El film canadiense El escándalo Norbourg, estrenado en 2022, presenta la historia, basada en hechos reales, del caso que en 2005 protagonizó el grupo financiero Norbourg. Un relato que nos muestra el ascenso y la caída de una empresa que desarrollaba todo tipo de prácticas irregulares, en lo que fue una huida hacia adelante que no sólo acabó con la compañía, sino también con los ahorros de miles de familias canadienses.
El escándalo Norbourg (o simplemente Norbourg, en su título original) toma desde un primer momento la opción de la sobriedad como principal apuesta estética, argumental e interpretativa. Se trata de una película que cuenta una historia que podría hacer derivar la narración a todo tipo de excesos, pero el director Maxime Giroux, en su cuarto film (y primera en la que no interviene en el guion), y el guionista Simon Lavoie, esquivan en una decisión poco predecible, que aunque pueda suscitar dudas en el arranque de una propuesta que se arriesga a deambular por territorios demasiado gélidos, finalmente termina alcanzando el tono adecuado que te acaba envolviendo en una trama que se sigue con atención y creciente interés.
La película mantiene una grisura estética en un permanente ejercicio de contención, con una descripción pseudo notarial de los hechos y haciendo girar el eje de la trama en la relación entre dos personajes. Estos están encarnados por los actores Francois Arnaud, como presidente de la empresa, y Vincent-Guillaume Otis, un sombrío auditor, inicialmente encargado de supervisar las actuaciones de Norbourg y quien, tras ofrecerse, acabará consiguiendo ser vicepresidente de la misma, deslumbrado por el dinero que puede llegar a ganar en ese sector. Ambos, muy contenidos y con un premeditado perfil bajo y naturalista en sus interpretaciones, resultan creíbles en su relación, pese a que no encuentren un gran trasfondo a través del que desarrollar su personalidad y no se manifiesten las motivaciones que les han movido a buscar la posición en la que se encuentran.
Parece como si los responsables de Norbourg, después de haber visto El lobo de Wall Street (2013), hubieran decidido que iban a contar una historia parecida, pero que lo iban a hacer con una forma y fondo radicalmente opuestos al de Scorsese. Aunque tampoco sin llegar a embarcarse en la búsqueda filosófica del fondo del problema como aspiraron a hacer otras obras como Margin Call (2011). Esta película se ciñe a una historia muy local y además lo hace de una forma que me lleva a reflexionar sobre cómo es perfectamente posible alcanzar resultados satisfactorios desde opciones narrativas y estéticas radicalmente encontradas.
Y es que este film no deja de ser heredero de una cierta seña de identidad que uno se encuentra al ver cine canadiense, que en mi opinión, en buena parte de sus producciones, ocupa un lugar intermedio entre el cine norteamericano hollywoodiense y el europeo de autor, aunque es más habitual ver una mayor querencia por este último.
No obstante, también podemos encontrar algunas debilidades en esta cinta. Tal vez desde una mirada más amplia en torno a las víctimas de la estafa, apenas representadas mínimamente por un abuelo que gestiona la herencia de su nieta huérfana (un cliché facilón e irrelevante en el desarrollo del film), las implicaciones familiares y personales que tendrían que provocar en los protagonistas la insoportable tensión de una huida hacia delante que sólo puede acabar mal, y las repercusiones en un entorno familiar muy soslayado. Además, también cabría señalar que algunas de las transiciones que hacen avanzar la historia no siempre están del todo bien hilvanadas.
Pero en cualquier caso, la cinta acaba absorbiendo a un espectador que, sin recibir ninguna sacudida en forma de momentos explosivos o de alta tensión, pero a cambio sí infinidad de pequeños detalles, se ve atrapado en una historia de tono medio, pero constante, que acaba intrigando y entreteniendo.
Una obra correcta, sólida y muy interesante. Un film que se detiene en el ámbito de los desmanes financieros acaecidos en los últimos años (un tema recurrente en el panorama cinematográfico reciente) con personalidad propia, sin mucho ruido, pero con notables resultados. Un contrapunto sosegado y austero, pero con un fondo apasionante y demoledor, que recomiendo ver.