Entrevista a Jean-Pierre Améris, director de La historia de Marie Heurtin

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Esta semana se estrena en nuestro país La historia de Marie Heurtin, un entrañable relato sobre una monja de gran corazón que intenta enseñar a comunicarse a una niña sordociega. El responsable máximo de la mencionada película es el cineasta francés Jean-Pierre Améris, que ha pasado por Madrid para participar en una round table con Cine Maldito y nuestros compañeros de Farrucini, Cinemaadhoc, El Cine en la Sombra y Magazinema y conversar así sobre su última obra.

Has comentado en muchas entrevistas que querías rescatar la historia de Marie Heurtin, pero que en realidad la auténtica heroína es la hermana Marguerite. ¿Existió en realidad esta mujer? ¿Qué datos tenías sobre ella?

Todo lo que está en la película está lo más cerca posible de la realidad; si puedo atreverme a decirlo, diría que no me he inventado nada. Descubrí esta historia en 2006; siempre me había apasionado la vida de Helen Keller, a raíz de la película El milagro de Anna Sullivan de Arthur Penn, que es el milagro de la comunicación por parte de los sordociegos. Ese año logré descubrir esta historia de Marie Heurtin, que ocurrió durante esa misma época, finales del Siglo XIX. Keller es conocida en todo el mundo, pero a Marie Heurtin no la conocía nadie, estaba olvidada en Francia. Como en muchas películas mías, quise hacer un trabajo de documentación previo y encontré un texto escrito por Marie Heurtin, 30 páginas que escribió al aprender braile. El texto empieza cuando entra en el internado en 1895, diciendo “era un animal furioso”, contando cómo se subía a los árboles, cosa que nunca me había imaginado. Luego cuenta cómo conoció a Marguerite, la violencia de los primeros encuentros y cómo Marguerite tuvo la idea genial de enseñarle lo del cuchillo, cosa que a mí como guionista nunca se me habría podido ocurrir, y es que la vida muchas veces es más sorprendente que el cine. Esa genialidad de Marguerite de utilizar el objeto es el núcleo de la película, Marie Heurtin cuenta que llegó desde Nantes, estaba sola, sin sus padres ni hermanos y de su casa sólo había llevado ese cuchillo, que lo olía todo el rato porque le recordaba a su casa, y la idea genial de Marguerite fue la idea de utilizarlo para enseñarle el primer signo. Lo sorprendente es que sigue usándose el mismo sistema actualmente. Dentro de esa etapa de documentación fui al centro donde ocurrió realmente la historia, que desde los años 60 ya no lo llevan religiosas pero sí sigue albergando a sordociegos. De hecho, en Francia tenemos más de 6.000 sordociegos, además de cuatro millones de sordos y un millón de ciegos, y sólo tres centros como éste, lo que es bastante poco. De 2007 a 2011, mientras escribía el guión, pasé muchísimo tiempo con estos niños adolescentes, de los que saqué muchas cosas que luego aparecen en la película. Lo que es fascinante es que hay muchísimas Marie Heurtin hoy en día. Siempre es el mismo proceso: el niño que nace sordociego nace bastante violento, porque no sabe qué es el mundo y todo le parece peligroso, se te acerca una mano al hombro y no sabe lo que es. Por tanto, en la primera etapa hay que ganar su confianza. En la segunda etapa debe brotar la chispa del lenguaje, cómo el niño entienda que si quiere algo tiene que hacer un signo y, por tanto, hay que encontrar el objeto amado, como los ositos de peluche para los niños, algo que recuerde a sus padres. Es un proceso muy largo, a veces tardas un año y medio como con Marie Heurtin, otras veces son cinco años y algunas veces no se consigue, pero me fascinaba ver cómo seguía siendo igual.

