El mundo abandonado (Margarethe von Trotta)

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La receta irrefutable para lograr una buena película sigue siendo un sueño, pero no encuentro descabellado decir que a estas alturas ya conocemos un ingrediente que garantiza ciertos mínimos: cuidar de los personajes. Obras maestras tal vez no (aunque casi me atrevería a decir que también), pero sí pueden lograrse grandes trabajos a partir de guiones mediocres cuando los personajes están bien construidos; siendo difícil encontrar el ejemplo contrario. Se trata de un filtro que soporta casi todos los baches… igual que se convierte en el propio bache cuando no es tenido en cuenta. El culebrón más folletinesco puede resultar interesante si el personaje que lo protagoniza despierta nuestra empatía, mientras que el evento histórico más sorprendente puede parecernos aburrido si dicho protagonista no tiene ningún interés. Tal vez la intención de Margarethe von Trotta fuera desmentir esta teoría logrando una buena película a pesar de no contar ni con buenos personajes ni con una historia interesante. En caso de ser así, no ha tenido éxito.

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En cualquier caso, es evidente que existe un esfuerzo por parte de la directora. Puede intuirse en la delicadez con que dirige su película: la elección de los encuadres, algunos acompañados por un suave (y acertado) movimiento de cámara, da prueba de que Trotta tiene una intención. El problema está en que igual como parece muy preocupada por el tipo de planificación con que aborda su trabajo, no lo parece tanto en lo concerniente a la coherencia de su guión o al carácter (no digo ya profundidad) de sus personajes. Y contra eso no hay lucha posible. Porque desde el momento en que las motivaciones de Sophie resultan (exageradamente) impostadas y el carácter represor y enfermizo de su padre no pasa de lo pintoresco, ninguna planificación puede frenar (pos brillante que sea) la brutal decaída de interés que sufre la película. Y es entonces cuando nos encontramos en la peor posición imaginable en tanto que espectadores: la de ser conscientes de que todavía estamos en el primer acto de una historia por la que no sentimos el más mínimo interés.

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Es cierto que, a pesar de todo, El mundo abandonado sigue contando con una bella planificación: en este aspecto, la directora jamás baja la guardia. Pero se trata de una planificación exclusivamente al servicio del guión, es decir, que hasta cierto punto busca la transparencia. La dirección de Margarethe von Trotta no posee nada sorprendente ni rompedor, tan sólo actúa como puente entre espectador y guión. Y si bien es cierto que logra una trabajo eficiente, sólo lo hace para contarnos una historia francamente aburrida. De modo que la transparencia de dicha planificación acaba por convertirse más en un “handicap” que en una virtud; pues deja al descubierto todos los defectos del producto. Da la sensación de que existe entre directora y espectador un muro, probablemente formado por alguna experiencia personal que la conduce a ver con ojos nostálgicos una historia que carece de interés si no se forma parte de ella. Una pena que dicha experiencia, al parecer tan llena emociones, acabe convertida en un cotilleo carente de interés.

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