Dentro de la Sección Oficial de la pasada 14ª edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla se presentó Penèlope, el nuevo trabajo de Eva Vila (Barcelona, 1975). La directora de Bajarí (2013) recupera en este largometraje. que mezcla elementos de ficción con su experiencia en el documental, el mito de La Odisea de Homero. La imposibilidad del regreso, la mortalidad y el paso del tiempo se funden en una obra que adapta los personajes y el contexto histórico del relato clásico a nuestros días, pero subvirtiéndolo con la atemporalidad que sólo estas narraciones de alcance e influencia universal permiten. Con la directora pude hablar de la motivación para rescatar a Ulises y Penélope, de la utilización de la luz natural y el sonido en la película, así como del trasfondo político asociado a la emigración y el proceso de independencia de Cataluña que se filtra en ella a través de una vieja radio, entre otras cosas.
Ramón Rey: ¿Por qué el mito de Ulises para tu película?
Eva Vila: Primero tengo que decir que no es indispensable conocer el mito de Ulises —el mito de Homero— para entender la película ni para disfrutarla. Ese era uno de nuestros objetivos. Es decir, que está en el proceso de creación siempre la referencia al mito, pero no pretendemos que, digamos, el espectador conozca el mito. Pero sí que está en el motor de la película, porque siempre era algo que decimos muchas veces: la fuerza del relato clásico, el relato mítico ¿por qué no llevarlo a nuestros días? Los relatos míticos tienen siempre esa fuerza actual. ¿Qué significa eso? Significa revisitarlo. Revisitarlo desde el presente. Y revisitarlo desde el presente para mí significaba pensar quién podían ser Ulises y Penélope hoy día. ¿Quién serían hoy en día esos personajes? Cuando piensas quién podían ser, te das cuenta de que son dos personajes que hoy día tendrían mucho sentido y que tendrían mucha fuerza. Podrían ser Penélope, que es el símbolo por excelencia de la espera, y Ulises podrían ser hoy mismo cualquier persona, cualquier inmigrante, cualquier persona que llega después de muchos años de no haber estado en su casa. Son dos personajes con los que hoy día podemos encontrar muchas resonancias. Muchos de nosotros podemos sentirnos Penélope o Ulises. Ese es el motivo por el que revisitar el mito, cuando ese mito revisitado hoy día tiene una vigencia absoluta y realmente puedes pensar que con esos personajes mucha gente se puede identificar. Porque eso de universal que tiene los mitos sigue estando ahí, sigue teniendo sentido. Para mi eso es cuando decimos que revisitar un mito en el presente tiene sentido. Es cuando todavía podemos identificarnos con eso. Por eso esa historia está en el motor.
Y en segundo plano porque siempre en el mito había algo que era el final… de este relato escrito por un hombre, por Homero, que termina con un héroe que vuelve a casa y una señora, Penélope, que le ha estado esperando toda la vida. Este final también me parecía, visto desde hoy día, que se le podía dar la vuelta. Es decir, Penélope no estaba esperando a Ulises seguramente. Penélope lo que hizo es sostener los muros de ese reino, de ese imperio, que tenía ella que sostener mientras Ulises no estaba. Es una espera, pero no es una espera pasiva, no es una espera de alguien que mira por la ventana, sino es una espera que construye, que tiene mucha fuerza, que aguanta los pilares de una casa, de un país, de un reino, … de lo que tú quieras. Y entonces Ulises lo mismo. Ulises no es ese señor que se va a hacer sus aventuras y vuelve hecho un héroe. No. Si te vas a hacer aventuras y conquistas, pues no llegas como un héroe seguramente. Llegas como alguien que ha vivido en la calle, que ha tenido que luchar, que ha tenido que vivir muchas aventuras y desventuras. Ese es Ulises para mi hoy día. Alguien que vuelve pero con un saco muy lleno y con muchas preguntas y muchas dudas sobre si tiene sentido volver o no, sobre si alguien le estará esperando o no, sobre si alguien le va a reconocer o no, … sobre muchas cosas. Me parecía que hoy día ese Ulises tenía mucho sentido, pero visto de otra manera. No como un héroe, sino como un hombre, como alguien humano.
R. R.: Tienes experiencia previa en documentales. Al pasar a este relato más ficcionado ¿has encontrado esa famosa frontera entre la ficción y la no ficción?
E. V.: Para mi —creo que con todo el equipo con el que tengo la suerte de trabajar—, el proyecto siempre es lo primero, la película es lo primero. El lenguaje del cine tiene la fuerza o creemos suficientemente en él como para pensar que cada película tiene que encontrar sus mecanismos para poderse convertir en lo que llamamos cine. En ese sentido nunca nos planteamos con el equipo si esto estaba aquí o estaba allí, estaba más allá o más acá. Sencillamente pones todo lo que puedes y todo lo que tienes para construir la película que quieres construir.
R. R.: Hay dos elementos de mucho contenido político que están de fondo o más o menos en primer plano. Uno es la inmigración y el otro es la identidad catalana, que ahora cobra otra dimensión y conecta con lo anterior. Si es difícil volver, imagina volver a un país que no existe.
E. V.: A mi me gusta mucho el cine que está anclado al momento en que se ha realizado. Siento que los que hacemos cine o cualquier otro arte tenemos de alguna manera esa responsabilidad. De anclarnos con el momento en el que vivimos. Porque al final las obras que creamos serán reflejo de ese momento. Por esa importancia del momento en que se ha hecho me parecía importante que Penélope, que es la que construye ese presente, la que se queda construyendo el día a día —no la que se va, sino la que se queda construyendo— me parecía importante que fuera por ahí por donde entraran esos rayos de realidad del momento en el que vivimos. Fue por eso que pensé que esa radio que escucha Penélope es la radio que cuenta la realidad en la que vivimos.
