi medio de expresión. No podría hacer un cine que estuviera de espaldas a la vida. Por eso me gusta contar historias que vayan de lo particular a lo universal, elegir tramas que sirvan para vehicular cuestiones y temas que las trasciendan y que nos hagan reflexionar sobre nosotros mismos, nuestra sociedad, nuestra historia, nuestro futuro…
R. R.: Mientras que en Tierras solares realizas un perfil biográfico de Rubén Darío muy contenido, con Antonio Machado la dimensión del personaje te obliga a ampliar muchísimo el alcance del documental a lo social, político e histórico. ¿Se puede separar la obra, la vida y la propia figura del escritor de su relación con nuestra sociedad y nuestro pasado?
L. H.: En Tierras solares quería reivindicar la necesidad de un espacio para el arte y eso también es un mensaje político. Una sociedad que destierra el arte, la poesía y todo lo referente al mundo de las emociones en favor de lo productivo, lo inmediato, el consumo rápido… es una sociedad enferma. Y, de alguna forma, este mensaje también está presente en Los días azules. Porque Machado creía firmemente en que la regeneración de este país solo podía darse desde la educación y la cultura. Creo que desvincular a Machado de su dimensión política, cívica y social es hacer un retrato sesgado y nada fiel a su esencia. Para mí Antonio Machado es un símbolo de nuestra historia, del país que pudimos ser y que quedó sepultado por la Guerra Civil y la dictadura.
R. R.: La estructura de la película comienza en el lugar de su muerte y acaba en el de su nacimiento e infancia. Le das una mirada optimista, llevando su nostalgia por el paraíso perdido de la niñez al propio montaje con la esperanza que reivindicas desde la memoria y combatir el olvido.
L. H.: Creo que sí, que solo podremos avanzar y construir un país mejor desde la memoria y la justicia. A pesar de ser la historia de un fracaso quise terminar el documental con un mensaje de esperanza: el de que no todo está perdido y que tenemos la oportunidad de empezar de nuevo. De ahí esas niñas que son el futuro. Es la idea del país que aún podemos ser.
R. R.: En Los días azules aparecen como en Tierras solares unas secuencias extremadamente conmovedoras con la voz de Pedro Casablanc recitando textos. Resulta un desafío el capturar la esencia de la palabra escrita en imágenes ¿consideraste la posibilidad de incluir texto en pantalla u otros recursos?
L. H.: La verdad es que no. En el caso de Tierras solares, la obra de Rubén Darío, que es tremendamente musical, me pedía a gritos oírla bien recitada. Pedro Casablanc hizo un trabajo increíble, al igual que en Los días azules, donde tuvimos que cambiar el registro, porque no se puede recitar a Machado como a Darío. Para mí un documental sobre un poeta tiene que contar también desde la forma con la fotografía, con la música, con el diseño de sonido. Ha de ser muy sensorial, porque eso es la poesía: emoción, sensaciones. Y es el clima que intento crear para capturar la esencia del personaje y de su obra.
R. R.: Los segmentos de animación con clara estética pictórica junto con la música de la banda sonora ayudan a construir y elevar el tono de la película. ¿Qué referencias e ideas estilísticas seguiste con tu equipo en estos apartados?
L. H.: Tenía claro que no quería una animación convencional o de estilo cómic. Supongo que aquí me tira mi inclinación por la pintura, pero necesitaba que la animación también tuviera este contenido emocional desde el color, los movimientos, la composición… La idea era contar ciertos pasajes de la historia tal y como yo los había recreado en mi cabeza, de una forma muy personal. Y María Pulido y su equipo me lo pusieron facilísimo, nos entendimos a la perfección desde el principio. Ella tiene una sensibilidad exquisita, así que fue fantástico y enriquecedor para la película.
R. R.: El lenguaje sencillo, la aproximación formal desprovista de complicaciones innecesarias y la sensibilidad poética no tiene por qué entrar en contradicción con las intenciones divulgativas o un análisis intelectual riguroso ¿tuviste en algún momento dudas sobre este enfoque que desarrollas entre ambas películas?
L. H.: No tuve ninguna duda, es un estilo que me sale de forma natural. Para mí lo importante es la historia que quiero contar, no trascender como autora. Mi trabajo está al servicio de la historia y es lo único que me importa. Creo en la sencillez de las formas y en que no existe un recurso mejor a la hora de transmitir que la honestidad. Cuando hay verdad, cuando uno cree realmente en lo que está contando, eso llega y no necesita nada más.
R. R.: Tu próximo proyecto es un documental sobre María Lejárraga, una mujer que también murió en el exilio y sufrió la invisibilización que sigue perpetuándose cuando se estudia cualquier faceta de la historia denominada universal ¿qué te lleva a rodar un nuevo documental con el foco en ella?
L. H.: Estoy en pleno rodaje ahora mismo. Lo que me llevó a María fue, en primer lugar, una fascinación por el personaje. Cuando empecé a leer sobre ella no podía creerme que no estuviera en todos los libros de texto, que en España ni nos sonara su nombre. Y después, como es costumbre en lo que hago, vi que era un vehículo perfecto para hablar de la historia de las mujeres de este país. De aquellas que iniciaron un camino para construir una sociedad mejor y que quedaron olvidadas y borradas. Este documental es algo que necesito hacer. Lo siento como un compromiso con ellas y con nosotros mismos como sociedad. Este país debe empezar a conocer sus nombres y lo que hicieron por nosotros.
(Entrevista realizada el 7 de julio de 2021)
Crítico y periodista cinematográfico.
Creando el podcast Manderley. Hago cosas en Lost & Found.