Hola Nic, soy yo, Àlex P. Lascort. Permíteme que te llame por tu nombre y no te llame Mr. Cage. Sé que probablemente sólo tus amigos te llaman Nic, pero aunque nunca nos hemos visto, nunca leas esto y, en caso de que cayera en tus manos, no supieras ni quién soy, para mí eres uno de los mejores amigos que nunca he tenido. Esto plantea ciertas dudas, incluso a niveles existenciales, sobre el concepto de la amistad. ¿Qué es un amigo? ¿No es acaso esa persona que en momentos difíciles consigue ayudarte a sobreponerte? ¿Aquella persona que está a las duras y a las maduras? ¿Aquella persona que consigue poner una pequeña luz en momentos muy oscuros? Evidentemente hay más cosas. así que respondiendo a estas preguntas, es obvio que sí, Nic, que tu has conseguido todo esto.
Son muchos años ya querido Nic, de seguirte. Desde tus primeros éxitos, con tus escarceos con la autoría, con los ‹blockbusters› de éxito, con tu fase peluquinera y tus pelos imposibles, con tus películas de serie Z, algunas intragables pero generadoras de risas, y con tu “resurgir” en producciones más pequeñas y aún así arriesgadas a todos los niveles. Como bien dices, no has vuelto, es que nunca te habías ido. Puede que hayas generado memes y burlas. Puede que hayas tenido una vida caótica y desordenada con deudas, divorcios y esperpentos en karaokes. Pero lo que siempre ha permanecido ahí es, como dice el título de tu última película, el talento inmenso que atesoras.
Lo que también ha estado ahí, querido Nic, es la primera parte del título: el insoportable peso que acarrea ser Nic Cage. Y por ello encuentro aún más meritorio que hagas este ejercicio, esta especie de expiación y que encima lo hagas a través de un humor, desesperado quizás, pero al mismo tiempo capaz de exponer las heridas abiertas, que sangres sin pudor, que te permitas reírte de ti mismo, de tus alter-egos, de una existencia, en definitiva, que para muchos resultaría insoportable.
Sí, Nic. Me impresiona que, aunque el fondo no sea nada nuevo, trasciendas lo metacinematográfico sin caer en la necesidad del drama, como Van Damme en JCVD. Lo tuyo es pura voluntad. Querer reivindicarte ni que sea a través de algo tan loco, y por ende tan tuyo, como rescatar a la hija del President de la Generalitat y convivir con Paco León o Ricard Balada. En realidad, Nic, me da la impresión de que esta operación de rescate es ante todo la tuya propia y quizás, sólo quizás, también el rescate de un público concreto. No aquel que te dio la espalda y se rió de ti, sino de todos aquellos que hemos seguido contigo a las duras y a las maduras, en obras maestras como Mandy o en esperpentos como Outcast o Jiu Jitsu (por citar dos ejemplos).
En fin, me despido de ti Nic haciéndote saber una vez más lo feliz que me has hecho, los grandes momentos que he pasado con tus películas, con tu capacidad de reinvención y voluntad para la comedia, sea realmente voluntaria o no. The Unbearable Weight of Massive Talent podría ser considerado como una resurrección, pero yo lo veo como un testamento, Nic, una ceremonia fúnebre que tiene la virtud de no querer revolcarse en la miseria sino convertirse en una celebración. Enterrar el viejo yo y quedarse en la esencia pura. Ser nuevo para seguir siendo tú, el grande, el inimitable Nic Cage.