Tuvimos la ocasión de entrevistar a Antonio Estrada, uno de los protagonistas de Animal/Humano, la nueva película de Alessandro Pugno.
Rubén Téllez: ¿Qué te atrajo de la película en un primer momento para hacerte aceptar el papel?
Antonio Estrada: Me atrajo un poco todo. Yo no tenía ningún contacto con este mundo de la tauromaquia ni nada por el estilo. Entonces, ya de entrada, es un gran reto; sobre todo, el interpretar a un maestro. Tenía mucho miedo al principio, pero según me iban asesorando, iba disfrutándolo mucho, la verdad. Y me ha dado la oportunidad de conocer un mundo que me era totalmente desconocido. Ha sido una experiencia muy interesante.
R.T.: ¿Hiciste alguna preparación especial para el papel?
A.E.: Nosotros rodamos en la plaza de toros de Guillena. Allí hay una persona que es la que hace el mantenimiento de la plaza. Se llama José Manuel Carriles. Es un tío muy joven. Y él ha sido el que me ha asesorado en todos los pasos. Me ha asesorado hasta en el porte que había que tener para ser maestro torero. Él había sido torero y me transmitió mucho el amor al toro. Fue él prácticamente el que me enseñó a interpretarlo. Sobre todo, en cierto lenguaje corporal.
R.T.: ¿Te incorporaste al proyecto desde una fase temprana, te ofrecieron el papel cuando la preproducción ya había avanzado o fue por ‹casting›?
A.E.: Sí, fue por ‹casting›. Ayer me comentaron que llevaban desde 2016 con el proyecto, o sea que imagínate. Yo hice ‹casting› unos meses antes de rodar. Anteriormente, había hecho un ‹casting› grabado y parece que les convenció mucho. Luego ya hice un casting con Guillermo, el prota. Me pareció alucinante ver cómo está él. Yo salí diciendo «a mí no sé si me lo van a dar, pero a este seguro». Y nos cogieron a los dos.
R.T.: ¿Cómo trabajaste un personaje que en la mayoría de las escenas es duro y áspero, pero que luego tiene algún momento más tierno?
A.E.: El personaje tiene un carácter castellano. Había pactado con Alessandro que fuera castellano para darle más sobriedad. Se encuentra con este chico con el que se identifica. Hay algo paternal en él. Es un niño que de pronto aparece ahí, en la escuela, y, claro, con esa candidez… es un italiano que no sabe hablar español y está totalmente perdido. Eso le enternece muchísimo y entonces lo adopta casi como a un hijo. También está ese carácter recio del maestro, como eran antes los maestros. Yo, con la edad que tengo, los maestros eran intocables. Ahora los pobres… no tienen tanta autoridad. Además, este es un maestro torero, que es pura disciplina, disciplina militar. Incluso la escuela-hogar donde vive, es casi un cuartel.
R.T.: ¿Tuviste alguna referencia a nivel interpretativo?
A.E.: No, la verdad que no. Mi interpretación no suele estar basada en ninguna interpretación anterior. No por nada, sino porque me da la sensación de que me va a contaminar más, que voy a intentar imitar lo que he visto. Me gusta más la pureza de que te habite el personaje y ya está.
R.T.: ¿El director te dio algún matiz concreto a la hora de construir el personaje?
A.E.: Trabajamos mucho el personaje. Incluso lo trabajamos a la hora de rodar, que es algo que me encanta. En ensayos era mucho más severo (el personaje), pero luego en rodaje empezamos a probar otros matices: que empatizara un poco más con él. Y empatiza de tal manera que se derrumba. Fue muy emocionante, porque salió el día del rodaje, esa fragilidad. En principio no la trabajamos y, de pronto, apareció.
R.T.: ¿Hubo mucha espontaneidad e improvisación durante el rodaje o estaba todo muy medido?
A.E.: Estaba medido. A la hora de rodar, vimos que había demasiada severidad. Además, cuando rodamos aquello había un clima muy sensible: Matteo estaba derrumbado. Y su interpretación me ayudó mucho también, porque estaba hundido. Esa fragilidad fue la que, de pronto, hizo que empatizara el maestro.
R.T.: ¿La atmósfera con el resto de actores te ayudó a componer el personaje?
A.E.: Estábamos rodando en una plaza de toros. Excepto la casa, todo es una plaza de toros. Ahí estabas impregnado desde que entrabas. Luego fue duro, porque no paró de llover en Sevilla. Ese sol que buscaban, esa Andalucía, esa plaza de toros soleada, fue muy difícil de conseguir. De hecho, hubo una secuencia, al principio de la película, que se rodó el último día, porque se fue dejando y se fue dejando, porque querían sol. Y entonces digo «un poco de barro y lluvia no nos van a estropear la clase», porque había que justificar que los capotes están un poco manchados de barro y que había agua.