El pasado lunes día 25 nos encontrábamos en la Soho House con Jorge M. Fontana, cineasta debutante este viernes en la cartelera con el largometraje Boi, protagonizado por Bernat Quintana y producido por Aquí y Allí Films, responsable entre otros de títulos como Magical Girl o La vida y nada más.
Rubén Collazos: Cuéntame un poco cómo ha sido trabajar con una productora como Aquí y Allí Films, que estos últimos años ha estado produciendo películas muy importantes dentro del cine español.
Jorge M. Fontana: Solo tengo cosas buenas que decir de ellos. No sé si realmente es tan bueno lo que me ha pasado porque es mi primera película y la he hecho con ellos, pero creo que han marcado un estandarte que por lo que lees, te explican y oyes, parece que no es lo usual, y al final gente como Pedro Hernández te permite ser más honesto con lo que haces porque creen en ti desde el inicio hasta día de hoy. Ahora acabaremos las entrevistas y me llamará, se ha convertido en un colaborador más y puede que no haya tantos como él pero ojalá, porque en mi caso ha hecho posible hacer todo esto y luchar hasta el final con cosas que creía perdidas.
R.C.: Es tu primera experiencia en el largometraje, ya habías rodado varios cortos. ¿Cómo ha sido esta toma de contacto con un nuevo medio, que nada tiene que ver con rodar un cortometraje?
J.M.F.: Pues todavía estoy saliendo un poco de ello, todavía necesito más perspectiva para hacer una reflexión, porque hasta ahora, incluso Pedro ha luchado para que la promoción la controlemos nosotros. Filmax es la distribuidora pero el póster lo hemos podido controlar nosotros, el trailer también, por lo que sigo trabajando en la promoción hasta el jueves, en su preestreno.
La verdad es que el formato corto —con esto no quiero decir que no volvería porque no sé que voy a hacer después— es algo que me tomé siempre como un mero aprendizaje, como un ejercicio para el largometraje. Siempre fue ese el objetivo, la misión de meterme en el largo. Y creo que ha ido todo mejor de lo que me esperaba. Siendo la primera película y teniendo, como siempre, muchas complicaciones, la productora ha sido muy importante para poder llevarla adelante, ha creado una experiencia más fácil. Me ha permitido integrar a todo el equipo con el que he trabajado desde mis primeros cortometrajes, pues si bien nunca había hecho un proyecto de estas características, de personal e incluso de equipo, tener a tus fieles y tener esa confianza, la verdad es que que ha sido un paso más adelante. El sentimiento que me queda es ese, haber ampliado lo que empecé a construir hace diez años.
R.C.: Hablemos del origen de la idea: la película parte de distintos universos, uno más personal, visitas también distintos géneros… ¿cuál ha sido la concepción?
J.M.F.: La verdad es que fue un poco inesperado. Yo tenía un guión para un largometraje previo que no estaba saliendo adelante, tenía 25 años más o menos y un día vino un amigo que trabaja en Apartamento Magazine, una revista que se produce aquí en Barcelona. Se presenta siempre con unos textos cortos de dos páginas y mi amigo me propuso colaborar con ellos y hacer un texto corto. El nexo común que tienen todos estos textos que publican es que exista un lugar, que la acción del escrito se rodee de un lugar, y me lo tomé como un ejercicio libre de imaginación. Sin querer esto lo fui expandiendo, quizá por la reacción que tuvo ese texto breve, por el poso que dejó en mí un poco inesperado, pero se fue transformando hasta convertirse en un guión. A partir de ahí todo fue conjurándose, conocí a Pedro en un festival, se lo presenté, le gustó. Ha sido una construcción basada en el tiempo y en ver cómo iba creciendo, incluso yo he ido creciendo con la película, algo que creo que siempre puede pasar, porque los procesos del cine son lentos. Si me remonto al inicio pues es cierto que a lo mejor los temas que quería tocar han quedado un poco diluidos, pero todo ha ido madurando y al final el crecimiento personal, la maduración de este personaje es uno de los principales temas de la película. Luego, ya adentrándome un poco o queriendo ser bastante fiel y directo con el personaje, lo que sí siempre tuve claro y estaba ya en el primer escrito era que él era un creador y apostaba más por la imaginación que por la realidad, y como escritor creo que teníamos que tejer este escenario, este universo totalmente personal de Boi.
