¿Recuerdan Atraco a las tres? Sí, esa magnífica pieza del cine clásico español en la que un grupo de humildes empleados de un banco, capitaneados por un espléndido José Luis López Vázquez, planeaban el robo de la sucursal bancaria en la que trabajaban para ayudar así a su jefe recién desahuciado por la dirección del establecimiento financiero debido a su temperamento altruista y piadoso y por tanto totalmente contrario a las doctrinas capitalistas que convierten a la maximización del beneficio y a la explotación del trabajador en la única disciplina factible bajo los dominios de la ley de la oferta y la demanda. La película de Forqué forma parte por méritos propios de la historia del cine español, al pintar un paisaje casi neorrealista de la España de los sesenta que daba fe de los paradigmas que tejieron el discurrir de la existencia de los españolitos de clase media surgidos durante la dictadura franquista a través de un examen pleno de inteligencia y buen humor que retrataba de forma fidedigna una sociedad en la que campaban a sus anchas la picaresca arrabalera, los vicios que empezaron a surgir en esa década debido a la apertura económica que supuso la firma del Plan de Estabilización de 1959 con el triunfo del mercantilismo salvaje y por consiguiente la sempiterna codicia que ello arrastra, así como esa desesperanza existente en una sociedad carente de libertad que convertía en perdedores a soñadores e idealistas que pensaban que otro mundo era posible.
Pues bien, justo en ese año 1959 el cine griego nos regaló una película que ostenta todas las bondades presentes en la obra española, compartiendo con la misma esa mirada pícara a la vez que crítica con una sociedad carente de altruismo y decencia, lanzando pues una inspirada denuncia social a partir de los paradigmas de la comedia más desenfadada y divertida explotando para ello las esencias de la farsa clásica al más puro estilo de la «screwball» estadounidense, sin renunciar a esos chistes absurdos típicos del vodevil mediterráneo siendo el enredo, las situaciones desternillantes y los equívocos, las herramientas que darán forma a la carcajada más hilarante mediante una ingeniosa deformación de la realidad más cercana y cruel.
Así, la cinta parte, tal como lo hacía la cinta española, de la planificación del robo del restaurante en el que trabaja el camarero Vangelis como única salida posible para resolver la terrible encrucijada en la que se hayan sumergidos el trío de amigos protagonista: Vangelis, Ilias y Thomas. Los tres forman parte de esa clase media/baja griega situada al margen de los triunfadores del sistema, pero siempre depositarios de un talante bondadoso y solidario, hecho este que los ha hundido en la más profunda de las miserias tras haber malgastado su existencia explotados por huraños empresarios. Sin embargo, el trío padece en sus propias carnes los efectos de la inminente necesidad sin visos de conseguir ninguna ayuda desinteresada en el corto plazo. Vangelis necesita 500 dracmas para pagar el hospital en el que se encuentra ingresada su mujer tras haber sido operada de urgencia y, a pesar de pedir prestada a su jefe Labros dicha cantidad, el indecente gerente se negará continuamente a proporcionar el empréstito a su empleado, esgrimiendo torpes excusas. Mientras, Ilias es un desempleado que precisa tener con urgencia dinero para evitar que su casero le eche de su modesta residencia. Igualmente, Thomas es otro parado que tras haber desempeñado durante años un impagable trabajo como albañil ha sido despedido después de que su empresa llevase a cabo un reajuste de personal, precisando también obtener con urgencia dinero para sustentar la precaria economía hogareña. De este modo, después de reunirse en el local en el que trabaja Vangelis, los tres amigos decidirán robar al llegar la noche el restaurante gerenciado por el huraño Labros. Para ello se acordará que Ilias se disfrace de policía para no levantar sospechas, utilizando como señuelo el uniforme de un familiar que trabaja como policía en la comisaría del distrito 16.
Este sencillo y aparentemente golpe perfecto se complicará a medida que entren en juego una serie de personajes relacionados con una trama de robo de joyas en la que se encuentra implicado el honorable Labros, un empresario que bajo el disfraz de un honesto administrador de un establecimiento de hostelería, esconde a un usurero prestamista sin escrúpulos que no dudará en obtener indecentes beneficios empeñando joyas de dudosa procedencia. Y como cabecillas del tráfico de mercancía usurpada encontraremos a un matrimonio perteneciente a la alta aristocracia helena sumido en un mar de deudas debido a la adicción al juego de la integrante femenina de la pareja, el novio arrabalero de la sirvienta de una duquesa que ha usurpado un valioso brazalete perteneciente a la patrona de su prometida para entregarlo al perista/empresario Labros a cambio de una ridícula cantidad de dinero y por último otra aristócrata que para huir del control monetario de su marido ha empeñado un valioso anillo de brillantes entregándolo en depósito al noble matrimonio acuciado por las deudas. Así, por un infortunio fortuito, Ilias cruzará su destino con este collage humano, que confundirá al inocente desempleado con un policía al que exigirán que investigue la desaparición del anillo que la alocada aristócrata ha empeñado al matrimonio de la alta sociedad griega, que a su vez lo cedió al perista Labros a cambio de dinero, el cual ha escondido la preciada joya en la caja fuerte que Thomas e Ilias planeaban robar esa noche. ¿Cómo podrán salir ilesos de semejante encrucijada los buenos de Ilias y compañía sin acabar con sus huesos en la cárcel?
Todo este entuerto será empleado por Alekos Sakellarios para tejer una atractiva sátira que mezcla con mucho acierto escenas de alto voltaje humorístico en las que se advierten claras referencias de clásicos imperecederos de la comedia como esa inolvidable escena del camarote de los Hermanos Marx con una afilada manifestación de la desvergüenza e hipocresía presente en una sociedad tejida con el hilo de la opresión practicada desde las altas esferas y clases privilegiadas contra los dóciles obreros que mantienen con su sudor el «status quo» de perversión que define a los poderosos propietarios acaudalados. En este sentido, Sakellarios pinta con unos colores claramente antagónicos a esos pobres diablos perseguidos por la desgracia y la miseria transformados en héroes sin fortuna de la trama planteada, que chocarán con la suciedad, el vicio y la decadencia patente en una clase aristocrática y empresarial sin oficio ni beneficio que mantiene sus focos de corrupción a costa de desangrar a los pobres diablos sobre los que ejercen sin pudor sus instrumentos de poder.
La cinta se beneficia de un excelente guión en el que apenas existe espacio para el reposo, igualmente de un ritmo frenético y muy entretenido que provoca que los escasos 80 minutos de metraje pasen en un abrir y cerrar de ojos, así como de unas magnéticas interpretaciones rebosantes de ternura e histrionismo que dotan al revestimiento visual del film de ese talante intrínsecamente teatral tan característico de los mejores sainetes de enredo de origen italiano o español. Y es que The Policeman of the 16th Precinct es una de esas comedias hilarantes repleta de extravagantes gags que hacen avanzar la trama a través de un lenguaje verbal colmado a partes iguales de inteligencia y disparate de alta escuela, provocando gracias a estas virtudes las oraciones del público para que jamás alcance ese final que nos obligue a abandonar el ambiente humano trazado por Sakellarios. Asimismo la película goza de unos personajes que enamoran por su humanismo desde el primer instante, logrando de este modo encumbrar el resultado final de una película que hace gala de un mensaje que reivindica la humildad y la dignidad como doctrina de vida. Como aporte final, resaltar que la película fue objeto de un remake producido en el año 2008 por la industria del cine griego. Otro punto que conecta a este clásico de la comedia europea con nuestro Atraco a las tres.
Todo modo de amor al cine.