Para mí, es una historia de dos personajes, no me parece que Marguerite sea más importante que Marie Heurtin, es la historia de un encuentro que hace que del árbol se reconozcan con la punta de los dedos, es como la vida, como sucede hoy. Hay niños sordociegos con los que no funciona, pero de repente, con otros sí lo hace. Es como el amor o la amistad, que de un encuentro surja de repente la afinidad. Entonces, la película está hecha a través de mucha documentación, algún texto de la hermana aunque no muchos porque eran mujeres que trabajaban bastante y casi no escribían, pero alguna cosa de la película sí salió de sus diarios. Por ejemplo, decía Marguerite que, al final, Marie Heurtin le había enseñado más a ella de lo que la hermana le había enseñado a Marie, y eso es lo más hermoso de la historia, porque para Marguerite también es la oportunidad de su vida, vive una especie de maternidad que como religiosa no debería haber conocido, descubre esta comunicación carnal que normalmente las religiosas no consiguen tener con los sordociegos. En definitiva, es otro tipo de comunicación. No sé si respondo a tu pregunta (Risas)… Pero es la suerte de mi vida haber encontrado esta historia y haber vivido algo, y eso es lo que quería transmitir al espectador, porque para mí la película ha sido muy dura de producir y financiar, con un presupuesto muy pequeño. Sordociegos… ¿quién iba a ir a ver eso? Y yo veía a niños como todos los demás, que les encantaba hacer deporte, reírse y bromear, la discapacidad no es horrible. Me repugnaba que se pensara así, y quería mostrar eso, que es vida, que es alegre. No he añadido alegría, sino que la he visto, son niños que tienen unas ganas de comunicar enormes y cuando no están contentos te pegan, pero cuando sí lo están te tocan. Me acuerdo del primer día que llegué al centro, tenía algo de miedo; vi que ellos llegaban hacia mí, por lo que la única manera de contactar conmigo era tocarme y olerme, y como yo soy bastante alto preguntaban que dónde tenía la cabeza. Pero no estamos acostumbrados a esto en la sociedad actual, y yo el primero, porque somos muy reservados, es una sociedad muy virtual. Claro, hoy les enseñas a los niños que no deben tocar ni oler a las personas, pero para ellos es la única forma de comunicarse, e incluso cinematográficamente es interesante, hay un gesto, es filmar otro tipo de comunicación; de repente, hay una película donde la gente va a interpretar con su propio cuerpo. Por tanto, la película está basada en hechos reales, incluso en lo que se refiere a la enfermedad de Marguerite, que tenía tuberculosis. El hecho de ocuparse de Marie quizá precipitó su final. Lo que me llamó la atención en el registro de las religiosas es que cuando Marguerite se va al sanatorio, no le dicen a Marie Heurtin que se ha ido, evidentemente, no fuera que se pusiera muy triste. En ese momento, Marie tiene una regresión, vuelve a ser sucia, por lo que Marguerite tiene que volver. Me gustó mucho este período en el que quizá he inventado más que en otros momentos porque quería imaginarme lo que había ocurrido. Marguerite le tenía que enseñar lo más importante: vivir sin ella, la autonomía.

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Quería saber cómo ha sido el trabajo con Ariana Rivoire para transmitir ese aislamiento extremo de Marie en los primeros momentos.

