Leyendo algunas de las críticas sobre En el camino (Na putu, 2010) que se hicieron desde España uno comprende que en buena medida no se han entendido las ideas principales de la película. No se trata, como muchos apuntan, de una cinta sobre la radicalización de un musulmán y el integrismo religioso. Si fuera así, la obra de Jasmila Žbanić no pasaría por ser otra de las muchas bien intencionadas películas sobre el tema que no aportan nada, salvo, parece ser leyendo a determinadas personas, que esta vez está hecha desde el “bando” musulmán y por ese mero hecho, ya algo digno de aplaudir aunque la obra sea una castaña (repitamos todos juntos:¡paternalismo! ¡etnocentrismo! ¡orientalismo! ¡yuju!).
La sinopsis al respecto es sencilla; Luna y Amar son una pareja cosmopolita de Sarajevo. Él lleva arrastrando problemas de alcoholismo desde su participación en la guerra. Un día, tras perder el trabajo debido a su adicción, se marcha una temporada a un campamento orquestado por una comunidad musulmana. Cuando regresa ya no tiene problemas con la bebida, ha encontrado la paz y se siente completo. Desgraciadamente, también ha abrazado una manera de entender la religión y el mundo que lo rodea que choca con Luna.
Deberíamos intentar aceptar que no todas las cintas donde se hable de religión o desde ella van a ir por el mismo sendero establecido de ante mano. De hecho la mirada de su directora trasluce una visión más laica que religiosa, pero el verdadero tema de fondo es la pérdida y la búsqueda de la identidad por parte de los dos personajes principales. La identidad, no la religión (islámica), aunque uno de ellos se aferra a ella como identidad.
Como decía antes, esto sólo es el pretexto. El problema interno de los personajes, que nunca se verbaliza, es la identidad. Me explico. Ambos son una pareja moderna de Sarajevo que sobreviven como puede. Son musulmanes, no tanto como fieles de una religión, si no como “hecho cultural” y ni siquiera es un dato especialmente significativo ni que pueda describir la vida de ambos. Ninguno de ellos es especialmente creyente al inicio de la película, salvo las festividades y fechas señalas que pasan en familia, como ocurre con buena parte de la población musulmana y como bien podría suceder en nuestro país. Viven y se relacionan con serbios (ortodoxos), ya que en Sarajevo sigue existiendo esta convivencia, que sí se ha perdido en otras partes del país. Son bosnios, musulmanes y laicos en armonía con su entorno.
Pues bien, está última afirmación esconde un problema de hondo calado. Hay una gran parte de la población que reside en algún lugar diferente al que se crio. La guerra creó una cantidad de exiliados internos en cualquier dirección. La propia Luna es una de ellas, su pueblo natal ahora es totalmente “puro” étnicamente, en la República Srpska.
Es complicado sentirte bosnio cuando buena parte del país vive de facto en otro país independiente y que niega haber cometido jamás ningún acto criminal contra la población musulmana y reniega de ti (esta temática será abordada por la propia directora en su posterior obra For Those Who Can Tell No Tales). Es complicado sentirte musulmán cuando buena parte de los musulmanes no te consideran como tal por ser demasiado laico. Es complicado sentirte laico y moderno si para medio mundo no eres más que otro musulmán, como así son mirados o incluso observados por el extranjero, que de paso achaca al país y a su población una retahíla de frases hechas que se dan por aceptadas.
Amar busca su identidad en la religión renunciando a todo lo demás. Luna acabará buscando su identidad en su pueblo materno, de donde fueron expulsados en la guerra y ahora sólo viven serbios. Porque lo cierto es que muchas personas no tienen, digámoslo así, un origen, algo a que aferrarse. Lo que se desprende de la película es la búsqueda de esa identidad perdida que durante el periodo yugoslavo fue olvidado o incluso censurado, pero que no supuso aparentemente un problema.
El choque está servido en esa relación donde él no puede ceder lo más mínimo y ella no consigue acercarse a él en sus planteamientos religiosos que no siente y aunque quiere tolerar, le supone un problema moral y ético. Al fin y al cabo, Amar terminará achacando la guerra de los Balcanes a un castigo divino por la falta de religiosidad de los musulmanes en una escena familiar y tragar eso es simplemente inaceptable, imposible de defender para cualquier persona, y Luna casi es capaz de tragar eso. Y todo esto en Sarajevo, un lugar que a pesar de los pesares, es mucho más abierto, tolerante y cosmopolita que otras zonas del país, tal vez únicamente igualado por Tuzla (única ciudad donde en las primeras elecciones democráticas previas a la guerra, la alcaldía no cayó en manos de ningún partido nacionalista, si no en el socialismo y donde hace bien poco empezaron las primeras manifestaciones que pedían acabar con la corrupción y otros males que asolan al país, en una suerte de 15-M bosnio).
Luego tenemos uno de esos juegos de identidades que tanto les gusta a los cineastas del país, consistente en coger a actores y actrices de determinados lugares o religión para que interpreten personajes de fe diferente. Aquí, por ejemplo, tenemos a la croata Zrinka Cvitešić haciendo de una chica joven de cultura musulmana, o a la maravillosa Mirjana Karanović, serbia, haciendo de mujer integrada en una secta radical que profesa el amor por el Islam (Karanović es una experta en hacer este tipo de roles, desde una monja cristiana o a una homófoba serbia que por el contrario no se muestra racista con los musulmanes en Go West, 2005). Este juego de identidades que tanto se da en Bosnia tiene especial relevancia aquí al tratar el tema que trata.
Por tanto, En el camino no habla de la religión o de la radicalización islámica, un tema que ahora resulta de rabiosa actualidad. La cineasta no tiene las respuestas para la pregunta: ¿Cómo se radicaliza uno?. Amar se va unas semanas y a la vuelta ya es uno de ellos. Ha conseguido superar su adicción a la bebida pero ha caído en las garras de una secta. ¿Cómo? Ni se sabe ni importa.
De todas formas si que hay una posible causa; el trauma por la guerra. Al fin y al cabo, Amar empezó a beber tras la contienda que asoló la región y provocó miles de muertes. Lo interesante es que la transformación de su novio hace ver a Luna que ella no tiene identidad. Intentará acercarse a la religión para suplir ese vacío del alma, pero acabará asqueada ante la intransigencia que se encuentra. Sin palabras, sin explicitarlo, irá entonces al lugar de su infancia, en algún punto de la República Srpska. Lo que hallará ahí es un pueblo normal, donde no queda nada de su pasado, los serbios de allí, de manera implícita o simplemente por no hacer nada que lo impidiese, han acabado con el legado musulmán.
Es una cinta que no ofrece soluciones ante el problema de la radicalización de Amar porque ese no es el tema, por mucho que se deja entrever una visión pesimista de una directora que se ha caracterizado por su humanismo y que aquí deja paso a su laicismo, uno que no ataca a la religión, a ninguna de ellas.
Sería muy interesante juntar a Jasmila Žbanić con la otra gran cineasta del país, Aida Begić, cuya identidad y mirada no se entiende sin la religión islámica, aunque desde el punto de vista espiritual. En el cine de ambas encontramos un profundo humanismo, una mirada femenina y la búsqueda de la identidad como única manera de resistir a los males que azotan al país.
Dos pedazos de cineastas a las que hay que que tener muy en cuenta en el panorama cinematográfico actual. Yo soy un poquito más de Žbanić, pero sólo un poquito. En el camino es una interesante obra que merece mucho más reconocimiento del que tiene.
Vi la cinta…. Y me cautivo.. La música.. Los paisajes.. El romance