R.C.: El sonido tiene mucha importancia dentro de la película porque, más allá del componente expresivo para separar géneros, también funciona a modo de separación de escenarios que son casi universos —el coche donde acontece la película y las tramas personales de Boi—. ¿Cómo lo trabajaste?
J.M.F.: Pues en realidad creo que lo has dicho muy bien, extisten estos saltos constantes como a otros universos. Yo creo que el nexo era obviamente Boi y su mente, me gustaba tratarlo como su imaginación y ahí —ahora soy redundante— separo personajes: Boi Martínez, que es el diseñador de sonido de la película, fue con quien empezamos un poco a intentar hacer pruebas con las propias escenas y ver cómo iba comulgando una a una (interiores de coche, exteriores como planteamiento más o menos general), pero fuimos testando cómo se iba dibujando eso, qué textura o qué expresión adquiría. Así como con la imagen y la música estaba bastante claro, con Boi Martínez fue un trabajo de ir probando hasta dar con el punto exacto. En el momento en que trabajábamos el sonido, él ya veía que ahí había un trabajo y una intención muy clara de por dónde lo teníamos que llevar. Una cosa que nos ayudó es que solíamos hacer ensamblajes de tres secuencias y a partir de ahí veíamos como iba progresando. En concreto creo que con la escena del sueño, a Martínez le hizo ese clic o dimos ese paso adelante, porque cuando Boi tiene la pesadilla, se trató el sonido como un sueño, había cierta irrealidad en ello y yo ahí es cuando creo que lo vi más claro y dije «no quiero diferenciar sueño y realidad». Tanto a él como al resto nos sirvió mucho para entender que el reto que teníamos era cómo fundir sutilmente lo que puede ser real y lo que no, trantándose de que Boi (el personaje) es un creador y es un manipulador de estética, así que toda esta película existe por él y puede quedar esta sensación de ambigüedades, de pensar si lo que ocurre es real o no. Creo que la última escena es una apuesta por ese sentido. Al final con Boi Martínez se trató así y dimos con el resultado que buscábamos.
R.C.: Hablando más allá del componente genérico, que como decía va de una rama a otra: hay comedia, al final va más al thriller, momentos pesadillescos… también hay un cierto componente social, incluso retrato generacional en alguna escena concreta. ¿Por qué decidiste integrar todo eso en la historia de Boi?
J.M.F.: Surgen como peculiaridades en lo que sucede en cada escena. Parece a veces que esa tendencia a poner el pie fuera de la realidad, esa que Boi la afronta a su manera, va imponiendo estos rasgos tan característicos de nuestro tiempo, y era lo que le iba situando. Es algo que a mí en el cine personalmente me gusta, cuando se van dejando esas huellas del tiempo, son cosas así las que retratan una época y que cuando, no sé si será el caso, pero en diez años, cuando vuelvas a ver Boi, habrá escenas como la de la canción Gracias Miami, esta especie de medio trap, o la de la moto haciéndose un selfie, la conversación de los dos chicos en el bar, que los tenemos de fondo, pero le están diciendo a la dueña que ponga el café moderno que le va a funcionar… todo me servía para llegar a Boi y ver que él está lidiando con eso. Creo que Boi tiene esta sensación de pertenecer un poco a… o no creo, a lo mejor no tiene esta sensación, pero yo tenía una imagen clara de que Boi escribía a mano su obra, que es alguien que tiene estos gestos algo anticuados, como por ejemplo tener una carta impresa cuando seguramente lo que ha recibido es un e-mail.
De alguna manera, quizá lo asiático es lo más claro para separar esas dos Barcelonas y esos dos mundos que parece que están luchando, lo moderno y lo anticuado de la ciudad junto a la propia Barcelona, y Boi creo que tiene ese punto anacrónico y clava esos objetivos.