Es una gran suerte haber encontrado a Ariane Rivoire, que para mí ha sido y seguirá siendo una de las mejores actrices con las que he trabajado. Esta chica, sorda de nacimiento, ni siquiera se habría podido imaginar ser actriz, estaba en un liceo profesional y quiere ser auxiliar de enfermería para personas mayores. Siempre he trabajado con sordos y ciegos, pero en mi primera película estaba la actriz que hace de la hermana Rafaela, que tenía 15 años en aquella época y hoy se ha convertido en actriz de teatro, porque en Francia hay un teatro para sordos muy importante, estoy seguro de que en España también, pero en el cine nunca se escoge a actores sordos o ciegos, está como cerrado a esto. En 20 años sólo ha hecho un largometraje, lo cual me parece que es una pena porque nosotros, como realizadores, nos privamos de actores que tienen un comportamiento distinto sobre este lenguaje, porque el lenguaje de signos es magnífico, y me parece que el cine francés, no sé en España, sigue teniendo un comportamiento muy cerrado, porque todos dicen “no, con una sorda o una ciega es muy difícil”. Y no es difícil. Yo soy muy pragmático, por lo que al principio quería rodar con una chica sordociega. En el centro había una chica de 15 años sordociega que me gustaba mucho, era muy guapa y hacía danza, era buena bailarina. Le propuse el papel y lo rechazó, decía que lo que le gustaba la danza y no le interesaba actuar. No había otras, así que renuncié a una sordociega y dije que mejor elegir una sorda, porque el lenguaje de signos es muy importante en la película y sería muy difícil que una niña ciega tuviera que aprender este lenguaje, ya que en los sordociegos este compartimento está más cerca de los sordos que de los ciegos. A partir de ese momento, hubo un gran casting en Francia alrededor de las escuelas para adolescentes sordos. Es gracioso porque los chicos sordos me preguntaban que si ellos no podían participar, pero al ser un internado de chicas era imposible. Un día, fui a Chambéry y estuve viendo a chicas durante toda la mañana, con una intérprete porque yo desgraciadamente hablo mal el lenguaje de signos, como todos los demás idiomas (Risas). En el casting no tienes que buscar quién es mejor que otro, sino buscar a la persona. Es como Marguerite y Marie en el árbol: hay que esperar la evidencia, el encuentro, da igual que sea en un ambiente profesional como no profesional. Y esto no lo había conseguido sentir. Ese día, estoy comiendo en el comedor del instituto y veo a Ariana a unas pocas mesas de la mía y es verdad que tenía algo. Entonces me acerco y le digo: “¿por qué no vienes al casting, como tus amigas?”. Y me dice “es horrible, se me ha olvidado apuntarme”. Le digo: “bueno, si te interesa te puedo ver entre dos citas”.

Afortunadamente, vino. Ya en el comedor, en cuanto la tuve enfrente, supe que era ella, porque es el tipo de adolescente moderno: playeras, sudadera… Pero había algo en el papel y existía una afinidad entre nosotros incluso con intérprete tal que nunca parecía que existiera esta tercera persona, siempre comunicábamos directamente, ya que es algo que va más allá de la comunicación. Como supe que era ella, llame a la productora y me preguntaron con sorpresa si no iba a hacer pruebas. Y les dije que no, confiaba en ella. Lo mismo me sucedió con Marguerite. Presentando la película al público, Ariane dijo: “Jean-Pierre ha hecho lo que soy”. Y yo le dije que si estaba loca, textualmente dije “he visto lo que eras, no hice lo que eras, eres un jovencita formidable, yo no he hecho nada”. Es verdad que a partir de ahí vino a París cada diez días, leímos el guión, le explicaba todo y me contó algo de su vida que guardaba una conexión con Marie Heurtin. Es de origen albanés, la abandonaron sus padres, por lo que era huérfana y vivió hasta los 7 años en un orfanato. Y estaba como Marie, enfadada con el mundo porque lo que crea la ira es la frustración, ya que los niños quieren saberlo todo y nadie hablaba el lenguaje de signos. Se encontraba en ese estado de violencia permanente. Su madre adoptiva me contó que al llegar a Francia Ariana era violenta, sucia, rechazaba que la limpiaran y lo que le tranquilizó fue aprender el lenguaje de los signos. Es la comunicación la que nos da paz y tranquilidad: podemos responder a las preguntas que nos hacemos, podemos obtener lo que deseamos, es fascinante. Por tanto, trabajamos juntos y luego vino conmigo al centro de niños sordociegos y les observó mucho. Me acordaré siempre de la primera chica que encontró, una joven africana. Por desgracia, hay muchos africanos sordociegos hoy en día, principalmente por la rubeola que contraen las mujeres africanas embarazadas. Entonces, esa chica la abrazó para reconocer quién era la nueva y durante veinte minutos estuvo observando la forma de la nariz y mejillas de Ariana, que estaba rojísima esperando, pero comprobó que la comunicación de los sordociegos es larga, no es simplemente dar dos besos o saludar y ya está, sino que es alguien que está ahí y hay que conocerle, pasando por la mano y por la nariz. Ariana aprendió a hacer esa mirada de ciega que hace tan bien, se entrenaba durante los ensayos tapándose los ojos media hora. Hay que tener en cuenta que la angustia de los sordos es volverse ciego, porque los sordos son increíblemente visuales, tienen un campo visual más amplio que el nuestro porque tienen miedo de que les pase algo. Luego le presenté a Isabelle Carré, una actriz con la que ya había trabajado en tres películas y para la que escribí el papel, aunque no se parecen en nada. Si miras por Internet, la Marguerite real era una mujer fuerte, gorda, nada que ver con Isabelle. Pero la quería ahí porque tenía algo del carácter de esta monja: era muy cabezota, un poco provocadora y no tenía miedo de sembrar el caos y el desorden. No era muy intelectual, se ocupaba de cosas concretas como el jardín, no era profesora de lenguaje de signos, simplemente dijo “siento algo y quiero intentarlo”. Lo hermoso es alguien que intenta algo sin saberlo, es distinto a una película que me gusta mucho como El pequeño salvaje, de François Truffaut, donde un científico hace investigaciones. Marguerite no conoce nada, simplemente tiene esta fe, una fe religiosa en el otro casi insana, que es lo que me encanta.

