Tras tomar algo en la Cantina de la Cineteca de la Plaza de Legazpi en Madrid, nos recibe Hermes Paralluelo con amabilidad y tranquilidad. Nos deja elegir el sitio donde poder hablar con él y comienza la entrevista para Cine Maldito a un director que parece no tener prisa y que todo se lo toma con calma ante los ruidos de taladradoras propios de la capital. Debido al tiempo escaso que quedó repartido para los medios que nos concentramos allí, no pudimos explayarnos mucho, aun así profundizamos en el motivo y en la esencia de la película-documental No todo es vigilia, en la que sus abuelos son los protagonistas.
Me ha sorprendido mucho todo el montaje y la historia tan natural de No todo es vigilia, ¿estás satisfecho con el resultado final y con la acogida que ha tenido? Pues has viajado por el extranjero y has cosechado éxitos en otros territorios.
La verdad es que estoy contento con cómo ha salido todo, con cómo hemos trabajado. La manera de trabajar sobre todo en el proceso. Creo que he sentido que hemos llegado en todas las fases un poco al fondo de la cuestión y hemos terminado todas las fases cuando ya sentía que se debían terminar. Para mí eso es lo capital, ¿no? Que todo se puede hacer tanto en los ensayos, como en rodaje, en montaje, como en la posproducción final. Que se termine el proceso cuando se termina de verdad el trabajo y no se termine antes, a veces por otros tipos de impedimentos. En eso sí que lo hemos conseguido. Luego siempre cuando acabas cualquier película acaba siendo un poco producto de la capacidad que tienes en un momento determinado para expresar algo. Si cualquier trabajo lo ves tiempo después siempre has cambiado y harías cosas diferentes, pero creo que atiende un poco a ese momento mío. Por tanto, estoy contento con lo que se pudo llegar a hacer y con lo que se expresó. Y también contento con la acogida que ha tenido. Que haya viajado la película. Mis abuelos físicamente no han viajado pero de alguna manera lo han hecho y los han conocido por todas partes. Han estado por Europa, por América del Norte, del Sur, ahora van a ir hasta Taiwán. Siento que les han podido comprender también, desde lo profundo, han sentido cosas, se han emocionado con ellos, como me han dicho algunas personas en Estados Unidos, en México, en Argentina, sitios así como muy diversos.
¿Qué tiene de realidad y qué tiene de ficción? Ya que la película está catalogada como documental pero existe un guión, una historia, unas interpretaciones.
Yo la concebí un poco como una película de ficción. Partí de una necesidad de retratarlos, porque al final el pretexto entero de hacer la película para mí era retratarlos caminando juntos. Y ese retrato me evocó un deseo de ficción, un deseo de organizar todas las herramientas cinematográficas que tengo para expresar cosas, organizarlas para llegar a través de la ficción a una verdad de sus vidas. No tenía ganas de inventarme tampoco cosas ajenas a su vida, si no que todo lo que construyera esa ficción saliera un poco de sentimientos suyos acerca de la vida, y que saliera incluso de sus propios textos, de cosas que yo había escuchado. Por eso me da la sensación de que los diálogos ya estaban escritos antes de hacer la película. Incluso estaban muy ensayados. Yo ya había escuchado mucho ciertos diálogos y eso es muy bueno luego para trabajar porque ya estaba todo más avanzado.
Eso es algo que también quería preguntarte, ¿las historias que ellos cuentan, rememorando con mucho detalle su pasado más lejano, son verdaderas?
Sí. Por ejemplo, el historial médico que en ese momento el médico le dice a mi abuela es lo que le pasa realmente. En ese sentido no hay ni una coma cambiada. El otro día estaba en el cine con ella y la vimos, porque la primera vez que la vio mi abuela fue en el estreno, que fue en septiembre en San Sebastián, y la segunda vez fue hace una semana y ya no se acordaba. Decía «¿todos esos males tengo?» Era como si se los estuviera diciendo el médico, se sentía con una pesadumbre… Todos los textos, pues si hablan de una persona que se murió, como el momento de mi abuelo con un amigo suyo en una camilla, esa persona se había muerto en ese momento. Cuando mi abuela habla sobre la guerra o cuando ellos hablan sobre cualquier historia del pasado. Incluso momentos que son aparentemente de ciencia ficción. Hay un momento en el que mi abuela se divide en dos personas deshaciendo un poco la lógica de la física. Eso también atiende a cosas reales vividas por mi abuelo, porque él me contó que entró al hospital, se puso en una camilla, lo metieron en urgencias, miró a un lado y estaba mi abuela, al otro lado estaba mi abuela también y me dijo que se preguntaba cuál de las dos era su mujer. Eso para mí era importante meterlo, porque le había pasado y porque creo que tenía que ver un poco con la necesidad que tiene él de cuidarla. Tiene que ver con algo esencial que le ocurría a él, aun a pesar de estar muy enfermo, tiene la necesidad de cuidarla. Eso tiene que ver un poco con lo esencial de la película.
Eso también queda bien reflejado casi al final de la película cuando suena el timbre de auxilio que tiene Felisa, tu abuela, al lado de la cama pero realmente nadie está tocando ese timbre y su marido se levanta para ver qué le pasa, ¿no?
