El próximo 29 de septiembre llega a los cines Cerrar los ojos, cuarto largometraje de Víctor Erice que pone punto y final a las tres décadas de silencio que precedieron al estreno de El sol del membrillo. El director retoma aquí sus obsesiones habituales —la memoria individual y colectiva como cimientos sobre los que construir el futuro, la imaginación y el cine como ejes vertebradores de la vida, la curiosidad como motor de la existencia— y las mezcla con un tono crepuscular, obteniendo como resultado una obra testamentaria tan lírica como emocionante. Debido a la alergia que le producen a Erice los medios de comunicación, son los actores principales, Ana Torrent, José Coronado y Manolo Solo, los encargados de promocionar la cinta. Charlamos con ellos.
Rubén Téllez Brotons: ¿Crees que Cerrar los ojos cierra el círculo que se abrió en El espíritu de la colmena?
Ana Torrent: Esa es una pregunta que le haría a Víctor. Es verdad que ha tardado en hacer una película, pero a lo mejor nos sorprende y el año que viene quiere hacer otra. Aunque, para mí sí que hay un círculo que se cierra. Pero se cierra en cuanto a mi relación con el cine, al porqué me dedico a esto, a una serie de preguntas que sé que tienen que ver con Víctor, puesto que empecé con él en el cine. Para él significará otra cosa. Él hace una reflexión sobre la importancia del cine, de las imágenes, en nuestra vida. Y también de la identidad. Si él está cerrando, proponiendo o abriendo preguntas, no lo sé, aunque sí parece que está haciendo ciertas reflexiones desde un lugar, en este caso un director que se ha retirado y vuelve. Ahí, que cada uno haga su lectura. Lo bonito del cine de Víctor es que el espectador hace su lectura porque sus películas le dejan espacio para completarlas.
R.T.B.: ¿Cómo preparaste la escena en la que charlas con el personaje de Manolo en El Prado? Porque teniendo en cuenta su duración, la extensión de los diálogos y su carácter recitativo, teatral en el mejor sentido de la palabra, era muy complicada, pero, sin embargo, consigues que la emoción, siempre contenida, no decaiga en ningún momento.
A.T.: Esa escena tiene mucho que ver con conectar con lo tuyo, con una figura ausente, con un lugar en la vida donde has perdonado y no tienes rencor. Y eso es algo que tiene mi personaje. Es una persona que vive con bastante dulzura las cosas, la situación de su padre. Vive tranquila y serena porque ha perdonado.
R.T.B.: ¿Cómo trabajasteis las escenas del tercio final de la película, teniendo en cuenta que vuestros personajes son amigos de toda la vida que se reencuentran treinta años después, pero uno ya no recuerda al otro?
José Coronado: Yo las trabajé sin emociones, porque mi personaje no sufre, está ausente, es un niño. Le daba igual que fuese a hablarle su amigo, que el jardinero, que el viejecito de turno. Ahí es el personaje de Manolo el que tiene más luchas, más conflictos.
Manolo Solo: Claro. La intención es penetrar ese cristal esmerilado que tiene delante de su memoria, intentar contactar con él, descubrir hasta qué punto estaba en este lado o en el otro. Era como someterle a pruebas para ver si le estaba diciendo la verdad. Y la prueba definitiva era ponerle la película que hicieron juntos para ver si la imagen cinematográfica le despertaba la conciencia. Eran secuencias muy bonitas de rodar, porque en el pasado los personajes se conocían mucho, habían sido uña y carne y ahora uno estaba ausente.
J.C.: Y era difícil estar en la posición de Manolo, porque un actor trabaja en base a la réplica que le da el compañero y yo no le daba nada.
M.S.: Sí, pero ese nada era mucho.
R.T.B.: ¿Qué pensáis de la polémica que hubo en Cannes durante el estreno de la película y de la no comparecencia de Víctor en el festival?
M.S.: Respeto su decisión. No tengo nada que decir al respecto.
R.T.B.: ¿Víctor os dio alguna indicación específica de cara a la escena final?
M.S.: No nos dijo nada. En el guion estaba escrito que yo miraba al personaje de José y era algo que yo tenía claro, porque, al final, mi personaje está intentando ver qué efecto tiene en él lo que está viendo, ver cómo le modifica, si le dota de conciencia y consciencia, si consigue devolverle la identidad y la memoria.
J.C.: Víctor buscaba esos momentos. Los actores no habíamos visto La mirada del adiós, la película que se proyecta al final. La vimos por primera vez ahí. Luego nos fuimos a Cannes a ver Cerrar los ojos por primera vez, porque tampoco la habíamos visto. Nuestras caras allí debían de ser un poema.