Creo que para hacer grandes cosas hay que estar un poco loco, porque en aquel entonces no sabían como comunicarse con los sordociegos, se había inventado a finales del Siglo XVIII el lenguaje de signos pero cien años después no se sabía cómo hacerlo con los sordociegos. De repente, que ella encuentre esta adaptación de la lengua de signos a la mano es la genialidad del ser humano. Somos animales de comunicación, si el bebé no puede comunicarse se muere. Isabelle Carré aprendió el lenguaje de signos durante seis meses, contrariamente a mí ella era mucho más hábil y a Ariana le encantó que una actriz estrella hiciera el mismo camino que ella. Esta circunstancia las acercó mucho. En seguida, se llevaron muy bien y conectaron, porque la película es muy íntima, no hay nada más íntimo que el olfato y el tacto, y tenían que interpretar siempre violencia mediante las peleas, que son coreografiadas pero Ariana daba patadas de verdad e Isabelle tenía moratones, y yo como director estaba contento porque era muy real (Risas). Si había que sacar a Ariana debajo de la cama, ayudaba Isabelle Carré, era muy fuerte. Y la misma realidad era la ternura, me gustaba mucho cuando llegaba por la noche y la acariciaba el rostro en la cama; para esto elegí una toma en la que Isabelle presenta un rostro casi incómodo con esta ausencia de inhibición por parte de ambas, porque es verdad que nosotros tenemos mayor educación al no tocarnos, pero ellos si no lo hacen no se pueden comunicar. Además, la manera de mostrarle que la quiere es acariciarla.

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Has citado El pequeño salvaje y El diario de Ana Frank pero, a diferencia de esas historias similares, ¿no es cierto que el argumento de tu película lo tratas más a modo de comedia, sobre todo en la primera parte?

