El cine de animación vive un momento dulce. Entre las rendijas de los dos polos creativos que suponen Pixar en Estados Unidos y el Studio Ghibli en Japón, ya hace tiempo que se cuelan variadas producciones de una creatividad excepcional, especialmente en Europa, donde con unos esfuerzos a veces sobrehumanos se tiran adelante auténticas joyas del cine animado. Pienso en obras como la irlandesa Song of the Sea, la suiza My Life as a Courgette y, de carácter muy distinto, las impresionantes La tortue rouge y Loving Vincent.
Desde estilos y públicos muy diferentes, el cine animado permite unas posibilidades narrativas y visuales que en muchos aspectos son capaces de ampliar la idea de cine en nuevas direcciones. Superado el tradicional menosprecio por parte de muchos sectores cinematográficos, las posibilidades de la animación suponen un atractivo creciente para los grandes cineastas de “acción real”, tal y como demuestra el reciente éxito de películas como Isla de perros, de Wes Anderson.
En Francia, dos nombres representan este auge silencioso del cine de animación. Uno es seguramente Sylvain Chomet, con obras imprescindibles como Les triplettes de Belleville o L’illusionniste. El otro sería Benjamin Renner, que sorprendió hace unos años con la tierna Ernest & Célestine y vuelve ahora con Le Grand méchant renard et autres contes, ganadora del premio César a la mejor película de animación.
Se trata de un compendio de tres historias que giran en torno a una granja y protagonizan los propios animales. La primera nos habla de la misión de un conejo, un cerdo y un pato por entregar un bebé ante la pasividad de una cigüeña. La segunda, quizás la más conseguida, cuenta la historia de un zorro que por accidente se convierte en la madre de tres polluelos. La tercera y última recupera al cerdo, el pato y al conejo en una divertida historia de ambientación navideña.
El tono y el estilo de dibujo de Le Grand méchant… sigue el hilo de la gran tradición del cómic francés y belga, con personajes de trazos simples y el uso de acuarela en los paisajes. Las características de la animación, la elección de animales humanizados como protagonistas y el formato corto de las piezas que la integran hacen que la película de Renner tenga un aire clásico que recuerda a los mejores cortos de Disney, aunque con un estilo claramente diferente.
Lo que más sorprende de Le Grand méchant… es su capacidad para ofrecer un sentido del humor fresco y muy característico, aun buscando contar historias mil veces leídas. El uso del gag visual, de unos personajes arquetípicos y una música que acompaña más que sobresalir, contrasta con los aspavientos de las grandes producciones y los dibujos espectaculares de muchas de las grandes obras recientes de la animación.
Pese a que cada vez más se buscan historias y estilos que sean capaces de atraer por igual a un público adulto e infantil, todavía hay algunas grandes películas que se sienten orgullosas de tener solo a niños y a niñas como público potencial. Le Grand méchant renard et autres contes es una de ellas, un auténtico homenaje a la animación tradicional que logra encontrar la belleza en narrar pequeñas historias con sencillez y cariño.
Vale. Pero no estoy de acuerdo con el último párrafo. ¿¡Sólo niños y niñas como público potencial!? Yo soy un adulto de casi 30 años y esta película ME ENCANTÓ y me hizo reír cómo no he reído en años viendo una película. Una película GENIAL para TODOS los públicos. Niños, niñas, padres, madres, abuelos, abuelas, solteros, solteras, novios, novias, etc. ¡Muy recomendable!
Bueno, en realidad el público potencial no es exclusivo, sino aquel al que está dirigido mayoritariamente.