El futuro iba a ser algo maravilloso, una fiesta, vaya. El PSOE acaba de ganar las elecciones que daban casi por finalizado la Transición española y la sociedad reposaba por fin en una incipiente democracia representativa.
Ahora que la casa se cae y todas las habitaciones parecen llenas de grietas cada vez más pronunciadas, toca volver la mirada atrás a un momento que hasta ahora, solía ser visto por el cine español como uno de los momentos cumbre y más gratificantes, a ese espacio de tiempo lleno de incertidumbre que se salió de manera airosa tras un último grito desesperado del oscurantismo patrio en aquella intentona golpista que antecedió a las elecciones generales que ganó Felipe Gonzalez.
Pero ya no lo vemos con cariño ni con nostalgia, las generaciones que no lo vivimos lo vemos con cinismo y actitud crítica. Tal vez el resultado fuera un salto importante que rompía (al menos en apariencia, no llamaría a la Transición una ruptura ni de lejos) con la etapa anterior. La casa se va a la mierda y algunos de los males que afectan al inmueble fueron creados o tapados con parches en esa época.
El futuro reúne a un grupo de amigos que tras la victoria socialista se encuentran en una casa para organizar una fiesta. Era la generación que lo iba a cambiar todo y hoy en día se les mira con cierto desdén o incluso desprecio. El futuro es ya sólo algo del pasado.
Como si se tratará de un film de metraje encontrado, lleno de cortes y sin escuchar apenas en determinados momentos las conversaciones de los personajes, se nos presenta esta arriesgada obra en cuanto a la forma y el fondo. Si bien el fondo trata de lo anteriormente mencionado, sus formas pueden espantar a más de uno. Así, tenemos varios momentos de una fiesta ochentera donde las drogas, el sexo, los cigarrillos y la música parecen ocupar todo el tiempo el metraje de la cinta, donde sólo en determinadas ocasiones escuchamos de manera comprensible los diálogos, por lo demás banales, aunque nos situen en un tiempo y en un marco muy concreto. Una de las pocas conversaciones tangibles gira entorno a la figura de ETA que, no estaría mal recordar, aún no era mal vista por buena parte de la sociedad española, como se deja claro en dicha escena.
Lo cierto es que captura de manera abrumadora el espíritu de dicha fiesta que, por ende, pasa a ser el sentir general de los jóvenes de principio de los ochenta, desde la música, de vital importancia, hasta la decoración o el vestuario. Pero donde mayor riesgo toma la película es en la cámara, su mirada y su tratamiento, con cortes, desenfoques, perdida de calidad y saltos de escena donde parece no sucede más que lo que acontece en una fiesta que acaba desmadrándose. Lo dicho, se juega a que el material es filmado por alguno de los propios asistentes, así que no hay lugar ni para la épica ni para un tratamiento más habitual en cuanto al desarrollo o el guión.
Entre copas, cigarros, alguna pastilla de más y muchas ganas de pasarlo bien discurre la velada. Eran el futuro. Un futuro que nació muerto, por mucho que durante años hubo que tragar la versión oficial sobre las increíbles maravillas que dicho futuro traía. Desde luego el pasado era ya lejano y prácticamente olvidado, aunque la peli nos recuerda en forma de fotomontaje una mínima explicación de donde venía dicha generación. Pero nada, el futuro eran ellos..
Ahora toca destruir ese futuro y crear otro. No será esplendoroso, pero al menos podremos hacerlo mejor. Difícil no parece.