R.C.: De hecho es muy interesante lo que comentabas, el contraste entre esos asiáticos —empresarios trajeados, el microcosmos que construyes en el coche—, y lo que vamos atisbando en el sentido social con el taxista.
J.M.F.: Sí.
R.C.: También me gustaría que me hablases sobre tu relación con Nilo Zimmermann, el director de fotografía, que tiene un rol muy esencial en la película, y que si no me equivoco habéis trabajado juntos desde hace bastantes años, incluso en algún cortometraje.
J.M.F.: Sí, todo lo que he hecho (que no es tanto) ha sido con él siempre. Empezamos esto juntos, el primer cortometraje lo dirigimos juntos, todo está construido con él y tenía todo el sentido seguir, es un camino que ha tenido su origen en estos primeros trabajos, pero la verdad es que siempre hemos trabajado juntos, y es una relación que espero que dure mucho todavía durante muchas películas. Comenzamos a tener eso que a veces lees de otros, ese entendimiento que ya con pocas palabras nos conocemos mucho y, no es solo profesional, tenemos una amistad personal, así que con él nunca he perdido el interés de trabajar juntos. Siempre que planteamos algo nuevo parece que nunca perdemos ese origen, siempre es un reto y creo que es algo que se ha construido a lo largo del tiempo,
R.C.: Dentro de esa amalgama de géneros hay como un desliz al componente surreal, absurdo, incluso, —como comentabas— la escena de la pesadilla que es tal vez la más representatiba, o cuando Boi baja con Gordon al bar. ¿Cómo surge todo esto?
J.M.F.: Pues es algo que se ha ido creando con el tiempo. Puede ser que ya le esté dando muchos problemas a Boi diciendo siempre que es lo que a él le interesa y creo que al final así está construido, pero es hay una apuesta muy clara por este tipo de curiosidades, como lo onírico. En realidad creo que siempre es una atracción por lo peculiar: hasta el mismo nombre de Boi, que es un nombre que existe, no está inventado, nos funciona de alguna manera conceptual aquí al sonar como ‹boy› —»chico» en inglés— y es parte quizá de este, digamos, problema, aunque no lo sea, de esta adolescencia un poco crónica que se le está resistiendo a Boi. Por ejemplo en lo del club privado se va hundiendo poco a poco, se nota cómo este viaje va hacia abajo para alzar una imagen simbólica: cuando él atraviesa la ventana del coche y queda en el suelo en posición fetal; a partir de ahí es cuando él despierta o se levanta ya como una persona que, si bien no será un hombre, ha dado un paso hacia delante en estos tres días. No sé, yo creo que todo funciona un poco en torno a eso, a veces es como la presencia de este hombre pequeño que está por ahí, para mí volvía a ser lo mismo, cómo le representamos, cómo Boi se ve, y yo a partir de ahí ya me puedo imaginar algún tipo de discurso que le habrán podido dar «ya tienes 27 años, has de empezar a…» y él se obsesiona o puede ser un artificio simplemente lo de este hombre pequeño, pero es verdad que él se ve como un hombre que no crece.
R.C.: Para terminar, la web se llama Cine maldito, así que me gustaría que me recomendases alguna película poco conocida que te entusiasme.
J.M.F.: Hay una que recomiendo. Existe una serie de películas de las que no me desprendo, pero una que descubrí en el proceso de gestación de Boi fue Série noire (Alain Corneau, 1979) con Patrick Dewaere. En su momento era una de esas películas que nadie me recomendó pero que descubrí buscando más del actor y me gustó como posible referente a la hora de afrontar una película de personaje. Cuando tratas un film así, existe ese reto de intentar resumir en dos, tres, cuatro minutos cómo es ese tipo y qué se puede esperar de él y en Série noire cuando ves lo que hace, ese baile en un descampado solitario, creo que es de los mejores resúmenes que he visto.
R.C.: Suerte con el estreno. Muchas gracias por todo.
J.M.F.: Gracias.
(Entrevista realizada el 25 de marzo de 2019)
Larga vida a la nueva carne.