Emilie (Olivier Pesch)

Emilie es el segundo cortometraje como realizador de Olivier Pesch tras el simpático Le gardien du nid estrenado en 2006. El luxemburgués, que ha trabajado entre otros en la película de 2009 Pánico en la granja, se ha especializado en la animación ‹stop motion›, el formato de elección de sus dos obras como director.

En la comparación con su cortometraje anterior, puede observarse una clara progresión a nivel técnico; Emilie es una obra muy pulida, y por encima de todo, sorprendentemente fluida en todo momento, que significó para Pesch dos años de dedicación frente al año que le ocupó Le gardien du nid. La imaginería tétrica de aquella se convierte en un escenario familiar y simpático en ésta, aunque sigue resultando curioso y fuera de lo común un diseño de personajes que tiene como característica más llamativa la ausencia de color en los ojos. A esta sólida y algo extraña recreación visual se une una banda sonora variada, de partituras sencillas a las que se da un uso impecable, convirtiéndose tal vez en el aspecto más destacado del corto a pesar de su buen hacer general.

Emilie

La historia es una tierna fábula mágica concebida claramente para un público infantil, en la que una niña (Emilie) trata de ayudar a su padre en un invento revolucionario (Marcel) con la ayuda de unos simpáticos monos, combina una narrativa sencilla —que no simple— con una ejecución casi excelente, a la que sólo puede ponerse un pero casi inherente al formato: la narración es esquemática y las distintas situaciones argumentales se suceden rápidamente, sin ahondar en ellas y centrándose sólo en lo básico para transmitir una moraleja a sus espectadores. Esto no supone ningún problema durante la mayor parte del corto, debido al tono fabulístico de la historia, pero en contadas ocasiones sí que puede llegar a constituir un doble filo, debido a que plantea escenarios con un potencial interesante que terminan diluyéndose como meras anécdotas. Sin ir más lejos el distanciamiento de Marcel respecto a su hija Emilie, debido a su obsesión por crear un invento revolucionario, y que termina desembocando en una situación con algo de mala baba, en la que la niña llega a reemplazar sus cuidados por los de los monos. Tal vez por el límite autoimpuesto de no sobrepasar un cierto nivel de cinismo para adaptarse a su público objetivo, esto queda sólo como un guiño, y en poco tiempo el argumento se centra en recuperar y normalizar esta relación, con los monos sirviendo de nexo para unir a Emilie y Marcel a través de la creación de este invento.

En cualquier caso, Emilie no deja de ser un cortometraje irreprochable para mostrar a los niños, una forma creativa de resaltar los lazos afectivos familiares, la amistad y la fascinación por la naturaleza, que si bien no alberga tanto interés para un adulto, está narrado con la suficiente gracia y fluidez narrativa como para mantener su atención. Varias escenas revelan un sentido del ritmo y una capacidad de jugar con los elementos fuera de lo común (como ejemplo, la caótica y excelentemente ejecutada secuencia de la incursión nocturna), y su conclusión es satisfactoria a todos los niveles.

Emilie

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