El viaje de Nisha (Iram Haq)

Una de las cuestiones que plantea la configuración de sociedades multiculturales es el conflicto que puede provocarse entre la conservación de las tradiciones propias de las comunidades de migrantes y el proceso de asimilación de sus descendientes mientras se integran en las costumbres del país en el que han crecido. El desarraigo respecto a las normas y principios morales de las nuevas generaciones chocan con aquellos que desean mantenerlos vigentes en pos del prevalecimiento de su identidad en un contexto completamente distinto. En El viaje de Nisha su directora Iram Haq relata desde lo ficcionado su particular perspectiva de ciudadana noruega de origen pakistaní algunos de los momentos más oscuros a los que tuvo que enfrentarse con su familia. La adolescente Nisha planea sacarse el carné de conducir, asiste al colegio donde tiene amigos y con los que hace vida social como cualquier joven noruega de su edad. Algo que por muy inocente que parezca entra en colisión directa con lo que su familia —y por extensión toda su comunidad— asume del comportamiento de una mujer joven a la espera de encontrar marido y cumplir con sus obligaciones como madre y esposa.

Por muy chocante que pueda resultar, la intransigencia de los padres de la protagonista refleja una realidad en la que ciertos valores morales y específicamente la represión de la sexualidad de las mujeres y la restricción de su libertad forman parte de un compromiso en el que el honor de la familia está en juego frente a los demás y por el que la felicidad y la realización personal se deben dejar a un lado si no se quiere acabar siendo un paria junto al resto de su clan. Iram Haq mantiene durante su metraje un tono no especialmente trágico pero que si tiende a lo melodramático para reforzar unas imágenes que ya están cargadas del dolor y estupefacción de la mirada de su actriz protagonista en su incesante búsqueda con la cámara. Una decisión que podría parecer superflua y redundante —quizá fruto de una supuesta inseguridad respecto a la capacidad del film de dejar clara su posición—, pero que ya estaba presente en su primer largometraje I Am Yours (2013) como decisión estilística. En aquella la escisión de su personaje principal respecto a su familia formaba parte de un trasfondo que aquí es el eje del relato. Un relato cuya estructura guarda evidentes paralelismos con las dificultades y el sufrimiento del personaje principal en tres fases que nos llevan al punto crítico en el que Nisha se ve abocada a tomar la decisión definitiva de resignarse o escapar a su destino tras múltiples oportunidades en las que intenta adaptarse a una forma de vida que ya no es la suya por mucho que la fuercen a aceptarla.

Si bien el tratamiento de El viaje de Nisha de los personajes adultos podría parecer maniqueo o exagerado, dista mucho de juzgarles en términos absolutos. Incluso deja espacio para la redención del padre que desde un primer momento se ve que intenta hacer lo mejor para su hija y su familia, aunque sus motivos o sus métodos sean incomprensibles desde una mirada externa a priori. Nisha intenta ser feliz en cualquier situación en la que está. Esa misma minúscula parcela de felicidad es la que se le niega repetidamente en Europa o de regreso a Pakistán como prisionera de su propia vida. Este episodio se aprovecha además por parte de la directora para realizar una crítica política bastante dura a la situación del país y sus instituciones. No hay un juicio a sus tradiciones o sus costumbres como tales, pero sí está señalando constantemente la falta de capacidad de adaptación de quienes han dejado atrás su país por las posibilidades que les brinda el que les acoge. Una situación paradójica en la que se resisten a superar e imponen su restrictiva visión del mundo a los que si ven multitud de posibilidades para buscar su sitio y su propia identidad.

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