El desierto y los márgenes son el resguardo de los excluidos, de los exiliados, ese lugar donde poca presencia tiende a realizar el estado en cuanto a infraestructura; un espacio más bien de regulación, de control, en razón del tránsito de traficantes y contrabandistas, un escenario que permite tanto anhelos de escape como amenazas de muerte y desolación. En el caso de la cinta que nos atañe, el desierto protagonista es el de la frontera entre Irán y Afganistán, una frontera caliente y caótica, que en años recientes se ha puesto en foco del mundo a raíz del ascenso de los talibanes al poder, dado que este cambio de gobierno ha traído de nuevo a la nación afgana una serie de leyes y principios arcaicos que ya se consideraban derogados, y también una persecución política voraz contra aquellos que apoyaron el anterior régimen.
Nuestro guía en este drama será el profesor Ahmad, el cual es el personaje arquetípico que representa la apuesta racional en medio de los prejuicios teológicos de sus vecinos; su papel no será confrontativo, pero sí de mediación entre los choques de las tribus que defienden preceptos difíciles de medir para aquellos ajenos a estas culturas. De hecho, se puede decir que uno de los atributos de la cinta es el desconcierto frente a determinadas reacciones y actos que son difíciles de interpretar, y la narración tampoco se esfuerza por contextualizarlos, creando así un sentimiento de desasosiego en el espectador, de estar frente a circunstancias críticas que nos superan.
Elogios merece el retrato del desierto, un desierto gris y desordenado, entrópico, que parece una suerte de purgatorio, donde el calor es ausente y deja más bien paso a un estado de ventisca perpetua, en el que los sujetos son siempre golpeados por el azote inclemente de una naturaleza que los rechaza, hostil e inmisericorde.
Uno de los principales ejes de la trama es la relación críptica en clave de ‹ménage à trois› perverso entre dos jóvenes y un anciano moribundo, los cuales ocultan un giro previsible y que de manera obvia está en la cinta para señalar la compleja situación de la mujer en los estados islámicos, más teniendo en cuenta la revuelta de los talibanes. A esta subtrama se sumará el pasado trágico de Ahmad dando pie a la introducción de un nuevo universo y contexto, el de Irán, que si bien no se retrata se forma tan caótico como el desierto de Afganistán sigue siendo un lugar de tránsito para quienes escapan de las garras de los dogmas del islam; este ultimo capitulo de cierre es a la vez el momento para complejizar y definir de manera precisa las razones ocultas detrás de Ahmad para ayudar con tanto ahínco a la joven pareja.
Se echa en falta quizás un prisma novedoso en cuanto a las relaciones maritales en tales contextos, ya que solo a pocos sorprenderán algunos de los dilemas de la joven pareja. Incluso valdría la pena un giro en cuanto a la perspectiva protagónica, dado que como ya se anticipó esta voz de la razón que encarna Ahmad no es más que una reiteración en el relato moderno que a veces condena a el puro “cripticismo” o a la barbarie las contingencias de tales regiones; estas variaciones se echan en cara no por un deseo puro de novedad, sino por la necesidad de una ampliación de las miradas, ya que si queremos afrontar estas realidades debemos hacerlo recomponiendo el espectro en todas su facetas. No por esto Endless Borders deja de ser una película recomendable, por el contrario, es lo virtuoso en su propuesta lo que vislumbra un potencial mayor en un futuro no muy lejano.