En 1960 se estrenó la película argentina La Patota, filme que estaba adelantado para su época por el tratamiento que hizo a temáticas tabúes para la sociedad sudamericana de ese entonces, y es que su director Daniel Tinayre, de origen francés, era conocido por sus atrevimientos cinematográficos. En el caso de esta película, abordó un tema controversial a través de la siguiente historia:
Paulina Vidal (interpretada por la famosa actriz argentina Mirtha Legrand) es una filósofa que tiene como su principal meta dedicarse a ser profesora en un colegio popular y religioso, pese a la oposición de su padre, un juez jubilado que ve a ese oficio como denigrante para el status de su familia. El centro educativo, al cual fue asignada Paulina, es nocturno y está ubicado en un suburbio de conocida peligrosidad. Una noche, mientras ella se dirigía a tomar el transporte público para ir a su casa es atacada y violada por una “patota” (pandilla), cuyos miembros la confundieron con una mujer a quien solían fisgonear desde la calle mientras se desvestía en su habitación. Luego de su recuperación, la maestra vuelve a dar clases sin saber que dentro del grupo de sus estudiantes están los agresores, quienes tratarán de ocultar su identidad a toda costa. Las cosas tomarán un nuevo sentido dramático cuando ella se entera que ha quedado embarazada. El padre y el novio de Paulina, y hasta la propia rectora del establecimiento, harán su parte para destrozarla psicológicamente.
El filme está contado a través de flashbacks, sustentados en las reflexiones internas que tiene Paulina mientras es tratada en la ambulancia y en el hospital. Hay una constante reflexión sobre la situación, aunque ella se niega a sí mismo a recordar el momento de la violación, dando sustento a la cita bíblica inicial de la cinta que habla del constante y sincero perdón. Y es que la película posee cierta base religiosa en su contexto, pero a su vez una crítica al conservadurismo moral. Tiene como principal intención, declarada por el propio director, concienciar a la sociedad para evitar los delitos que denigran la condición humana. La situación de maestra de Paulina es tomada como metáfora para advertir la grave responsabilidad que es enseñar a los demás y que eso no solo se lo hace en un aula de clases analizando, por ejemplo, qué es el amor, sino demostrándolo con actitudes de vida.
Tinayre era experto en crear ambientes muy expresivos para su cine y La Patota es un ejemplo de ello. Los contrastes de imágenes oscuras son esenciales para dibujar un ambiente mísero y lúgubre. La neblina, la noche y la oscuridad configuran momentos muy intensos, que cobran más relevancia por la omnipresencia de una estruendosa banda sonora, que va desde una especie de jazz estridente hasta el uso baladas que parecen gritos de protesta, con el corte musical de la “nueva ola” del Rock & Roll de Latinoamérica de los 1960s.
Un edificio abandonado, igual con aire de terror, es el escenario en donde se realiza la salvaje violación. Tinayre usa nuevamente el recurso metafórico en este instante para penetrar en la conciencia del espectador, pues el sitio está lleno de esculturas rotas que son testigos mudos e impasibles ante los gritos de desesperación de Paulina. Fue acaso el intento de poner frente a un espejo a una sociedad que no le interesaba sacar estos tema a la luz y combatirlos con toda la fuerza mediática y legal, y que después sí actuaría pero para cuestionar a la víctima y amenazar a una criatura que aún no nacía, pese a que su madre tomó la decisión de tenerla.
Hasta la escuela, una edificación vieja y con crisis de iluminación, otorga ese ambiente ‹noir› al filme, en donde el aula de clases se convierte en un espacio lleno de tensiones por los sentimientos ocultos de culpabilidad, que se delatan sutilmente cuando la profesora corre lista a sus alumnos y los nombra para que se pongan de pie y digan: «¡presente!» Uno de los culpables no soportará el martirio y verá la oportunidad para confesar el delito reemplazando las respuestas de una prueba por su relato incriminatorio. Sin embargo, la maestra y víctima, al enterarse de ello, asumirá una actitud sorprendente.
Otro elemento que hay que resaltar en este filme es el tratamiento que realiza a un tema que en las últimas décadas has cobrado mucho interés y rechazo, como es la violencia de género. La maestra no sólo está sometida, por ser mujer, al riesgo de violaciones sino además a maltratos psicológicos de un padre que se cree con el derecho de elegir la profesión de su hija, o de su propio novio que piensa más en su malestar psicológico que en el de ella. De igual manera, la actitud retrógrada de la rectora queda en evidencia al acusar a Paulina de atentar a normas morales por haber quedado embarazada siendo soltera.
Desde que sucede la violación y Paulina retorna a su oficio de maestra usa permanentemente gafas oscuras para ocultar su mirada, podría interpretarse que lo hace porque asume que se ha convertido en una vergüenza para el mundo que le rodea, pero en realidad parece ser que lo hace porque a ella le avergonzaba mirar a un mundo de intolerancia y violencia.
La pasión está también en el cine.