He visto bastante todo eso, no hago documentales pero sí hay una gran parte de documentación en mis películas, si hago una de prisión me gusta ir a ver una prisión, lo mismo con cuidados paliativos de enfermos terminales. Siempre paso mucho tiempo documentándome, porque he visto gusto por la vida. Es verdad que nacer sordociego es terrible, pero luego hay que pensar qué podemos hacer para que su vida sea lo más abierta y desarrollada posible. Una vez surge esa chispa del lenguaje, trabajan con el braile en el ordenador. En el centro hay un restaurante donde los camareros son sordociegos y te traen los platos, también los lavaplatos son sordociegos y no rompen un plato. Algunos hacen estudios, hoy nos han contado una historia sobre una etíope sordociega que ha hecho estudios universitarios. También les encanta ir al cine. Muchos se preguntan, “¿pero qué hace un sordociego en el cine?”, pero es como el resto, les gusta el espectáculo, hay alguien a la derecha y a la izquierda, puedes molestar al que tienes delante. Para La historia de Marie Heurtin había una sala de sordociegos en la que los educadores les iban describiendo la película en la mano. Muchos creen que el sordociego no tiene por qué ir al cine o a la piscina, que mejor que se quede en la habitación. Pero después del pase los padres me decían que lo que hacía la hermana Marguerite ellos no podrían hacerlo, ya que hay momentos en los que tienes que pegarte, como sucede por ejemplo en El milagro de Anna Sullivan, que es muy violento también. El niño, en cierto sentido, rechaza la educación. Mi hipótesis, no sé lo que pensáis, es que Marie Heurtin podría haber hecho antes lo del cuchillo, pero no quiere, hace de rabiar a Marguerite y cuando la otra está perdiendo la esperanza Marie dice venga, va, voy a hacerlo. Por tanto, es como una especie de rechazo a la educación, por lo que los padres dicen “no podemos”. Cuentan que cuando están desayunando dicen de dejarlos beber la leche caliente; en cambio, como Marguerite no es su madre, no es obsesiva, así que puede hacerlo.

¿Cómo se ha recibido la película en Francia?

Realmente hemos tenido mucha suerte, porque la película ha sido muy difícil de producir y financiar, Canal Plus no quería entrar… Pero ha tenido un gran éxito en Francia. No es Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? (Risas), pero hemos tenido 300.000 espectadores. La gente ha superado el miedo que puede dar la historia de una sordociega educada por una moja. Se ha beneficiado de una excelente boca-oreja, la gente decía a los demás que, paradójicamente, La historia de Marie Heurtin es una película con la que te dan ganas de vivir, es muy luminosa y alegre, lo cual era mi objetivo: no hay que lamentarse, hay niños discapacitados y nos morimos, pero la cuestión es ¿qué podemos hacer? Me gustaba que fuera algo casi subversivo. También sabía que iba a ser una película sobre la belleza del mundo, que el espectador tenía que sentir. Es verdad que el mundo es hermoso, estos niños que ni ven ni oyen me han ayudado a volver a ver y escuchar el mundo. Normalmente yo no veo nada, me paso el día en la oficina o con el móvil y en cambio al ir con ellos todo era muy lento, una vez nos quedamos veinte minutos delante de un árbol con el niño tocándolo. En la película queda magnífico, ya que ellos tocando un árbol o a un animal están en el mundo más que yo, que me paso siempre por el intelecto; ellos abrazan el mundo, incluso la muerte es una idea genial. Cuando Marie ya había aprendido sobre los objetos, Marguerite se plantea enseñarle las nociones más abstractas, sobre Dios y la muerte. Y es verdad que para la muerte no hay nada mejor, y lo digo así, que se muere una monja y va a tocarla. Cuando murió mi padre, al tocarle ya me dije “esto es la muerte”. Quizá la conocemos mejor con la mano que intelectualmente. No sé si responde a tu pregunta (Risas).

