El gran Viggo Mortensen es la cara más visible de Lejos de los hombres (Loin des hommes), película ambientada en la Argelia pre-independencia de 1954 acerca de un maestro de escuela que debe escoltar a un prisionero hasta el sur del país. Pero el verdadero responsable de la obra no es otro que David Oelhoffen, realizador francés que, ante el estreno de su último film en los cines españoles, ha charlado unos minutos con Cine Maldito para contarnos los pormenores de Lejos de los hombres.
Se ha hablado mucho de que Lejos de los hombres bebe mucho del western, pero la verdad es que tu película tiene varios elementos que van más allá de un western al uso…
A mí no me molesta la palabra western. Lejos de los hombres se podría definir como un western europeo un poco raro, pero hay conexiones con el género. Por ejemplo el tema, que es el de la ley y la identidad, o el papel de la naturaleza. A mí me gusta el western americano, aquel que trata de atacar el mito de la conquista del oeste, no el que trata de venderlo. Los western de Anthony Mann o Arthur Penn son películas interesantes, fuertes y creo que con Lejos de los hombres hemos intentado hacer algo parecido. Por supuesto, no es el mismo mito que el de esas películas, no se habla de la conquista del oeste, hay otro mito más europeo como es el del universalismo, Europa tratando de imponer su cultura al resto del mundo, especialmente África, un mito que se ha pervertido y transformado en colonialismo. Lejos de los hombres busca atacar este mito. En este sentido, no me molesta que se hable de que es un western.
La película parte de una obra original de Camus. Has comentado que tuviste que modificar bastantes cosas al adaptarlo al cine. ¿Sientes que has sido fiel a la obra original?
Sí. Bueno, hay muchas diferencias entre el cuento de Camus y el guión. El cuento está totalmente centrado en el personaje de Daru, el maestro europeo. En cambio, la película habla más bien de la relación entre dos personajes, teniendo el personaje de Mohammed más importancia aquí que en el cuento. Así que no se habla exactamente de la misma cosa. Como yo quería hablar de dos personajes y no de uno, tuve que ampliar muchas cosas, lo cual conseguí gracias a otros textos de Camus, en particular los que escribió en los años 30 al ejercer como periodista y que se encuentran en un libro titulado Crónicas argelinas. Gracias a estos textos, encontré material para ampliar el cuento de Camus. Por este motivo, espero que respete el espíritu de Camus. De hecho, la hija del escritor, Catherine Camus, estaba muy preocupada por ver si la película respetaba la obra de su padre. Vio la película y me dijo conmovida que estaba muy contenta con lo que yo había hecho con el personaje de Daru, lo cual para mí fue un alivio. Creo que hubo respeto a Camus.
¿La cuestión argelina sigue siendo un tema espinoso para los franceses? Dicho de otro modo, ¿alguien te ha criticado por ofrecer un lado no tan bueno de Francia o demasiado bueno de Argelia?
No ha habido grandes controversias con esta película. Diría más bien que es un tema tabú en Francia, no es fácil hacer películas sobre este tema como tampoco es fácil encontrar financiación para ellas. Los franceses saben muy bien lo que pasó, que la armada francesa no se portó bien. Pero creo que lo que muestra la película es que no hay guerra limpia, no es una crítica contra el ejército francés, sino que muestra que no es posible hacer una guerra ética. Forma parte de cualquier guerra, de cualquier ejército, así que no hubo grandes problemas con la película en Francia, ya que no es algo anti-francés, sino que objetivamente trata de mostrar lo que es una guerra desde el punto de vista de las víctimas.
La historia está ambientada hace 60 años, pero… ¿Dirías que lo que sucede en la película guarda un terrible parecido con la realidad actual de muchas zonas del mundo?
Creo que sí. Yo quise hacer esta película con Viggo Mortensen y Reda Kateb precisamente por esta razón, porque hay conexiones con el mundo de hoy. En muchas partes vivimos un choque entre la Europa occidental y la cultura árabe. Es uno de los grandes problemas de hoy, lo que estamos viviendo ahora mismo con la crisis siria y los refugiados en Europa es este mismo tema. Yo no quería hacer una película histórica que hablara únicamente de la guerra que hizo Francia en Argelia, sino un cuento universal que ayudara a reflexionar sobre lo que está pasando ahora.
El protagonista no parece tener clara su identidad, especialmente con esa frase en la que asegura que los franceses le toman por árabe y los árabes se creen que es francés ¿Cómo de importante era para ti reflejar esta falta de identidad del protagonista?
