El tercer largometraje del salmantino Jonathan Cenzual Burley es un thriller rural que explora un tema ya bastante manido en la ficción, pero no por ello carente de relevancia en la actualidad: la lucha de un hombre por mantener su modo de vida frente a una sociedad que pretende fagocitarle, representada aquí en la forma de una constructora que pretende comprar a toda costa la casita de campo en la que vive.
Curiosamente, este conflicto principal que termina por absorber toda la cinta aparece relativamente tarde. Hasta ese momento El pastor es una historia distinta, una pieza contemplativa que roza el enfoque documental sobre la rutina de Anselmo, conociendo a fondo sus costumbres, su estilo de vida, y al mismo tiempo imbuyéndonos del encanto de la misma y construyendo unas expectativas en torno a la narración que la introducción del elemento de conflicto cambia por completo. Este efecto, tal vez buscado por el propio autor, hace que cueste en un principio compaginar dos facetas casi antagónicas de la película, y lo trillado de su premisa no ayuda a la inmersión inmediata en este nuevo punto de vista. En cualquier caso, la acción planteada por Cenzual es claramente progresiva, y las dudas iniciales terminan por ser un trámite necesario para desarrollar su trama con una contundencia cada vez mayor.
El mérito más reseñable de esta cinta es sin lugar a dudas su fotografía bastante pulida, con gran protagonismo de los escenarios sobre todo en ese primer tramo pero también a lo largo del conflicto y logrando reflejar con precisión el estado de ánimo inherente a cada escena, desde la calidez acogedora de la casa de Anselmo hasta la frialdad mecánica y aterradora del matadero, en la que tal vez sea la secuencia más lograda a nivel de tensión y sensación de inseguridad. Es una película que cuida la expresión visual y la potencia en los momentos adecuados para construir con ello escenas muy eficaces.
El guión, sin embargo, no está a la altura. Es cierto que mediante un desarrollo bien medido logra una cierta inmersión en el drama creciente de su protagonista y refleja con acierto el ambiente de crispación progresivo entre éste y el resto de personajes en la trama. Pero donde otros cineastas que reflejaron las tensiones dentro del entorno rural acertaron, esta película falla. Uno de los aspectos que hacían de Furtivos o Los Santos Inocentes películas impactantes y memorables era un cierto distanciamiento emocional que permitía tratar con un tono más seco dichos enfrentamientos, permitiendo que fuera el espectador quien sacase sus conclusiones y tomase partido. El problema de Cenzual es que prescinde de esto desde el primer momento porque su perspectiva está al cien por cien con Anselmo y ni se molesta en disimularlo. Esto no es necesariamente malo, desde luego, las intenciones son distintas y por tanto el enfoque también debe serlo. Pero como se trata de una historia que trata elementos y actitudes comunes y reconocibles en todos los bandos, la práctica canonización del protagonista frente al resto de personajes queda artificial y chirría durante todo el metraje, sobre todo cuando decide explorar los otros puntos de vista e incluso en su apariencia ecuánime queda manifiesta la parcialidad de su director en el conflicto.
De hecho, todo lo que está mal en El pastor podría resumirse en una sola y llamativa conclusión: Anselmo es el personaje menos interesante de la película. Veo en él tanta implicación personal del director por representar el conflicto que en las escenas en las que no se alimenta éste las conversaciones son dubitativas, como si estuviese a medio hacer. Como si la única razón de su existencia fuese representar físicamente el mensaje que quiere transmitir el filme. Me resulta curioso, de hecho, que Miguel Martín haya prácticamente monopolizado las alabanzas en torno al nivel interpretativo de la obra. Dentro del razonablemente buen nivel general el suyo es un rol irregular, que es capaz de levantar varias escenas por sí solo pero sin embargo mostrarse poco seguro de lo que hace en otras. En todo caso, las carencias del guión en la construcción de su personaje probablemente tengan más que ver con esta sensación que la labor del propio actor.
En cualquier caso y a pesar de sus fallos, El pastor es una cinta a tener en cuenta que muestra convicción en su desarrollo, manifestada en gran medida en la estructuración precisa que se realiza de la tensión dramática como un proceso progresivo, culminado en unas secuencias finales muy impactantes y una conclusión dura y contundente. Demuestra que hay una base ya consolidada, y tal vez en proyectos futuros Cenzual pueda desarrollar la madurez de perspectiva que a mi juicio todavía le falta en esta película, y con ello crear obras más satisfactorias a todos los niveles.