Tras su paso por los festivales de Berlín y Málaga y su buena acogida crítica, el viernes 19 de mayo se estrena en España Sica, la nueva película de Carla Subirana. La cinta se podría definir como un cuento en el que el dolor por la pérdida de un ser querido, las leyendas atávicas de Galicia y las consecuencias del cambio climático dialogan entre sí de una forma tan sugerente como brillante.
Rubén Téllez Brotons: Lo primero de todo, enhorabuena por la película. Tienes una carrera en el campo del documental, ¿qué es lo que te ha hecho saltar al campo de la ficción?
Carla Subirana: Mi primera película es del 2008 y ya entonces mezclo género documental y ficción. Ese híbrido lo he trabajado siempre. Sica, simplemente, es el camino a la inversa. Para mí son vasos comunicantes. Me interesaba como reto personal trabajar desde el otro lugar, construir un guion, construir más los personajes, tener más control sobre la historia, pero, a la vez, ser fiel a ese estilo documental, a ese naturalismo que hay en Sica.
R.T.B.: Precisamente, a nivel de puesta en escena tiene mucho de documental, pero también recuerda a Pasolini, con esa cámara que busca siempre el rostro del personaje y esa plasticidad de los planos generales. ¿Cuáles han sido tus referencias?
C.S.: Una de las decisiones, ya que citas a Pasolini, es trabajar con actores no profesionales, porque, como documentalista, tengo el máximo respeto al territorio donde estoy rodando, a su gente, a su paisaje, a su forma de hablar y a su cultura. Como decía Pasolini, y él había retratado muchos hombres de mar y pescadores, en su rostro ya está ese mar, esa dureza, ese viento, ese salitre. Y ya puedes intuir su profesión sólo con ver su rostro. En su manera de moverse y de hablar ya hay parte de los personajes.
R.T.B.: La película tiene una atmósfera de fábula o cuento, por eso me resultaba muy curioso que, teniendo dicha atmósfera, estuviera rodado de forma documental, muy realista, aunque también tiene momentos de abstracción que nacen de la subjetividad de la protagonista. ¿Te supuso mucha dificultad aunar esas propuestas?
C.S.: No, es una decisión inaugural. Por un lado, yo decido, a través del proceso de trabajo de campo, leyendo, escuchando las leyendas, la tradición oral, esa mezcla entre espiritualidad, ambiente telúrico y atávico que hay en la Costa da Morte, poner el foco allí. Y por otro, decido trabajar la subjetividad del personaje. Esa decisión de que la cámara esté siempre detrás y encima de Sica para que el espectador vaya conociendo la historia a través de sus ojos. Nunca nos separamos de ella. Entonces sí que hay ese trabajo de realismo, pero también con una alta carga de subjetividad que está trabajada tanto a nivel visual como sonoro. Visual con los planos del mar que comentabas, tanto exteriores como interiores que, a través de las diferentes capas de sonido, le dan personalidad sonora a cada estado anímico de Sica. Pero la decisión ya es inaugural. Se puede ver en guiños que hay por toda la película, como la tortuga, o esta leyenda que yo leí en Galicia, que decía que a través de un gran agujero en la tierra, como es la Funa das Grallas, se podía escuchar el alma de los náufragos. De leer eso dices, voy a hacer una escena en la que Sica vaya recurrentemente a la Funa das Grallas porque a ella le han dicho que puede escuchar a su padre a través de la Tierra.
R.T.B.: La película tiene un punto en común con el cine de Elena López Riera. Ambas exploran esas leyendas o elementos atávicos que comentabas. Pero mientras que ella trata de entender y explicar que esas leyendas han sido creadas para reprimir a la mujer, aquí lo miras desde otro punto de vista diferente. Tú propones las leyendas como una forma de entender o sobrellevar el dolor por la pérdida.
C.S.: Cuando hago el proceso de investigación y les escucho hablar, sobre todo a la gente de mar de cierta edad, escucho poesía en su manera de hablar y en sus leyendas. Eso es muy propio de la tierra gallega, que tiene una conexión espiritual muy grande. Y es algo que en otras comunidades autónomas de nuestro país se ha perdido. Estaba, pero se ha perdido. Galicia, históricamente, lo tiene de una forma mucho más potente. Los elementos mágicos que tiene la película no dejan de funcionar como metáforas, simbolismos, huidas del realismo. No me interesaba hacer una película… es más fábula, como tú dices. Érase una vez… pero donde se mezcla la realidad, la fantasía, la ficción.
R.T.B.: La película estuvo en el Festival de Berlín y le fue muy bien. Allí coincidió con otras dos películas gallegas, Matria de Álvaro Gago y Samsara de Lois Patiño. ¿Cómo ves el boom del cine gallego, lo que se llama ‹Novo cine galego›?
