Durante 1941 y parte de 1942, la Alemania nazi parecía estar decantando la guerra a su favor. En este contexto y ante la escasa posibilidad de otorgar un golpe de efecto inmediato en las líneas de combate, se hacía necesario planificar un ataque desde dentro. Nació entonces la Operación Antropoide, un plan elaborado por los británicos con el apoyo del primer ministro de Checoslovaquia en el exilio y que tenía por objetivo asesinar al hombre que controlaba ese país, el implacable Reinhard Heydrich. Un tipo que había visto truncada su carrera en la Marina por un escándalo sexual y que fue rehabilitado por Himmler para tener un papel importante los servicios de inteligencia de las SS. Desde ahí, su carrera creció a una rapidez tan brutal como lo eran sus métodos de liderazgo, basados en una violenta represión que hizo que el mismísimo Adolf Hitler le otorgara el apodo de “el hombre con el corazón de hierro”.
De este mote surge precisamente el título de la película que, bajo la dirección del francés Cédric Jimenez y adaptando la popular novela HHhH, pretende esbozar una breve biografía sobre Heydrich antes de narrar los hechos que sucedieron en la mencionada Operación Antropoide a través de sus dos protagonistas, los sargentos checos Jan Kubiš y Jozef Gabčík. El hombre del corazón de hierro divide su metraje en dos partes bien diferenciadas que representan los dos polos de un pasaje de la Segunda Guerra Mundial que quizá no es muy conocido entre el público pero que fue clave para el devenir de los acontecimientos.
La parte de Heydrich está resuelta con algunos momentos de dudoso gusto estético pero, en general, el relato ayuda a entender el carácter de uno de los personajes más importantes del bando nazi. Jason Clarke transmite bien ese aspecto frío e implacable pese al poco parecido que posee con el Heydrich real. Empero, los problemas de El hombre del corazón de hierro aguardan en una segunda mitad de película muy atropellada, de ritmo tan alto que apenas da oportunidad a comprender la magnitud de una operación tan importante. Se pasa muy de puntillas por el dúo de héroes y apenas se pueden entender sus motivaciones de cara al plan que estaban cerca de ejecutar o en el plano de su vida personal. Ni siquiera la resistencia checoslovaca tiene una clara presencia en el relato. La dramatización de la masacre de Lídice es de lo más rescatable de esta parte.
Es inevitable comparar este segundo tramo de película con el que nos ofrecía la cinta británica Operación Anthropoid, de reciente estreno en España. El film dirigido por Sean Ellis se centraba únicamente en relatar los pasos seguidos por Kubiš y Gabčík para planificar y ejecutar la misión, amén de ofrecernos breves pinceladas sobre su vida personal. Poseer el doble de minutos para narrar un mismo hecho resulta clave a la hora de dotar de profundidad a la trama y, por tanto, sería injusto comparar ambos films desde esta perspectiva. Sin embargo, es cierto que El hombre del corazón de hierro no se acerca al tono épico del desenlace y no se puede decir que sea por intentar representarlo de manera más natural, dados los detalles sensibleros y el tono musical que acompaña a esta parte final.
Sería sencillo resumir los errores de El hombre del corazón de hierro en la decisión de intentar abarcar ambos lados de la Operación Antropoide en vez de apostar por una obra centrada en una de las dos caras de la misma. No en vano, Jimenez parece encontrarse mucho más cómodo con la frialdad que se necesita para retratar a Heydrich que con el sentido emocional que se debería desprender de la narración de Kubiš y Gabčík, por lo que podía haber sido una buena idea otorgar más minutos a la representación del líder nazi. Es cierto que toda película tiene que ser valorada por lo que es y no por lo que uno crea que debió haber sido, pero en este caso el contraste cualitativo que existe entre las dos mitades marca claramente el irregular resultado de la cinta.