El mar que piensa (De Zee die denkt, Gert de Graaff, 2000) nos habla de un mar que un día se convenció de que era un árbol. Y esa idea le duró para siempre.
Película fronteriza en extremo, de un realizador holandés sin más que otra obra conocida. Probablemente porque Gert de Graaff no es realizador, ni tampoco otra cosa, aunque sea guionista, cámara, director de fotografía, montador… bueno, esas son las tareas que ha desempeñado en la película. Pero no lo que él es.
Cuando hablo de “película fronteriza”, por simplificar, me refiero a aquella en las que podemos adivinar que muchos de sus potenciales espectadores no la considerarían una película, por su ausencia de estructura clara, auténticos personajes y un largo etc. de rarezas que hacen de ella algo complicado de abordar. Es una película (para el que escribe lo es; ¿qué va a ser si no?) en la que en buena parte del metraje contemplamos un guión escribiéndose en la pantalla de un ordenador. La definición metapelícula no basta para etiquetar esta cinta. Puedo decir, como orientación para el espectador potencial, que estoy seguro de que Richard Linklater se la ha visto más de cinco veces (Charlie Kaufman más de 10) y que es una película a la que no le importa saludar, con cierta distancia en su pausada y a la vez desenfrenada búsqueda de la belleza, a Sans Soleil de Chris Marker.
Como un alumno de Meliés aventajado más que como un mago de los efectos especiales, De Graaf nos lleva con juegos de perspectiva y triquiñuelas varias a las profundidades de sus disquisiciones sobre el tema central de la película: el yo. Porque el yo es una idea: yo soy un ser humano, varón, joven, … son sólo ideas que, como tales, desaparecen cuando dejamos de pensar en ellas. Y lo que somos no puede ser una idea ni un pensamiento; estamos aquí ¿no?.
Todo parece muy azaroso, una sucesión de ingeniosas secuencias (más de un “¿Cómo coño…?” será proferido), pero está sumamente cuidado. Imita a la mente a la que alude muchas veces, en la que un pensamiento lleva a otro que muere con la aparición del siguiente. ¿Qué hay entre los pensamientos? ¿Qué es lo que está siempre, qué hay a priori?.
Dista de ser perfecta pero, con todo lo que ofrece, sería bastante bobo dedicarse a reseñar sus carencias
Si eres de los que te gusta tratar de hallar los enigmas del universo con unos colegas alrededor de unas cervezas, es tu película. Si te gusta encerrarte entre libros buscando respuestas a lo inexplicable, también. Película para el cajón de maravillosas rarezas, de esas que hay que ver por el mero hecho de que existen.
Me gusta pensar que un monitor sí puede ser feliz cuando reproduce las imágenes de El mar que piensa.