El último late night (Cameron Cairnes, Colin Cairnes)

Los hermanos Cairnes vuelven a fijarse en el pequeño formato para explorar nuevas formas de terror. Si con Scare Campaign elevaban la apuesta del formato televisivo yendo a los extremos en busca de nueva audiencia, con su nuevo trabajo, El último late night, nos mantienen en vilo como si estuviéramos realmente observando un directo en una tele de tubo catódico. Para ello utilizan dos herramientas tremendamente valiosas. La primera es prometernos un capítulo al estilo ‹true crime› sobre un evento pasado en el que introducir un programa de televisión donde la acción sucede a tiempo real. La segunda es el carisma que desprende David Dastmalchian como protagonista/presentador de esta historia. Ambos elementos son tremendamente adictivos y clave para el goce y disfrute de la película.

Inspirado en los incipientes ‹late nights› de la televisión norteamericana —formato y grano incluido—, viajamos a los 70 para observar la confección de un programa clave para un presentador en decadencia. Ya desde ese inicio que nos propone estar viendo un especial sobre un programa pasado, con una voz en ‹off› que nos informa de la situación del protagonista, del equipo y de los resultados que todos ellos buscan obtener a partir del revulsivo que proponen con la temática del programa seleccionada para esa noche de Halloween, nos ofrecen suficiente gasolina para esperar expectantes cualquier tipo de debacle durante la emisión. Su título internacional Late Night with the Devil pone ya todas las cartas boca arriba, sin duda. El mismísimo Diablo va a participar en un programa de (casi) máxima audiencia en busca de ser el más visto de la historia y dejar el “casi” en el olvido.

Invitados por el narrador inicial, nos mostramos predispuestos a ver un programa de televisión íntegro en el que además tenemos el aliciente de cotillear entre bambalinas durante los cortes publicitarios, lo que nos lleva a una evolución sin cortes de la trama. Gracias a ello contemplamos las dos caras del personaje de David Dastmalchian, un Jack Delroy carismático, atractivo y magnético, un animal de televisión que sabe hasta dónde llegar en favor del espectáculo y que irá viendo cómo sus fuerzas flaquean ante el avance de los acontecimientos.

Nos encontramos así entre los artificios televisivos —potenciados a base de música, chistes guionizados e invitados polémicos— una buena colección de eventos potencialmente sobrenaturales, siempre con el beneficio de la duda por delante al estar en ese ambiente polémico que busca únicamente índices de audiencia poderosos. Lo que comienza de un modo tan planificado va tomando formas inesperadas tal y como van apareciendo los distintos invitados, dispuestos a chocar entre ellos y llevar al límite al propio Delroy. Pese a que el programa goce de sus descansos, el relato en sí sigue adelante entre anunciantes, demostrando que el dominio de la situación no es el fuerte de ninguno de los presentes, ni siquiera los productores y regidores que rondan el plató son conscientes de lo que se cuece.

Es el rostro de Dastmalchian es quizá el elemento más expresivo de esta película que va camino al despropósito gracias a esos pequeños instantes en los que queda desencajado al dudar de aquello que envuelve el plató esa noche de brujas. Pese a que ofrecen una rebuscada respuesta a los acontecimientos, cada vez más extremos y sorprendentes, la verdad es que funciona a todos los niveles, ya que la presencia de la oscuridad en un plató lleno de cámaras y focos luminosos es de por sí un dislate tremendamente divertido.

El último late night es una de esas películas capaces de engancharte a partir de un producto de sobras conocido (quién no se ha parado frente a la televisión a ver un programa de semejantes características), con un aspecto sátiro, que gana enteros gracias a la alimentación de posibles grupos masónicos, muertos que reclaman su lugar, juegos ilusionistas y el anunciado fin del mundo que resulta la posibilidad de ser una última vez en antena con el programa, sin saber si es porque no funciona en absoluto el ir tan lejos con la provocación, o porque funciona demasiado bien, con ideas tan llamativas por parte de los directores como la implementación de exorcismos en ‹prime time› o la evolución de géneros de horror con los que nos sorprenden.

Divertida, intrigante y llena de personajes volubles y desesperados, su traca final es poderosa, tal y como se presiente en todo momento, y no queda más que aplaudir la evolución de los hermanos Cairnes, con una película descarada llena de elementos conocidos y disfrutables, que sabe combinar la intriga del dónde nos llevará todo esto con lo grotesco y festivo del terror.

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