R. R.: La luz es muy importante en tu película y has rodado con luz natural. Pareciera que nada existe en ella si no está bañado por la luz. No hay nada que no aparezca que no tenga un contraste muy marcado con colores o distintos grados de iluminación.
E. V.: Con Julián (Elizalde) quisimos siempre desde el principio que esa atmósfera íntima de los personajes, de un entorno rural y del paisaje también fuera lo más cercano posible a lo que pudiéramos captar en ese momento. Es una película frágil en ese sentido. El cine tiene ese poder de captar algo frágil. Y nada más frágil que un rayo de luz que entra en un momento concreto por la ventana, que ilumina al personaje y que puede hacer que ese momento se convierta en algo mágico o en algo que perdure. Gracias a Julián, que es un director de fotografía fantástico, conseguimos tener esa fragilidad o esa cosa intensa de la luz captada sin luz artificial. Aunque en algunos momentos pueda haber algún apoyo de luz, pero que mayoritariamente fuera una luz captada en el momento preciso y en la hora precisa.
R. R.: Una parte muy importante es el sonido, con esos elementos diegéticos que cohesionan el relato y la presencia de la música con esos cantos.
E. V.: La película necesita el silencio y necesita ese sonido que un poco también evoca el mito. La cantante, que es Alejandra Barber, es una cantante madrileña que a mi me parece fantástica. Cuando la escuché cantar la primera vez estábamos empezando la película y enseguida pensé en que tenía que estar ella. A mi esos cantos me recuerdan a los cantos de una musa directamente. Es lo que me vino a la cabeza cuando la escuché por primera vez. Entonces le pedí que estuviera en la película. Creo que son unos sonidos que nos traen esa memoria o ese relato. Luego la música también de Juan Sánchez “Cuti” ayuda a crear para mi esa balanza entre el silencio, ese espacio más silencioso, que nunca es ausente pero que evoca la ausencia, y ese sonido.
R. R.: La captura del paso del tiempo a partir de todos estos elementos anteriores parece que lo impregna todo hasta llegar a la aparición espectral de Ramón, el Ulises ausente del film.
E. V.: Las ausencias presentes… o las presencias ausentes. Saber vivir con la ausencia también es algo de lo que cada vez estamos más lejos, porque la vida que nos hemos construido alejada de la naturaleza, alejada del paso del tiempo, de las estaciones, de la lluvia, del frío, (…) una vida más urbana, evidentemente. En toda esa construcción que nos hemos hecho todo eso, ese tempo, queda muy atrás. De alguna manera, las ausencias también dejan de ser más presentes. Penélope intenta preservar eso. La ausencia es algo que ocupa un lugar y ese lugar hay que respetarlo también.
R. R.: Penèlope fue el único proyecto español que recibió ayudas de Eurimages en 2015. Resulta irónico que precisamente sean proyectos creados por mujeres cineastas los que más relevancia tienen últimamente —y con mayor proyección internacional— a pesar de estar tan infrarrepresentadas en el cine español.
E. V.: Venimos de la cultura del cine en este país que evidentemente ha sido masculina. Estamos en un momento muy bueno con iniciativas como las de CIMA (Asociación de Mujeres Cineastas), que creo que es un momento importante en el que unas tenemos que apoyarnos a las otras. Porque cuando yo veo otra mujer que ha hecho una película en ningún momento me pregunto si va a ser difícil para mi más que para otro, porque sé que otras lo han hecho antes que yo. Y lo mismo siento yo. Si yo hago películas seguramente ayudaré a que otras mujeres que empiezan a hacer cine también sientan la fuerza para hacerlo. Finalmente, hacer cine no es un acto solitario. Es un acto que se puede hacer en comunidad y que nos necesitamos unos a otros. Todas las iniciativas que hay ahora para que el cine de mujer no tenga ningún tipo de discriminación y que pueda tener ayuda para seguir adelante a mí me parece fantástico.
Que el proyecto fuera el único que fue apoyado por Eurimages fue para nosotros muy muy importante, porque significaba que un proyecto singular de mirada de autor, dirigido por una cineasta, por una mujer, fuera apoyado por la institución europea de cine implicaba que eso interesa. Sencillamente si te apoyan quiere decir que eso interesa, que creen en eso. Igual que el Festival de Sevilla. Para mi no hay mejor noticia que encontrar espacios donde el cine de autor y el cine que apuesta por una mirada singular que puede llegar a ser universal pueda tener plataformas y espacios de producción, de distribución, de lo que sea. Estamos en un buen momento en ese sentido de tomar conciencia de que lo que nosotros hacemos es algo a valorar y a apoyar. No es algo de quitárselo de encima, sino al revés: es algo que debemos potenciar, que debemos ayudar de la manera que podamos. Venimos de una crisis muy fuerte del sector y está bien que todo lo que ha llegado muy abajo vuelva a subir y que volvamos a ser capaces de hacer películas y que podamos hacerlas con la mayor normalidad. Hombres, mujeres, cine de autor, … cine de cualquier tipo. Pero sí que hace falta más apoyo, eso lo sabemos todos.
(Entrevista realizada el 9 de noviembre de 2017)
Crítico y periodista cinematográfico.
Creando el podcast Manderley. Hago cosas en Lost & Found.