Elena Martín, que viene de presentar su película Creatura en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes 2023, se ofrece a responder algunas preguntas acerca de cómo se relaciona con los distintos aspectos del proceso cinematográfico, y también con su trayectoria pasada.
Arnau Martín: Hola, Elena. Muchas gracias por estar aquí. La primera pregunta que te quería plantear es: ¿Cómo te relacionas con una historia del cine que ha sido escrita en masculino?
Elena Martín: Esta concepción es algo que sigue vigente. Hay y se habla poco de referentes femeninos en cuanto a dirección, y esto supone una fuente de presión para mí. El hecho de que no haya habido muchos proyectos tirados hacia delante por mujeres afecta a la autoestima de una misma, porque te planteas «¿si esto nunca se ha hecho, o nunca se ha enfocado así, cómo he de ser yo misma quien lo haga?» Hay algo de inseguridad en eso. Sin embargo, el panorama va cambiando poco a poco, ahora somos bastantes mujeres dirigiendo en este país, pese a que sigue imperando la sensación de que, pongamos por caso, cuando entras en un Festival, estás entrando a un mundo muy masculino.
A. M.: ¿Cómo llevas el binomio actriz/directora, te supone mucho esfuerzo psicológico la alternancia de roles?
E. M.: Pues se le va cogiendo el truco progresivamente, pero creo que ahora no entra en mis planes repetir, al menos a corto plazo. Tiene sus ventajas, como por ejemplo que te facilita considerablemente la dirección de actores. Puedes proponer un tono, en la medida en que también te habitúes a entrar y a salir del personaje. No es fácil, sin embargo, conectar y desconectar de él, a nivel mental. Después está la cuestión del dinero, que es problemática, y también la infraestructura. La mayor infraestructura, en este caso, es el tiempo. Creatura tiene un gran casting, las productoras nos apoyaron, y estamos muy agradecidas. Contar con la ayuda de Rita Molina como doble de luces, o de Alana Mejía en fotografía, entre otras, me ayudó mucho a gestionar esto que planteas.
A. M.: ¿Me podrías hablar del proceso de ideación de la escena final de Creatura, la del agua purificadora?
E. M.: Pues inicialmente la escena no estaba en esta posición en el guión, no figuraba necesariamente como desenlace. Se suponía que íbamos a terminar con lo de la playa, pero sin embargo, tomamos algunas decisiones en el proceso de montaje que dan como resultado la película que se ha podido ver. En la edición terminamos de hallar el arco emocional que necesitaba la película, y pese a que desde un comienzo teníamos clara la relación de Mila, la protagonista, con el agua, teníamos que posponer ese momento. Es en esa escena, en el final, donde cristaliza todo su viaje íntimo.
A. M.: ¿Y con tu propia trayectoria dentro del cine, cómo te ves, cómo te autovaloras? Con Las Amigas de Ágata, por ejemplo.
E. M.: Hace mucho que no veo Las Amigas de Ágata, pero la recuerdo bien. No estuve en la dirección, cabe señalar. Para mí, no obstante, tiene un peso muy fuerte, aunque no la he visto analizando mi propia experiencia como actriz. Cuando empezó a gestarse la película también se gestó mi familia creativa; recuerdo mucho a Laura Rius, a Alba Cros… fue el principio de un camino, algo que para mí sigue teniendo un valor simbólico fuerte y que me continúa inspirando. Respecto a las otras películas, algún proyecto me ha marcado más a nivel de estímulos, gestión y apertura. Trabajar en Veneno y en Vida perfecta implica trabajar con un equipo mayor, poner a prueba el liderazgo, ceñirse a unos tiempos más ajustados, y en consecuencia, familiarizarme con un material más lejano a mí. Con el viento, por otro lado, fue una experiencia distinta, porque se trataba de un proyecto financiado en el que simplemente llegué y realicé mi tarea. Y Suc de síndria me marcó mucho también, sobre todo para idear y escribir Creatura.
A. M.: ¿Cómo viviste el hecho de actuar en este filme, concretamente, y de encarnar a una mujer adulta con un bloqueo sexual?
E. M.: Como actriz fue una experiencia curiosa el actuar como protagonista de Creatura. Sé de dónde proviene cada cosa por lo que, en el rodaje, ya era consciente de que mucha faena respecto al personaje ya estaba hecha. Eso sí, me tenía que aprender las escenas, y también me iban surgiendo dudas conforme se desarrollaba la producción. Con Oriol Pla recuerdo que a veces nos planteábamos por el sentido que tenían muchos gestos y decisiones. Era un constante cambio de rol que me implicaba hacer un esfuerzo para adaptarme a los lugares en los que estaba Mila. Ella sufre una crisis, como has dicho, en lucha con su cuerpo y en un momento emocional complicado, y conflictiva con sus recuerdos. Los ensayos eran un poco complicados, donde, en la piel de Mila, tenía que dar a entender que estoy atravesada por estas sensaciones difíciles, como por ejemplo, a la hora de representar discusiones que se convierten en ataques de ansiedad. El trabajo con Berta, nuestra ‹coach› y terapeuta, fue clave en ese sentido, pues con ella, Oriol y yo hicimos terapia de pareja fuera de cámara, en la piel de Mila y Marcel. La historia se fue construyendo de cara a intentar detectar el origen del bloqueo de Mila, para investigar qué cosas de Marcel la hacen estallar y a la inversa, pero centrándonos sobre todo en ella.
A. M.: Finalmente, y respecto a un debate muy en boga, ¿estarías de acuerdo en que quizá es más adecuado hablar de intimidad femenina que de mirada femenina? ¿Cómo valoras estos conceptos?
E. M.: Pues mira, aún estoy en proceso de mitigar una misoginia interna, impuesta. Creo que hay que romper con el término femenino como sinónimo de bonito, al fin y al cabo, no deja de ser una etiqueta que empequeñece a las películas. En ese sentido, defiendo una mirada crítica, autoconsciente y transfeminista. Por ejemplo, cuando vi por primera vez hace unas semanas la película de Itsaso Arana, Las chicas están bien, me percaté de muchas cosas, fue una experiencia importante. La película me ha abierto la puerta a una feminidad que no se corresponde con la mía, puesto que está pensada desde otra mirada. Es fascinante espiar a estas chicas por un agujerito, y ver que tenemos cosas muy parecidas, y otras nada en absoluto. Es una cuestión de perspectiva personal, y como te decía, prefiero una mirada analítica que femenina, que al fin y al cabo estigmatiza.
A. M.: Muchas gracias por tu tiempo y enhorabuena por la película.
E. M.: Gracias a vosotros.