El debut de Maxi Valero en cine tras sus escarceos con la televisión en funciones de guionista y compositor (de hecho, la banda sonora del film que nos ocupa también es obra suya) tenía como máximo aliciente al veterano actor de teatro y televisión Lluís Soler, que si bien ya había tenido sus más y sus menos con el cine (le podemos recordar por papeles como los de Bienvenido a Farewell-Gutmann o Caracremada), aquí consigue un papel protagónico del que se intuye que el cambio de formato no supone ninguna dificultad para el catalán aun interpretando a un ex-militar soviético, con todo lo que ello conlleva.
Es todo un alivio, no obstante, poder decir que El hombre de las mariposas no necesita sustentarse en una interpretación que ya se sabía vencedora desde un primer momento, y aunque en sus primeros compases Valero nos lleve hacia uno de esos relatos de comprensión entre dos personajes opuestos que ya hemos visto en demasiadas ocasiones como para que nos sorprendan, todo termina virando en la dirección de un viaje redentor que bien se podría emparentar con el Gran Torino de Clint Eastwood (salvando las distancias, claro) más que por las decisiones de su personaje, por el modo en como conduce Valero lo que parecía ser una historia de aprendizaje para que derive en algo distinto y, por qué no decirlo, con el punto de madurez necesario, consiguiendo que el conjunto alcance algunos de sus objetivos.
Ese ex-militar ruso de nombre Sergei que responde al nombre de Lucio nos revela a un personaje repleto de cicatrices internas, cuya parquedad en la palabra y formas de lobo solitario encubren el auténtico carácter de alguien que solo busca esconderse cual animal herido, pero que al toparse con la rebelde y chillona Natasha, una muchacha de apenas 12 años hija de un mafioso llamado Jacob que se casó con la hermana del protagonista, encontrará un verdadero parapeto vital a través del cual excomulgar sus culpas, así como un modo de alejar esa soledad que comparte con Silvia, una mujer que ejerce de doctora y prácticamente parecería un reflejo de Sergei (alcohólica, esquiva y solitaria, aunque con mayor don de la palabra) si no fuese por lo que difieren de sí unos conflictos internos que iremos descubriendo con el avance del film.
Maxi Valero, sabiendo que el material que tiene entre manos durante el primer tercio del film es, probablemente, la parte más endeble, intenta dotar a esa relación de un carácter distinto. En ella no existen florituras de ningún tipo: si hay que pasar hambre con tal de no cenar acompañado, que así sea, si hay que gritar para reivindicar una postura que en el fondo no es tal, se hace, y pese a recibir insultos de toda clase, Sergei muestra un respeto inusitado por su nueva inquilina, hecho que terminará derivando en un entendimiento mutuo al observar Natasha que se aleja de la violencia de un mafioso, su padre, al que no parece importar en exceso el devenir de su hija, ni lo haría de no ser por ciertos intereses.
La realización del cineasta, sin resultar excesivamente buena, sabe manejar a la perfección la gama de tonalidades que esconde tras de sí El hombre de las mariposas, y es que iniciar con ese sólido drama para terminar arrancándose en el thriller sin olvidar la historia que le persigue, es un mérito lo suficientemente grande como para no verse escupido nunca de una cinta que deja momentos realmente potentes cuando entra en ese último tercio, pero los sabe conjugar con maestría con un carácter que nunca se dirige hacia terrenos yermos, cosa que podría haber sucedido sin problema teniendo en cuenta lo truculentos que podrían haber sido esos minutos finales y lo bien resueltos que realmente están.
Completan un trabajo más que interesante la interpretación de un Lluís Soler al que, por envergadura y características físicas el papel le venía de maravilla, pero a ratos parece no encajar ese acento pese a salir airoso sin demasiados problemas, al que acompaña la pequeña y cumplidora Claudia Silva y que define en cierto modo con un aire ‹western› para culminar un mix de géneros (es inevitable realizar conexiones también con el cine de mafias) que nos deja a un cineasta de futuro al que habrá que seguir de cerca de ahora en adelante.
Larga vida a la nueva carne.