El orden divino es la película de mayor proyección internacional de la directora suiza Petra Volpe, que narra a través de Nora, un ama de casa que vive con su marido e hijos en un pueblo apegado a un orden social muy estricto y tradicional, el despertar de la conciencia feminista alimentado por la revolución contracultural y el ambiente de reivindicación de derechos civiles, que a la larga supondría la implantación tardía en el país del sufragio femenino.
Mediante un personaje que empieza de cero, Volpe no retrata precisamente la reivindicación como un camino de rosas. Enfrentada al desprecio de los hombres, al miedo de las mujeres y a una presión social que la ahoga y se ceba con su familia, la lucha de Nora es difícil y la narración pone mucho énfasis en esto. Lejos de la imagen de heroína absoluta alejada de la realidad, la protagonista es un personaje con momentos de flaqueza, que se rinde y vuelve a resurgir para finalmente triunfar. Sus esfuerzos para aunar un colectivo cada vez mayor son también erráticos. No quiero decir con esto que la directora no romantice esta lucha, que lo hace, pero no pierde la perspectiva de que el proceso es farragoso y poco agradecido, y que los numerosos contratiempos que se encuentra muchas veces superan o dominan la voluntad de las mujeres que se adhieren a ella, lo cual hace si cabe más satisfactoria su victoria.
En cualquier caso, si algo puede concluirse definitivamente de El orden divino, es que es una película de mensaje. Lo que se cuenta en ella es lo que importa; la cinta, un vehículo para llegar a ese punto. Y, a pesar de que sale bien parada de su propósito, la presentación de su historia no es todo lo óptima que se podría desear. De hecho, su gran carencia es ser una obra de estética acomodaticia y estructura convencional, que apenas toma riesgos formales y que en demasiados momentos deja escapar un tono artificial y calculado.
Y es que ver este filme resulta más bien poco estimulante desde el punto de vista de su lenguaje narrativo, no descubre nada y crea una historia predecible, dando una impresión de obra correcta pero con dificultades para reflejar una verdadera personalidad debido tanto a esto como al enfoque superficial del tema. Un personaje como el de Hans, único a medio camino entre la opresión tradicional y los deseos de liberación femeninos, es un buen reflejo de los problemas de la cinta al elaborar un discurso complejo. Su presencia en la trama es errática e insegura, y da la impresión de que ocupa más tiempo del que debe en ella desviando la atención de la misma porque tiene más matices de los que permite una narración que pretende ir al grano.
A pesar de todo esto, El orden divino sigue siendo una película más que correcta, que desarrolla con eficacia su discurso emocional y que sabe poner en la piel de su protagonista y de las mujeres que la acompañan, para terminar entendiendo en toda su dimensión la dificultad de su lucha y el mérito tremendo detrás de su logro. Con unas interpretaciones excelentes y, por qué no decirlo, una estructura plenamente accesible y fácil de disfrutar, la cinta es sin duda un acierto tanto en su énfasis emocional como en su faceta didáctica mostrando la conquista de un derecho civil esencial en Suiza, en un contexto llamativamente anacrónico por lo tardío de dicha implantación y por la presión de los movimientos por los derechos civiles que hacen todavía más pintoresco el ambiente de aislamiento del que parte la historia.
Al final, la cinta de Volpe es una eficaz, si bien no demasiado profunda, y por supuesto sentida y romántica, recreación de un momento muy importante en la historia reciente de su país, de la que tal vez no salga con la sensación de haber entendido todas las aristas del conflicto, pero sí desde luego compartiendo en buena parte su entusiasmo. Una película al fin y al cabo en la que prima el mensaje, que no será memorable ni me proporciona una experiencia rompedora a nivel formal o de guión, pero que en su modestia es satisfactoria y ejecuta su propósito con suficiencia.