Nick Quinn rueda una cinta sin pulso pero pretendidamente indie y cool, y la cosa acaba rozando el desastre, por suerte hay algunos elementos aislados y ciertos detalles que evitan el horror.
Mi gran problema con la película es que tengo la sensación que ya la he visto antes y para colmo era mejor. De todas formas las cintas sobre gente mayor que empieza darse cuenta de ello mientras mantiene relaciones sexuales con jovencitas es prácticamente un subgénero cinematográfico en Francia. El último derivado fue la estimable y pisoteada por parte de la crítica ¿Y si vivimos todos juntos? (Et si on vivait tous ensemble?, Stéphane Robelin, 2011), que funcionaba en varios aspectos, como su retrato de la vejez y la mirada mordaz a los viejos jóvenes del Mayo francés del 68.
Con En la flor de la vida tenemos a un triunfador presentador de televisión, seguro de si mismo, que se acuesta con una mujer mucho más joven que él y de pronto debe afrontar la terrible verdad sobre el pasar de los años cuando se hace cargo del cuidado de su padre, un irascible viejo con ganas de fastidiarle la vida. La convivencia no será fácil y para ello Gaspard, nuestro protagonista, decide contratar a una cuidadora. Tras muchas candidatas desechadas de mala manera por el anciano padre, al final la casualidad ofrece a Gaspard la mujer ideal, Zana, una dulce mujer de una imaginación desbordante y con una mirada fresca y cautivadora sobre la vida, que conseguirá seducir e inflar candidez a las vidas del padre y el hijo.
Desde luego la sinopsis puede resultar estimulante, pero la pretendida amable relación entre personajes sólo funciona en determinados momentos aislados, como en esa escena donde el padre y la cuidadora se hacen pasar por un matrimonio para cabrear a un no amigo del primero. De igual manera, cuando el anciano comienza a evocar su pasado uno puede casi tocar por fin algo de esa ternura, pero todo salta por los aires cuando el cineasta pone a la cuidadora a hacer cosas molonas porque sí, sin una verdadera justificación y dando la sensación que el personaje está pobremente descrito desde su concepción.
Y ojo, yo soy el primero al que le gusta que en el cine de Hal Harley la gente se ponga a bailar y a mantener diálogos absurdos mientras se mueven de manera antinatural, pero entiendo a los personajes que, dentro de esa dulce locura tan característica del cineasta americano, poseen una coherencia. Y eso no lo encuentro aquí. Tenemos dos personajes arquetipos, un hombre y su padre que se llevan como el perro y el gato, y para que todo evolucione metemos en la ecuación a un personaje femenino que lo transforma todo, incluyendo a la relación entre los dos personajes anteriormente descritos.
Pero el personaje de Zana no funciona, y al ser el pilar que sostiene la cinta, todo acaba viniéndose a abajo.
Pero como decía al inicio, el desastre absoluto se salva con escenas aisladas y por un mínimo interés en la trama. Es una lástima que el humor brille por su ausencia salvo en lo referente a un personaje secundario, que está descrito apenas con un par de pinceladas y aún así funciona en los pocos momentos que sale en pantalla.
Cinta amable, simpática y agradable.
En suma, pocas cosas funcionan en la obra.