C.S.: Yo creo que a esa pregunta tenéis que responder vosotros, no yo. Es cierto que se está rodando y, por lo que estoy escuchando, se va a seguir rodando más en Galicia. Yo te puedo responder sobre Sica. Para mí, Galicia tiene esa conexión atávica con algo que muchos de nosotros hemos perdido y que tenemos que recuperar, volver a esa esencia. Y para mí ese es el mensaje. También hay una subjetividad. A mí me interesa esa parte espiritual, me interesa la naturaleza y me interesa hablar de la crisis climática como trasfondo temático. Y qué mejor lugar, a nivel geográfico, que por ahí, que entran los ciclones extratropicales y grandes huracanes. Eso es una realidad que tenemos en nuestro país y que vamos a seguir teniendo. Digamos que primero fue el territorio y ese territorio, la Costa da morte, Galicia, fue el reclamo para rodar allí. Por qué otros compañeros ruedan en Galicia, tendrás que averiguarlo tú.
R.T.B.: Sabiendo que el cine de autor en España tiene el público que tiene y que la película está rodada en gallego, sobre todo teniendo en cuenta la polémica que hubo con Alcarràs cuando dijeron que no se iba a doblar, ¿te ha costado mucho levantar la película?
C.S.: De eso se encargó la productora. Sica es una producción catalano-gallega. Alba Sotorra es la parte catalana y fue la primera que entró en el proyecto y creyó en él. Además, es muy buena financiando las películas. Supongo también, por lo que comentas, que se está perdiendo un poco el miedo a mostrar una realidad a través del cine. Vivimos en un país de una riqueza lingüística superpotente y no es un problema, sino una riqueza. Tener ese respeto hacia los personajes, que hablen en el idioma en el que viven y no forzar un castellano por una cuestión comercial es algo que está sucediendo. Y ya era hora. No hubo un problema de financiación por el tema lingüístico. Una vez se hizo el guion y se presentó a las diferentes instituciones, tuvimos muchos apoyos, la historia gustaba mucho y las puertas a las que se llamó respondieron positivamente. Pero tiene que ver con ese cambio, creo yo. As bestas es otro ejemplo que ha ido muy bien en cine. O Alcarràs, como citabas.
R.T.B.: O que arde, que fue la primera película en gallego en competir en Cannes. Hay una riqueza que ya es hora de tratarla.
C.S.: Naturalizarla. No verla como un problema, sino como algo natural que aporta riqueza.
R.T.B.: ¿Me puedes decir alguna película maldita que te guste mucho?
C.S.: Hay cantidad de cine autoral europeo que ni nos llega, que, si somos muy cinéfilos, sabemos que existen, pero que no llegan nunca a las salas o sólo a través de Filmin. Y eso es un problema porque no te dan la opción de ver todo lo que está ocurriendo y, sobre todo, el cine más libre, el que se sale más al margen. Eso forma parte más de la investigación de cada uno. Te iba a decir a Dolan, pero él sí se ha estrenado en España y bien estrenado. Pero seguramente hay muchos Dolans que no sabemos ni que existen. O muchas Mia Hansen-Løve que tienen su distribución, pero que no nos llegan. Y con el cine español pasa lo mismo ahí afuera. Cuántas películas llegan. El caso de Alcarràs… A veces hay películas que tienen un buen estreno en festivales a nivel internacional, como fue el caso de El agua, pero luego, más a distribución europea, no tienen un recorrido muy grande. Y es una pena, porque con lo que cuesta hacer la película y con el dinero que hay, que se pierdan muchas pelis es un problema.
R.T.B.: Ahora justo que has mencionado a Xavier Dolan, la relación que tiene Sica con su madre me recuerda mucho a la que tiene el protagonista de Yo maté a mi madre con la suya.
C.S.: El componente autobiográfico en Dolan también es muy fuerte y eso es una de las cosas que me hace conectar con su cine. Y su valentía a la hora de filmar.
R.T.B.: Yo maté a mi madre es muy sorprendente.
C.S.: Y es la primera que hace. Tenía diecinueve años, era muy joven.
R.T.B.: A raíz de esto, ¿tú qué le dirías a alguien joven, de diecisiete o dieciocho años, que quiere dedicarse al cine, pero está en ese momento en el que no se atreve a dar el salto?
C.S.: Yo he sido profesora de cine durante doce años y lo que le digo a mis alumnos siempre es que cojan la cámara, que ahora pueden grabar con mucha calidad por muy poco dinero, que llamen a sus amigos y que se vayan a rodar. Lo que pasa a veces, yo lo he visto mucho en la universidad, es que se quejan mucho. Y yo les digo que se vayan a rodar, que se pongan a escribir, que busquen a un amigo que les dé ‹feedback›, que sea cañero, pero que se fíen de su criterio y se pongan a rodar y a crecer rodando. Porque es donde se aprende. Dónde poner la cámara, cómo narrar. Encontrar tu propio estilo. Eso es muy complejo y se tardan muchos años. Si tú empiezas a rodar con dieciséis, cuando tengas veinte ya habrás recorrido un camino con el lenguaje y habrás encontrado tu voz, que no es fácil. El consejo es, rueda, rueda, rueda, o, en digital, graba, graba, graba.
R.T.B.: Muchas gracias.
C.S.: A ti.