El próximo 1 de septiembre se estrena en España Notas sobre un verano, cinta dirigida por Diego Llorente y protagonizada por Katia Borlado que se proyectó, entre muchos otros festivales, en los de Rotterdam, Buenos Aires y Barcelona. La idea de la película es desnudar por completo tanto a su protagonista, una joven acosada por los cuchillos de la precariedad y la incertidumbre que vuelve a Asturias durante sus vacaciones de verano para desconectar y replantearse su futuro, como a la propia imagen, para hacer una radiografía clara y precisa del vacío que muerde las alas del mañana, del silencio que enmudece las palabras, que las vuelve inexpresivas y huecas. Charlamos con actriz y director.
Rubén Téllez: ¿Ha sido muy difícil levantar el proyecto?
Diego Llorente: No sé si difícil, creo que sí, pero sobre todo largo. Es un proyecto que llevo muchos años queriendo levantar, que tuvo varias fases, estuvo a punto de producirse pero luego pasó algo por el camino… y tardé en disponer de los medios para hacerla. Siempre es un poco frustrante, pero también lo agradeces porque la película va creciendo en paralelo y lo que es frustración se convierte en material nuevo y en ideas nuevas que al final benefician a la película, aunque sea duro estar tantos años en el proceso.
R. T.: Además, muchos de los temas de la película están muy de actualidad ahora que se estrena.
D. LL.: Sí, es verdad que el guion fue escrito mucho antes que su tiempo de rodaje, en un mundo pre-Covid-19, y fue rodado después de estos cambios sociales y mentales que vinieron con la pandemia. Y ahora, un par de años después de rodarla, la estamos estrenando. Es una película un poco atemporal, porque puede aplicarse a muchas épocas, pero también siento que habla de la precariedad, de una generación dando vueltas sobre sí misma, que también la hace bastante actual.
Katia Borlado: Creo que es muy atemporal en el sentido de los conflictos emocionales. Eso ha pasado siempre y seguirá pasando, es incuestionable. Yo tengo muchos recuerdos de todo el proceso que hicimos para evitar las mascarillas, porque queríamos salirnos un poco de ese código, porque al final todo lo que vivimos en ese proceso nos ataba mucho y no podíamos contar esta historia de verano, de libertad, de hacer lo que cada uno quiere. Las evitábamos en la medida de lo posible, porque a veces alguna se colaba en plano y yo le decía a Diego que se veía mucho. Pero es que ahora que se estrena la peli, es lo más normal ver alguna mascarilla suelta por ahí. Creo que la película ha llegado en el momento correcto y de la forma correcta. La ves y dices, puede ser el verano de 2023, con estos conflictos y esta historia contada de esta manera. Y sobre lo que decíais antes del proceso, creo que todas las películas llevan un proceso mucho más largo de lo que creemos siempre. Es la primera vez que yo lo estoy viviendo de esta forma y digo «uf, cómo puede ser que esto esté pasando ahora». Habíamos estado en festivales y, la verdad, muy bien, pero yo creía que todo esto iba a ir a la baja y aquí estamos.
R. T.: Se podría decir que el tema general de la película es la precariedad que sufren las nuevas generaciones, y en particular la desilusión con la que vuelven a casa aquellas personas que, desde un pueblo o una ciudad más pequeña, viajan a las grandes capitales buscando nuevas oportunidades.
K. B.: Sí, es que podría ser mi vida. Yo me vine hace diez años. Han sido muchas las satisfacciones de estar aquí en Madrid. He hecho esta peli por estar aquí. Ha sido todo de forma muy casual y lo que ha pasado, ha pasado por estar aquí. Pero es verdad, que a los que no somos de Madrid, muchas veces se nos hace muy grande, sobre todo porque es la ciudad de las oportunidades, pero todo el mundo viene a buscar su oportunidad. Esto, unido a aquello que nos ha tocado vivir a nuestra generación, porque nos hemos comido crisis, pandemias… en un momento en el que tendría que haber un crecimiento hacia otro lado, una construcción de un futuro que se está haciendo extremadamente complicado sacar adelante. Creo que esta es la parte más actual de la película. Ojalá algún día deje de serlo, pero no parece que vaya a tener una solución en un futuro cercano.
D. LL.: Todo el que se va, sea de manera voluntaria, sea un exilio, sea cual sea la razón que te lleva a irte, sea cual sea la fortuna que tengas en el sitio de acogida, creo que la idea de volver siempre revolotea. Sobre la cabeza de la protagonista no deja de revolotear esa idea de volver, que también tiene un poco de tinte de fantasía, porque sabe que realmente en su caso va a ser muy difícil volver por el momento, porque el sitio de origen no reúne las condiciones para desarrollarse.
R. T.: La precariedad provoca una sensación de incertidumbre que acosa a los personajes todo el tiempo, da igual que estén de fiesta, dando un paseo, recordando el pasado. Y, al final, esa incertidumbre traspasa lo laboral y termina calando en lo personal, en las relaciones con los amigos, con la familia, con la pareja.
D. LL.: La protagonista vive en un torbellino en el que le cuesta distinguir cuáles son las causas, cuáles las consecuencias. Al final está todo mezclado y es algo que le hace entrar en una espiral de aceleración vital que la empuja a querer todo.
