El emperador del Norte fue, con permiso de la injustamente olvidada Destino fatal, la última gran película de uno de los directores más personales del cine americano de la segunda mitad de siglo XX: el maestro Robert Aldrich. Director de extremada garra y estilo inconfundible, Aldrich fue un autor, mal que le pese a los ultras del cine gafapasta incapaces de admitir el carácter de autor de cineastas que forjaron su carrera en los grandes estudios de Hollywood. Su cine de enorme fuerza visual, espacios abiertos y violencia extrema es un canto a la derrota y a la épica del perdedor a través de la decencia de unos personajes principales que suelen enfrentarse a situaciones adversas y que no dudarán en poner en juego sus vidas para no perder su dignidad y honor.
Ambientada en 1933, en plena Gran Depresión, El emperador del Norte es un retrato de la miseria que asoló Estados Unidos tras el crack del 29. Retrata la vida del ejército de olvidados que provocó la depresión de los años 30 por los excesos financieros que otros indujeron. Injustas víctimas que tratan de seguir adelante con sus sueños y esperanzas viajando en los vagones de los trenes de mercancías. Como relata la magnífica canción que abre la película : «Un hombre hará cosas que no puede hacer un tren. Un hombre sin fuerzas a diferencia del tren puede seguir adelante mientras tenga un sueño».
Existe un tren vetado para el colectivo de perdedores: el número 19, el cual es dirigido dictatorialmente por Shack (Ernest Borgnine), un jefe de ferrocarril que odia a los vagabundos, extremadamente violento, despiadado y sádico que no duda en matar a golpes de martillo a cualquiera que trate colarse en los vagones bajo su supervisión. Shack tiene su antagonista en el vagabundo llamado El número 1, un veterano y solitario personaje interpretado por el legendario Lee Marvin que representa la generosidad de los desterrados frente a la violencia de los poderosos. A estos dos personajes se les cruza el de la juventud codiciosa, fanfarrona y aprovechada que representa el personaje de Cigaret, interpretado por un joven Keith Carradine, individuo que desprecia la experiencia de Número 1 y que tratará de quitarle, con la impaciencia que caracteriza la juventud, el puesto de mito de los vagabundos.
El número 1 conseguirá colarse en el tren nº 19 seguido de su aprendiz Cigaret. Número 1, al que no le gusta inicialmente la compañía del novato consigue escapar del control de Shack incendiando el vagón que les da cobijo, siendo Cigaret capturado en la refriega por los jefes de estación. Mancillado en su honor Shack jurará que ningún vagabundo volverá a colarse en su tren.
Número 1 ejercerá su papel de Emperador del Norte afirmando ante un grupo de vagabundos su hazaña. Las dudas de uno de ellos al afirmar que el verdadero héroe es Cigaret, ya que fue capturado por los guardias, hace que Número 1 apueste que conseguirá llegar a Portland subido en el tren nº 19, reto del que ningún vagabundo salió vivo anteriormente. Este desafío a Schack se plasmará en una inscripción en la bomba de agua de la estación donde se encuentra descansando el ferrocarril. En un descuido de los jefes de estación Cigaret conseguirá escapar, convirtiéndose en el tercer personaje en discordia en el duelo.
A partir de este momento la película se convertirá en un juego del ratón y el gato entre los dos vagabundos y Shack, que no dudará en poner en peligro la seguridad del tren que regenta con tal de conseguir su objetivo de evitar que el Número 1 se cuele en sus vagones. El Número 1 tornará en un espectro que aparece y desaparece entre la niebla tratando de burlar las inspecciones de los vigilantes ferroviarios y acabará viendo en Cigaret su posible heredero como Emperador del Norte. Sin embargo el carácter individualista y mezquino de Cigaret impedirá que las lecciones aprendidas le sirvan de provecho al carecer de los sentimientos necesarios para ejercer el mando de Rey de los Mendigos.
La película finaliza con un violento duelo de hachas y cadenas de acero, con pinceladas gore, entre dos de las mayores bestias pardas que han pasado por las pantallas de cine: Marvin y Borgnine. Dos auténticos clásicos que ya compartieron escenas en las prodigiosas Conspiración de silencio, Sábado trágico y Doce del patíbulo (también bajo la batuta de Aldrich).
Muy entretenida, la cinta posee una fotografía en continuo movimiento beneficiada por unos espléndidos planos ferroviarios. Contiene una violencia física y psicológica sin concesiones a la galería y es llamativa la casi total ausencia de mujeres en su reparto, únicamente representadas por una joven afeitándose la axila en un tren y una pequeña aparición de una seguidora de una iglesia bautista. A destacar las escenas en la parte superior e inferior de los trenes, sobresaliendo la genial secuencia en la que Shack trata de golpear con la ayuda de una barra de hierro sujeta a un hilo a los personajes de Marvin y Carradine que se encuentran anclados en los bajos del tren.
Catalogada como una cinta de acción y aventuras, El emperador del Norte es mucho más que eso. Es el fresco de una época que desgraciadamente parece volver a repetirse. Comparte con cintas como Al servicio de las damas, Danzad danzad malditos, Las uvas de la ira, o El tren de Bertha, una exaltación a la libertad y dignidad de los marginados del sistema frente a la avaricia y deshumanización de los culpables de la situación de éstos últimos: los prepotentes y poderosos. Igualmente conectada con El espantapájaros al ser un estudio de las relaciones de amistad entre dos personajes nómadas de personalidades chocantes y con el western clásico por la tradicional historia de aprendizaje maestro y alumno, típica de películas como Cazador de Forajidos, El día de la ira, Dos hombres contra el Oeste, El hombre de las pistolas de oro o Busca tu refugio.
Poseedora de una inteligente carga moral, Aldrich presenta, con el disfraz de película de aventuras y violencia una crítica al individualismo, la hipocresía y ruindad de ciertos hombres. Hábitos indecentes que impiden las relaciones humanas en plenitud y que acabarán chocando con el humanismo y nobleza de los perdedores del sistema. Actitud ésta de honestidad y honradez que les hará ser los ganadores morales del duelo analizado por Robert Aldrich en esta obra maestra del cine.
Todo modo de amor al cine.
Lee Marvin y Ernest Borgnine son uno de los dúos héroe / villano más grotescos en aparecer en pantalla. Un ritmo rápido, paisaje descomunal y mucho que aprender sobre la naturaleza humana. Los 70 fueron magníficos!
Y que lo digas. Los 70 cambiaron la forma de hacer cine y por tanto su historia. Esta película me encanta. Bajo la máscara de cine de acción y aventuras se esconde una película profunda que describe a la perfección las principales virtudes y defectos de la naturaleza humana de forma entretenida y enérgica. Vaya dos actorazos. Feos, brutos y carentes de método Stanislavski, pero que transmiten una emoción como el más académico. El duelo final es antológico. Aldrich para mí es uno de los mejores directores de la historia y hay que reivindicarle más, no solo con Baby Jane y Canción de cuna para un cadáver. Un abrazo!