Sí, hay dos momentos con el pulsador, en uno sí se ve y en el otro nadie pulsa. Está muy bien que las asocies estas dos imágenes, estos dos momentos separados de la película, porque sí tienen que ver en cuanto a la subjetividad de Antonio y en cuanto a que él escucha esa llamada interior de mi abuela, si realmente ella le llama o si él siente que tiene que ir a cuidarla. Pero en todo caso, encontramos esta manera de expresarlo en lo cinematográfico a través de ese sonido del timbre que no tiene la referencia física del hecho de tocarlo en ese momento. Y la película transita por distintos estados de percepción, pues así se llama el título, No todo es vigilia, que viene de un poema de un escritor argentino y que habla un poco sobre que para interpretar el mundo hay más estados, aparte de la vigilia, del estado de estar despiertos, como el estado del ensueño o algunos estados intermedios. A todos nos arrojan información fiable o no acerca del mundo. Para mí la película tenía que transitar estos estados de percepción de mi abuelo en los que él ve las cosas de manera diferente, más desde fuera, más desde dentro. Pero todas atiende como a un sentimiento suyo interno. Eso era lo que al final me importaba.
Llama la atención la frialdad que siente el paciente y que viven también las personas que les acompañan en los hospitales. ¿Has querido hacer crítica, de algún modo, de esta situación?
Yo lo veo así en cierto modo, pero lo que me importaba era retratar el aislamiento que tienen ellos respecto al mundo, pues ellos dos en sí mismos son un universo en el que se pueden entender muy bien, pero fuera de ese universo de ellos dos todo es muy difícil de interpretar, todo es un poco hostil y distante. En ese momento en el que están en el hospital existe esta desorientación, estos pasillos y estas personas como lejanas. No hay seguridades para ellos, todo es estéril y quería retratar ese momento vital que estaban pasando ellos en el hospital donde hay una desorientación muy grande tanto temporal como espacial, hay una pérdida a todos los niveles. Están extraviados espacialmente pero también temporalmente. Creo que ese extravío te lleva un poco a lo esencial de cada uno. Cuando estás perdido en el mundo te tienes a ti mismo y eso me interesaba.
Los abuelos son una fuente de inspiración y de sabiduría. ¿Qué te han enseñado y qué has aprendido una vez terminas de trabajar con ellos?
Una de las cosas que sí me han enseñado es que a ellos primero no les interesaba mucho cómo se iban a ver, la imagen de ellos en la película, y eso me parecía genial. Creo que es una cualidad que tendría que tener cada actor, que no le importe qué imagen va a dar, que no le importe que no quiera salir bien, que no quiera vender tal imagen de sí mismo, sino que está ahí haciendo su trabajo y al no importarles cómo se van a mostrar, como que el interior sale de un manera más directa hacia afuera. Por ese mismo motivo tampoco les interesaba tanto ver la película finalizada. A ellos les interesaba mucho más hacerla, tanto el proceso como el trabajo, porque era una oportunidad para que estuviéramos juntos durante mucho tiempo y, así, conocernos desde otro lado, desde lo estético, desde lo laboral. Fue una oportunidad para mí de decirles «mira, este es mi trabajo», y que pudieran entender cómo hacía yo las cosas. Entonces me hicieron ver un poco eso, que lo que tienes y lo que te queda es el proceso en sí mismo, más allá del resultado final.
¿Qué proyectos tienes en mente?
A mí me interesa el cine, me interesa que las películas se vean en las salas. Creo que esta película que he hecho es para que la gente vaya a disfrutarla al cine, porque es una película de penumbras, de silencios, de insinuaciones y requiere esa oscuridad del cine y esa concentración de la sala. Soy muy partidario de ver las películas en el cine porque son lugares donde uno se puede concentrar en la imagen y en el sonido, y al final es necesario. Un mundo de mucha dispersión. Así que voy un poco en camino de seguir haciendo películas.
Para terminar, esta pregunta es obligatoria. Debido a la temática de Cine Maldito, sobre ese cine que es más desconocido y menos publicitado, ¿podrías recomendarnos alguna película maldita?
De las que he visto últimamente te podría decir Cavalo Dinheiro de Pedro Costa. He tenido la suerte de coincidir en varios festivales y la he visto en varios sitios, igual cinco veces en el cine. Aquí no sé qué distribución ha tenido. En Barcelona se hizo un pase pero aquí no se ha estrenado. Me parece que es una película con mucho vuelo donde todo está tan concentrado que hay que verla varias veces para poder ir cogiendo todo lo que te está ofreciendo la película. Su cine en cierto modo se podría decir que es maldito, aunque se va conociendo y se conoce, pero no está metido en lo comercial y supongo que no tiene mucho impacto en la taquilla. Para mí es necesario ver ese cine. Luego hay una que aquí no sé dónde se habrá proyectado, se llama Branco sai, preto fica de un director brasileño, Adirley Queirós, que ha ganado muchos premios en festivales, pero aquí no sé si pasará. Es una película que trata sobre la periferia de Brasilia y de unos personajes que tuvieron una historia en un momento concreto y ahora les faltan partes de su cuerpo. Pero es una historia de venganza de las personas que han sido oprimidas por el Estado, con mucho humor también. Una película políticamente muy poderosa.