Hacia el final de El maestro, Chen (Liao Fang) rasga con sus cuchillos una pantalla de cine donde se proyecta la batalla entre su maestro, Zheng, y el sucesor de éste, Lin. La proyección finalmente se reanuda, pero es esa lucha entre tradición y modernidad, entre guerra y espectáculo, la que marca toda la cinta de Xu Haofeng. Antes del film, el director, un hombre de mediana edad de voz grave y gestos pausados, explicaba con resignación la imposibilidad de ganar dinero hoy en día con los films de kung fu, y su intento mediante la innovación de reflejar los acelerados cambios en la sociedad china.
Por suerte, y al contrario que en la película de Haofeng, la inauguración del Lychee Film Festival fue de todo menos accidentada. La audiencia que ayer por la noche desafió al frío y la lluvia para acudir al cine Phenomena de Barcelona fue seguramente una de las más diversas que se recuerdan. Prensa local, profesionales del cine, representantes de la administración, un nutrido grupo de empresarios chinos y fans del kung fu dieron la bienvenida al primer festival de cine chino de Barcelona.
Esa diversidad en la audiencia se trasladó también a una larga presentación, en la que tras un breve concierto de cuerda hablaron tanto los organizadores y el director del festival, un representante de los empresarios de Wenzhow, los cineastas invitados e incluso un actor disfrazado de luchador de kung fu. El festival nace con el objetivo de acercar la cultura china a Barcelona, de la que hay un gran desconocimiento pese a ser una de las comunidades más numerosas en la ciudad.
Poco después de las diez de la noche se apagaron las luces y comenzó El maestro, penúltima película del director chino Xu Haofeng. El film, adaptación de una novela del propio Haofeng, sigue la historia de Chen, un maestro del minoritario estilo de lucha ‹wing chun› que llega a la ciudad de Tianjin con el objetivo de abrir un dojo y evitar así que su estilo se pierda. Para ello diseña un imbricado plan que implica a un maestro local (Zheng) aprendiz (Geng) y a una mujer rechazada por la sociedad (Zhao). La complejidad de la trama, sumada a un inicio in medias res hace que la narración sea difícil de seguir a lo largo del film, aunque ésta sea de lejos lo menos importante de la película.
Aunque seguramente no sea una representante canónica del género ‹wuxia›, El maestro no deja de ser un film sorprendente, tanto para amantes como para desconocedores de las películas de kung fu. Con un estilo visual a caballo entre el spaghetti western, el cine de acción asiático de los años 90 e incluso una cierta poética cercana a
Wong Kar Wai, Xu Haofeng compone en El maestro una oda al movimiento. Externo, con una cámara que se mueve en rápidas panorámicas de reencuadre, e interno, con cuidadas coreografías que impresionan por su realismo.
El director, conocedor del género, ha intentado respetar algunos cánones y subvertir otros. Los toques de humor, un protagonista a la vez luchador experimentado y un cobarde que no deja de huir y unos comentarios musicales prácticamente omnipresentes dan al film un cierto aire camp, seguramente con la intención de homenajear a tantos films ‹wuxia› menos conseguidos que éste. Sin embargo, la película no esconde un cierto reflejo por la sociedad china actual, buscando su origen una época pasada (años 30) y una cierta advertencia ante la modernización que viene de fuera. Haofeng nos habla en su película de una influencia occidental, representada por iconos de Hollywood (Rodolfo Valentino) abundancia innecesaria (las cinco barras de pan, los cincuenta brioches) o la codicia (la bailarina bielorrusa). Aun así, lejos de ser un canto de cisne o una muestra de nostalgia, la película de Xu Haofeng es una entretenida, diferente y algo caótica película de kung fu, tan clásica como moderna.