Creo que a cualquier humano le importa su identidad. Al principio, Daru piensa que es argelino, pero se da cuenta que es más complicado que eso. Lo mismo le sucede más tarde cuando piensa que es francés. Y tampoco puede decir que es español. Así que tiene una identidad complicada y muy dolorosa. Creo que eso les ocurre ahora mismo en el mundo moderno a muchas personas. La cuestión identitaria es muy importante para todos. Esa frase que citas es una frase que podrían decir millones de personas en Francia; toda la población francesa que es de origen magrebí, cuando regresan a su país son considerados como franceses mientras que en Francia son considerados como árabes. Para mí, es una frase clave en la película.
¿Cómo contactaste con Viggo Mortensen para que interpretara el papel?
Para mí fue una gran suerte, porque tiene un talento tremendo y como ser humano también tiene una identidad complicada. Creo que eso lo ayudó a crear su personaje de Daru. Fue algo más interesante que si hubiera elegido a un actor francés, el cual tendría ya una identidad muy clara. Viggo Mortensen lleva esa identidad complicada que ayuda mucho a su personaje. Sobre tu pregunta, te diré que mientras escribía el guión ya tenía a Viggo en mente. No sabía que podía hablar francés, pero para mí era una ayuda artificial un poco abstracta para escribir el guión. Me ayudaba a imaginar escenas en un ambiente de western. Durante la primera charla con los productores para hablar del casting, propuse su nombre. Les dije que no iba a ser fácil encontrar un actor que hablase francés con ese carisma y con ese físico. El productor entonces me dijo: “¿Pero no lo sabes? ¡Viggo habla francés, lo vi en un vídeo!”. Me dio el vídeo y se ve a Viggo en Canadá hablando francés con un fuerte acento de la zona en un homenaje a Guy Lafleur, un jugador de hockey. Me dije que al menos teníamos que intentarlo.
Una de las cosas que más sorprende en tu película es la evolución de la relación entre Daru y Mohammed, sobre todo teniendo en cuenta que en ella influye más lo que no se dice que lo que se dice. ¿Cómo manejaste este aspecto?
Eso se consigue dejando mucho espacio a los actores. Muchas de las decisiones las tomamos nosotros tres juntos. Varios diálogos fueron reemplazados por silencios o miradas gracias a ellos. Realmente, para mí es un trabajo colectivo, no es el director quien lo decide todo. Al tratarse de una temática muy sensible, todo este aspecto lo decidimos entre los tres, antes, durante y después del rodaje. Hemos cortado bastantes diálogos, nos dimos cuenta de que un silencio podía ser más fuerte que una palabra. Eran dos personajes que no hablaban mucho, pero después de esta labor ya no hablaban casi nunca. Mi manera de trabajar y dirigir es dejar espacio a los actores.
Hablando del trabajo colectivo… ¿Qué parte de mérito le adjudicas a la bella fotografía en el resultado final de la obra?
El trabajo es igual que el que he mencionado con los actores. Para mí, el objetivo no era tener una fotografía bella formalmente, lo que me interesaba era que los paisajes estuviesen conectados con lo que estaba pasando, es una forma de subrayar la absurdidad de la guerra, filmar estos personajes tan chiquititos como hormigas en un paisaje enorme que parece totalmente diferente a lo que está pasando. Es una manera de explicar por qué estos hombres son tan humildes, y es que la naturaleza te obliga a tener esta humildad cuando vives allí. Creo que no es algo artificial, sino que los paisajes influyen en lo que está pasando en la mente de los dos personajes. El trabajo con el director de fotografía lo conectaba siempre con lo que estaba sucediendo de una forma más humana.
¿Fue difícil el rodaje ante la diversidad de idiomas y los problemas para rodar en Argelia?
Fue rodada en Marruecos porque en Argelia había problemas de seguridad. No era algo imposible, ya que el gobierno argelino nos acogió muy bien, pero habríamos necesitado más tiempo y no teníamos dinero suficiente. Pero es la misma cadena montañosa, simplemente lo hicimos del otro lado de la frontera. Respecto a los idiomas, está muy conectado con los problemas de identidad que comentaba antes, porque identidad e idioma son dos cosas muy conectadas. El personaje de Daru, que habla francés, árabe y español está en equilibrio entre diferentes identidades. El castellano lo habla raro porque es hijo de andaluces analfabetos y porque nunca estuvo en España, tampoco habla bien el francés y el árabe. Este equilibrio entre idiomas es algo triste, melancólico más bien, al no tener un idioma o una patria seguros. Creo que forma parte de este aspecto emocional de Daru, que está un poco perdido.
¿Cuál es tu película maldita favorita?
Podría decir muchísimas… Por ejemplo, La puerta del cielo (Heaven’s Gate) no tuvo éxito cuando se estrenó en Estados Unidos, fue un fracaso total, pero para mí es una de las películas más importantes de la historia del cine. Es un western poco convencional u muy interesante que habla de identidad, de política, de cómo se formó el país… No tuvo éxito en su momento, pero es muy importante.