K. B.: Claro, porque en Madrid no tiene eso que ha venido a buscar. Igual si estuviese completa en lo laboral… pero aún así, creo que también revolotearía la idea de volver, porque por mucho que te guste tu trabajo, siempre tienes tus altibajos y dices, me gustaría el ritmo de vida de Asturias o no ir siempre atropellada. Está todo a medio gas, porque la pareja está bien, pero le faltan cosas, porque todo está demasiado familiarizado, hay una rutina demasiado fuerte. Y claro, cuando llega a Asturias, que es donde siempre ha tenido su rutina, para ella es como una bocanada de aire fresco. Ahí está su confusión. Ella se ha ido porque necesitaba salir de ahí, pero tampoco es lo que quería. Eso, al final, se traslada a los demás ámbitos. Que a veces dices: «a qué he venido Madrid». Te dan tus momentos más emocionales en los que te planteas todo. Esas cosas son las que me llamaron la atención la primera vez que leí el guion. Yo enseguida conecté con eso que dice Diego de no saber dónde está el hogar. Porque a veces digo, creo que Madrid va a ser mi casa en un sentido y Asturias también, pero hay veces que no lo son ninguna y otras lo son las dos. Es una cosa muy compleja de explicar, pero que está ahí.
D. LL.: Al final, esto que acaba de decir Katia de tener dos casas y no tener ninguna a la vez, creo que nos lleva mucho a vivir en una especie de no lugar. Parece que tener dos sitios es como no tener ninguno. Esto te lleva a no estar sentimentalmente en ningún sitio, que es lo que te genera estas aceleraciones, como le pasa a la protagonista.
R. T.: Sí, son como nómadas que intentan adaptarse a lo que va viniendo cuando ven que los planes de futuro que tienen son bastante difíciles de realizar.
K. B.: Claro. Al final idealizas un lugar cuando estás en el otro, aunque no terminas de sentirte a gusto en ninguno. Todo por la incertidumbre que hablábamos antes. Lo emocional y lo laboral en esta película, y también en la vida, van muy unidos, sobre todo si es vocacional.
R. T.: También hay una profunda incomunicación entre los personajes. La escena en la que la protagonista queda con su amante y cuando está con él en el hotel se va sin darle ninguna explicación es la más paradigmática.
D. LL.: Es el gran problema de los tres personajes protagonistas de la película. Les cuesta mucho verbalizar, comunicarse. Al personaje de Katia le pasa de una forma importante, porque ella siempre ha tenido las cosas muy claras, es de las que se propone algo y lo va consiguiendo, de las que no permiten que la vida les trastoque mucho los planes. Y cuando se los trastoca, se descubre en una situación en la que nunca se había imaginado que podía estar. Y esa es una de las mayores dificultades que tiene para verbalizarlo, que es una situación completamente nueva para ella, que le genera incomodidad, vergüenza. Llega al punto en el que no quiere hablar las cosas ni con su mejor amiga, con la que puede compartir todas las confidencias que quiera. Hasta eso le genera conflicto.
K. T.: Me gusta mucho cómo has planteado la pregunta porque, generalmente, somos nosotros los que hablamos de la incomunicación. El público muchas veces emite el juicio sobre si está bien o mal lo que hace la protagonista, pero no me parece lo importante. Lo importante es lo que tú dices, que hay una incapacidad para hablar, un no saber cómo coger la situación y, además, un no querer indagar más por miedo a hacerse daño al romper con la vida que tanto esfuerzo ha costado construir. Que a lo mejor ahora no estás del todo satisfecho con ella, pero cargártela es muy complicado. Para mí en el plano del amor, hay una incomunicación brutal entre los personajes.
R. T.: Los personajes van hablando a través de sus acciones, aunque puedan resultar contradictorias a veces porque no las tenían planteadas. Primero tienen que analizarlas para saber qué quieren y, a partir de ahí, construir un futuro.
K. T.: Claro. Sus acciones son contradictorias, pero porque es algo humano. Si te pones a pensar en tu propia trayectoria, hay veces que dices «estoy haciendo las cosas al revés». Hay veces que al ver una película intentamos encontrarle el sentido a todo, pero el ser humano no es así. A veces la vida te va dando vueltas, a veces una cosa lleva a la otra, y te equivocas, y por esa equivocación encuentras otras cosas.
D. LL.: Una de las premisas en el trabajo con los actores, era que no hacía falta que intentasen expresar nada, porque sus actos hablan por ellos. No quería que su actuación estuviese condicionada por el lugar del que viene el personaje, porque es verdad que tú puedes venir de la más absoluta de las miserias y si alguien te grabara durante cinco minutos, podrías salir sonriendo.
R. T.: En un momento determinado de la película, la protagonista sale leyendo ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor? de Raymond Carver. Es muy significativo porque los personajes de la película son muy parecidos a los de Raymond Carver: personas que intentan construir una individualidad dentro de un conjunto, la sociedad, que no lo pone fácil.
D. LL.: Sí. Es un autor que me interesa mucho desde la adolescencia. Además, enlaza con Chéjov, que es una de mis mayores influencias tanto en la construcción de personajes en un contexto cotidiano que les hace moverse de forma distinta como a nivel estructural. Quería que la película fuese narrativa, que entrase bien, pero que no se pudiese distinguir claramente los tres actos. No quería que hubiese arcos dramáticos, puntos de giro y un desenlace explosivo.