Discutíamos, después del visionado de Endless Summer Syndrome, sobre el valor de una película cuando se acoge a los términos de la película de sobremesa. Hace unos pocos meses nos vimos sobrecogidos por la última película de Todd Haynes, que se aferraba desde Secretos de un escándalo a los límites de estas denostadas producciones por el público selecto, por lo que me parece válido querer juguetear con las similitudes del telefilm sin soltar del todo los rasgos de “autoritis” que se pasean por los festivales que quedan a los márgenes de la popularidad.
Es cierto, Endless Summer Syndrome lo tiene todo para complacer a aquellos que disfrutan de la siesta velada por un exagerado drama familiar, pero lo hace con cierto gusto por lo icónico. Una familia de clase alta, formada por una madre abogada, un padre escritor y sus dos hijos adoptados ya encauzados en la mayoría de edad, disfrutan de unos últimos días de vacaciones en una idílica casa palaciega con piscina. Con unos pocos rasgos ya nos invitan a pensar en ese estado emancipado del tiempo, dilatado por los pausados acontecimientos y solo marcado por la marcha del hijo mayor para estudiar en el extranjero. Del mismo modo, el director no parece interesado en anclar al espectador en ese sosiego inalcanzable, pues delimita la película a partir de ‹flashforwards› que nos anuncian una tragedia, y que va marcando a los afectados según van apareciendo frente a un gendarme para declarar sobre un hecho que desconocemos. Esos cortes, grises y encrespados, rompen la narrativa visual idílica que acompaña el entorno estival: un formato cortado, muchos primeros planos para saborear de cerca las dudas y reproches silentes, y alguna estampa general para matizar la soledad de un personaje frente a la aparente inocencia del resto.
Porque la historia se basa en una llama de teléfono recibida por la madre que trunca su idealización de la familia, una persona anónima informando de “algo” perturbador que sucede entre el padre y uno de sus hijos. Una pequeña duda que va tomando forma al acercarse forzosamente a todos los personajes desde la perspectiva de una madre que se encuentra rezagada al confrontar sus pesquisas sobre lo que podría estar sucediendo. Esto permite que la película fluya entre lo real y lo aparente, insertando incluso escenas imaginadas para subjetivar todavía más las dudas de una madre que en una de las primeras escenas afirmaba que los jóvenes conocían la violencia desde temprana edad en el hogar. Con esta afirmación inicial intenta dar un vuelco a los ideales de familia disfuncional, llevando el drama a una que está perfectamente estudiada, que goza aparentemente de salud financiera y confianza a la hora de abordar sus propios problemas, convirtiendo lo perfecto en una especie de castillo de naipes con la intención de sorprender.
Es posible que el intento de convertir un drama familiar en un thriller erótico lleve a que Endless Summer Syndrome tome decisiones un tanto burdas y subrayadas, pero van en consonancia con los límites que quiere sobrepasar para contar la misma historia de siempre con ciertos toques de subversiva elegancia. Hay ciertas escenas que dan a entender la intrahistoria de cada personaje y da pie a imaginar el final que posteriormente decide subrayar dando explicaciones ya entendibles, que le resta fuerza a ese distanciamiento entre los hechos y el comportamiento de los personajes que mantiene prácticamente todo el metraje, pero en sí, esa forma de mascar la tragedia, pese a ser evidente, forma parte de la intensidad que le quiere dar a un drama que surge de la nada. Es imperfecta, pero su director tiene herramientas para dejarse llevar visualmente, sin separarse, obviamente, de esa intención de elevar el concepto telefilmesco de los dramas más inverosímiles y telenovelescos que parece apreciar a cierta distancia.