Ah sí, el box-office. Es verdad que el boca a boca fue bueno, la gente decía que no es triste, ésa es la paradoja, hablamos de una situación que es dura pero en la película nos da ánimos y fuerza, salimos de la sala a tope. Hemos tenido también un apoyo importante del público sordo, desgraciadamente hay 4 millones de sordos en Francia, que no todos fueron a ver la película pero en general les gustó, ya que el lenguaje de signos está muy bien hecho, es preciso y hermoso. Estaban muy contentos y orgullosos de que la protagonista fuese sorda, de hecho todas las niñas que se ven en el internado son sordas. En Francia logré que mi distribuidora hiciera habilitar salas para que estuvieran subtituladas para sordos, porque en Francia aunque haya habido avances y progresos, no se rueda a personas discapacitadas y los sordos no tienen acceso al cine, porque lógicamente para que puedan ver una película debe estar subtitulada. Y bien subtitulada, es decir, cuando hay un ruido lo tiene que señalar, todo lo que se pueda añadir al diálogo tiene que subtitularse. Pues logré que en cada sala y sesión en una franja semanal, normalmente por la tarde que es cuando la gente trabaja, la distribuidora incluyera subtítulos para sordos en la película. Yo estaba encantado, porque a la gente que oye no les molestaba, que era el miedo que tenían los distribuidores, que pensaban que los que oían iban a odiar los subtítulos y yo les decía “no, esto forma parte de la experiencia”, por ejemplo cuando ves un subtítulo que indica tormenta de repente la oyes, y de otra manera no te hubieras enterado. Todas las escenas que hay con lenguaje de signos no las entenderían los que oyen si no estuvieran subtituladas, por lo que es lógico que el resto de escenas también se subtitulara. Ariana dice “soy sorda”, rechazando el término de discapacidad. En un debate, tuve la desgracia de ser “sorda discapacitada” y me echó la bronca, me dijo que no era una discapacidad sino una identidad, que al ser sorda tenía un idioma, y que si quería hablar con ella tenía que aprenderlo. Es como nosotros, si yo quiero hablar con vosotros debería hacer un esfuerzo y hablar castellano. Al echarme la bronca, le dije que no era ninguna vergüenza tener una discapacidad, yo tengo complejos por todas partes como todos los tenemos, y hay que superar lo que nos bloquea. Me dijo que ahí estaba de acuerdo, pero añadió: “imagina que fueses a un país en el que todo el mundo hablara la lengua de signos y tú no lo hicieras; pues así me siento yo cada día”. En Francia al final había grupos de gente sorda que había visto la película con subtítulos y ciegos que la habían visto con cascos y audio-descripción; y hablaban entre ellos sobre la película, sorprendente porque en Francia son grupos muy cerrados, pero ahí interaccionaban mutuamente, lo cual me gustaba porque también planteó la cuestión de la accesibilidad al cine. Por ejemplo, Ariana sólo va al cine a ver películas americanas porque están subtituladas. Los sordos no conocen el cine francés en absoluto porque no está subtitulado. Hemos hablado mucho de este tema incluso con los directores de sala, ya que cuatro millones de sordos y un millón de ciegos suman cinco millones de público potencial, tienen que pensar también en las entradas vendidas, están dejando de lado a gente que tienen ganas de ir al cine. Pero bueno, poco a poco. Y estoy muy contento con la película, porque junto con Tímidos anónimos es, de mi filmografía, la que mejor se ha vendido al extranjero. No sé a qué se debe, si a la celebridad de Helen Keller, a que el tema de la comunicación es muy universal, quizá a la educación, quizá a Isabelle Carré…

¿Cuál es tu película maldita preferida o que te haya marcado como cineasta?

Hay que pensar, no es una pregunta fácil. Para mí, cuando era adolescente, el maestro era Robert Bresson. Ya sé que es muy conocido, pero no sé si tanta gente lo conoce. Por ejemplo, Pickpocket es una de mis películas preferidas porque es cómo conectarse al otro con la mano. Al hacer La historia de Marie Heurtin pensé en Bresson porque era un maestro filmando las manos. Las películas de Bresson me encantan y me pasé mi vida viéndolas. También cuando era adolescente me gustaba mucho el cine fantástico, las historias de monstruos porque yo me identificaba en cierta manera, estaba acomplejado por mi altura. Películas como El hombre elefante o Eduardo Manostijeras me encantaban. No me siento capaz de hacer una película fantástica, pero por eso traté de hacer El hombre que ríe, la historia de Víctor Hugo y el chico desfigurado. Siempre me han fascinado las historias de cuerpos estropeados.

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