Son muchas las influencias que nutren la personalidad de la ópera prima de Jon Mikel Caballero. La más evidente, la fórmula del bucle temporal. Esta, descubierta en 1993 (al menos hasta dónde yo sé) por Harold Ramis en Atrapado en el tiempo, ya fue re-usada en títulos como Código Fuente o Al filo del mañana. En el caso de El increíble finde menguante, el nuevo elemento consiste (centrándonos exclusivamente en dicha fórmula) en la reducción periódica del lapso temporal. A eso remite, de hecho, su título (además de ser una cómica referencia cinematográfica). Ahora tenemos a un personaje que no sólo está atrapado en el tiempo, sino que además observa cómo los reinicios se producen cada vez más temprano (una hora, para ser exactos). Otra fórmula que el director toma prestada es el uso de una reunión juvenil como escenario de inesperados acontecimientos de ciencia-ficción. En ese sentido, la película tiene una fuerte relación con el título Coherence. Si a ello sumamos el elemento “ciencia-ficción de bajo presupuesto”, también podemos agruparla con Primer.
Sin embargo, lo que más parece interesar a Caballero no es el género, sino las relaciones entre personajes. En ellas influye fuertemente el tipo de trabajo, ambiciones y, sobretodo, día a día de cada uno. El director expone estilos occidentales claramente reconocibles, y a través de ellos nos habla de la diferencia de clases, de las convenciones conyugales e incluso del ya clásico caso de los “nini”. Es un escenario que se va dibujando gracias al elemento fantástico: en cada reinicio, Alba tiene la oportunidad de descubrir información inédita de sus compañeros, hecho que añade nuevos matices a la forma que tiene de entender y relacionarse con ellos. Con todo, la película presenta dos problemas. El primero consiste en que, a pesar de su (no tan) corta duración, la película no puede evitar repetirse. En la exposición del conflicto, el director no logra plasmar la idea de repetición sin devenir él mismo en repetitivo. Y por cada nuevo elemento reflexivo que introduce, el espectador debe cargar con minutos y minutos de reiteración. Personalmente, viendo la película sentí que acompañaba a la protagonista del film por caminos que podía recorrer ella sola.
El otro problema (en realidad, muy relacionado con el primero) es que ni los personajes ni sus conflictos son especialmente interesantes. Si bien el grupo de amigos resulta creíble desde el primer momento, y sus diálogos parecen bien medidos y cuidados, tampoco hay en ellos ningún gancho remarcable. En resumen, todo se antoja correcto, sin salidas de tono ni momentos de vergüenza ajena, con una puesta en escena funcional (provista del clásico elemento distintivo de director debutante —que no por ello criticable—, aquí materializada en la reducción progresiva del cuadro) y una planificación eficaz… pero sin luz propia ni ingredientes sorprendentes. Tal vez sea por eso que el formato de repetición episódica roce con tanta facilidad el cansancio. Y digo “roce” porque, para ser justos, cabe decir que El increíble finde menguante tampoco es ningún desastre. Más bien parece la carta de presentación de un joven director que, como mínimo, es lo suficientemente creativo como para demostrar su vocación con muy pocos recursos. Y al que, dicho sea de paso, parece gustarle mucho el cine.