El fenómeno John Carré ha vuelto en los últimos años al panorama cinematográfico, y lo ha hecho pegando fuerte: primero con aquella El jardinero fiel de Fernando Meirelles que le reportó no pocos elogios, más tarde con una El topo que suponía el debut de Tomas Alfredson en inglés (más conocido por haber dirigido uno de los hits de 2008, Déjame entrar) y que se podría denominar, gracias a su éxito, como uno de los gérmenes del Le Carré que está por venir —no olvidemos que en 2015 llegará Our Kind of Traitor, y que también se vinculó al propio Alfredson a la adaptación de Smiley’s People—, y ahora llega esta El hombre más buscado, film que resitúa al neerlandés Anton Corbijn en el mapa tras la satisfactoria El americano y otro de esos debuts sonados, Control.
Corbijn, no obstante, opta por una vía distinta a la de El topo de Alfredson y construye en su El hombre más buscado una película que se siente más presa de los relatos clásicos de espías e intriga que no cercana a desarrollar una vertiente psicológica como sucedía en el film del sueco, estando implícito en este aspecto un mayor empeño en el desarrollo de la trama y de los acontecimientos que se desencadenarán, que no una profundización (algo más) aguzada en sus caracteres como sí se producía, por ejemplo, en El americano, que sin necesidad de tratar esa faceta al detalle —se ceñía más al ejercicio estilístico—, denotaba una mayor focalización.
Ello no implica que el neerlandés deje a sus personajes de lado, e incluso podría decirse que el hecho de no profundizar en un determinado grado en torno a ciertos temas por centrarse más en el avance del relato, logra que termine dotando de una mayor cercanía a los caracteres que circundan la obra. Ello queda en constancia a través de la variedad de subtramas que ofrece El hombre más buscado —desde las particulares inquietudes del protagónico encarnado por Seymour Hoffman así como su relación con otros personajes, hasta los primeros pasos de ese hombre más buscado llamado Issa Karpov y su posterior contacto con Annabel Richter, la abogada interpretada por Rachel McAdams—, que termina por otorgar capas para que resulten más humanos, aunque sus conflictos no queden del todo desarrollados.
Por otro lado, ese acercamiento narrativo a un cine de espionaje más clásico no se traslada también a un aspecto formal que, sin hacer gala quizá de ese tono estilizado que tenía el anterior film de Corbijn, tampoco termina de estar puesto al servicio de esos anclajes que parecen remitirnos a un cine algo más tradicional, que no se siente quizá tan presa de aquello que ha desarrollado el autor de Control hasta ahora, y en ese sentido probablemente se transforme en un arma de doble filo: por un lado, esos personajes se sienten más próximos al espectador y lejanos a esa frialdad que en ocasiones les otorga ese cine de espionaje, pero por otro impide una inmersión mayor del espectador en ese submundo que habitan, donde los conflictos internos de los personajes e incluso el paisaje urbano que los rodea define a la perfección la realidad que viven.
No es que Corbijn no trabaje sus personajes en ese sentido: el principal problema de El hombre más buscado radica en que las pequeñas pinceladas que ofrece el cineasta a su protagonista van encaminadas a encontrar su efecto en un final verdaderamente bien hilado, pero el hecho de que esos trazos dados en torno al personaje de Günther no obtengan mayor atención diluye el efecto deseado. Pese a ello, en El hombre más buscado nos encontramos con un buen thriller de intriga construido con eficacia y pulso: desde el tempo, elemento esencial en este tipo de ejercicios, hasta la translación de esos escenarios —que en ocasiones toman entidad propia— en los que cohabitan los distintos caracteres del film, todo está definido en el nuevo trabajo del autor de Control con mucho sentido e intención, logrando que incluso sus contadas secuencias de acción funcionen en un contexto difícil de trabajar, pero en el que su director parece sentirse cómodo y alejarse de una rutina que tantos otros cineastas han abarcado, y Corbijn es capaz de esquivar aunque su resultado no sea del todo redondo.
Larga vida a la nueva carne.