El color rojo del atardecer está a punto de tornarse en negro en algún lugar de la tundra mongola. El cadáver de una chica permanece inmóvil en el suelo, mientras un joven policía, de apenas dieciocho años, corretea alrededor del cuerpo para no morir congelado a la vez que escucha desde su móvil canciones románticas. El plano se mantiene. Aguanta. Cine del tedio dirán algunos. Yo estaba a punto de gritar preso de la emoción mientras disfrutaba de lo lindo durante el pase de prensa.
El cineasta chino Wang Quan’an dirige su mirada al país de sus ancestros, para retratar entre la ironía y el cariño, un medio de vida condenado a extinguirse o sobrevivir y mutar “gracias” al turismo. Con apenas algunos elementos narrativos y dos personajes, por mucho que la cinta la pueblen otras personas secundarias que también encandilan al personal, el director nos ofrece un inicio abocado al thriller, para huir de esa línea temática y narrativa y adentrarse por los recovecos que realmente le interesan, mostrando la fuerza y la lucha de la mujer pastora del país y su futuro en una sociedad que todavía va a paso lento hacia quien sabe donde.
Así, tras el descubrimiento fortuito de una mujer asesinada en un escenario que desde el principio se nos presenta como extremadamente duro por las condiciones climatologías, el joven policía, el último mono de una panda policial presentada con más ironía que maldad, se queda encargado de custodiar a la desafortunada víctima durante toda una noche, contando con la promesa de una futura ayuda de una pastora del lugar.
El punto de vista se mueve entre la historia del policía y la pastora, cuyo único nexo es esa extraña noche que pasan junto a un cadáver. Lo que sigue es una deconstrucción de ambos personajes, sobre todo el de ella, quien se erige como auténtica protagonista del filme, a quien el director centra toda su atención.
No deja de ser evidente que mientras ella representa un pasado a punto de extinguirse, el joven policía es el futuro del país.
Öndög es, por tanto, un anti-thriller, o puestos a inventarnos expresiones, un falso thriller, rebosante de un humor negro que nunca abandona al relato, más preocupado en sus personajes y obsesionado con los espacios y el paso del tiempo. Así pues, todo, la forma y el fondo, se unen en esta pequeña y lenta despedida del mundo de nuestra protagonista.
De este modo, las cartas están sobre la mesa. Öndög es ese llamado de forma despectiva “cine del tedio” que cautiva entre sus formas, una fotografía paisajista y su deliciosa construcción de escenas, con unos personajes pincelados con apenas detalles y que funcionan a la perfección. O entras o te quedas fuera, veo difícil un término medio.
El director de La Boda de Tuya (2006) realiza todo un ejercicio minimista en cuanto a medios, prescindiendo en esencia de las formas del sonido tradicional; capturando en buena parte los de ambos protagonistas desde cierta distancia, parece utilizar micrófonos de corbata para captar sus breves diálogos y silencios.
Cuando se tiene tan claro qué contar y cómo contarlo sin olvidar el homenaje que toda la cinta resulta ser a un modo de vida y a un determinado país, sólo puede ser salir una obra tan estimulante como esta.