Jessica Woodworth y Peter Brosens, tras realizar tres largometrajes en conjunto presentan su nueva obra El rey de los belgas, un sátira política en formato de falso documental que se inspira en una anécdota real que le sucedió al primer ministro estonio, que en medio de una visita a Estambul se encontró con una erupción volcánica por la que quedó atrapado, teniendo que volver a su país en un minibús. En esta ocasión no nos encontramos con el primer ministro estonio, sino con el rey de los belgas Nicolás III, que se encuentra rodando un documental propagandístico sobre el papel de la monarquía. Durante el proceso viaja a Turquía para estrechar relaciones con el país, que quiere entrar a formar parte de la UE. En medio de este viaje protocolario sucede una emergencia social en su país cuando Valonia declara su independencia de Bélgica. Este hecho coincide con una tormenta solar que dificulta la posibilidad de salir del país, pero Nicolás III asume el papel de monarca y se las ingenia para encontrar la forma de salir de Turquía y llegar a Bruselas a salvar un país, que no echa en falta su presencia.
El director del documental se enfrenta a una maquetada formalidad, continuamente observado para que no se aleje de su papel de realizar una obra propagandística. Le piden que no busque el azar o la realidad, que capte los protocolos. Pero haciendo caso omiso de todo esto el director sigue grabando los momentos supuestamente fuera de cámara, donde preparan la escena protocolaria. La película muestra a una monarquía decrépita, que no encuentra el sentido de su existencia, el monarca encerrado en el protocolo sigue los pasos que marca su séquito. El director del documental y el monarca intercambian miradas cómplices, contrarias a ese esquemático protocolo. Cuando se encuentran con la necesidad de escapar de Turquía, por cualquier medio, ambos personajes comienzan a tomar las riendas de la aventura, dejando a un margen a los consejeros que siguen intentando imponer sus normas. Se dejan llevar de forma libre, olvidado todo reglamento para llegar de cualquier forma a Bruselas.
Aunque la obra tiene varios elementos que resultan interesantes, no termina de cuajar en ninguno de los sentidos. Por momentos parece que intenta llegar a lo cómico, pero no lo consigue (o carezco de humor para entenderlo). Los personajes no terminan de funcionar ni son dotados de personalidad, son arquetipos cerrados que carecen de toda profundidad. La aventura para escapar de Estambul, exceptuando algún momento de mayor interés, por lo general es un suplicio para el espectador más si a esto le sumamos la caricaturesca persecución del policía turco. La crítica política queda muy en la superficie y se difumina con facilidad, por lo que me es imposible encontrar en la obra algo a lo que agarrarme ya que todo queda en aire. Parece ser que la intención de los directores es retomar este personaje en su próximo largometraje, donde abarcarán el tema del fascismo, en esa ocasión pretenden abandonar el formato de falso documental (aunque en un principio de El rey de los belgas aporta los momentos más interesantes, con el tiempo deja de tener interés). Esperemos que para el siguiente largometraje consigan dotar de profundidad al personaje de Nicolás III.