¿Es Eva una heroína?
La actriz Veerle Baetens atraviesa esa fina barrera entre la actuación y la dirección en un primer trabajo que nace como un encargo y que a lo largo de los años ha intentado hacer suyo. Siendo ajenos al verdadero objetivo de la novela de Lize Spit (que también consta como una primera vez), El deshielo trata el silencio de una mujer adulta a través del recuerdo que evoca su misma imagen en ese momento en el que se rompen los lazos con la niñez y una ya desgastada inocencia. De ahí esa duda, ¿es capaz Baetens de ver a Eva como una heroína en el drama que reconstruye a dos tiempos?
De la esquiva y taciturna Eva del presente vamos puntualmente visitando su libre y alegre versión de apenas trece años para desentramar un porqué de su forma de ser y de relacionarse con su entorno más cercano en un relato donde, sin dejar de lado la cercanía, parece que se intenta ser concreto, certero, aunque en ocasiones fracase en ese intento. Como avezada alumna de Felix Van Groeningen, la actriz trata este drama desde su vertiente más oscura irradiando toda la claridad que un verano de principios de los años 2000 puede aportar. Alabama Monroe parece una guía que seguir en El deshielo, donde un charco de agua parece un tema recurrente con el que hilar los acontecimientos del pasado y el presente. Para ello se ayuda de las opuestas interpretaciones de las dos protagonistas (la Eva adolescente y la Eva adulta), dos mujeres sin apenas nada en común y que conectan en un crudo y consecuente final. La película se detiene con cierto mimo en el verano adolescente en un intento de aportar un mensaje final en su película, dictaminando ese momento en el que las ansias por encajar se diluyen al encontrar solo muros inquebrantables a su alrededor. Lo que podría resultar en un thriller por los términos en los que todo sucede, se queda en un drama donde la intención de provocar una reacción de sorpresa y sobrecogimiento en el espectador queda desprovista de motivación por jugar con una belleza confundida con el respeto por sus personajes. Toda la fuerza que emplea en solidificar la evolución de Eva se disipa cuando se fija en el resto de personas que interactúan con ella, al no saber o no encontrar el espacio suficiente para profundizar en su relación, dejando muchos frentes abiertos, apenas apuntes a pie de página para subjetivar la rabia del presente que merecían algo más de atención.
Pero tampoco se podría acusar a El deshielo de falta de personalidad, la directora se aferra a la crudeza que tan bien se maneja en el cine belga e intenta seguir el ritmo de sus coetáneos en busca de un nuevo significado a la hora de hablar de dramas. Es evidente el interés que tiene la directora en mostrar otro perfil, otorgar una evolución a esa imagen de víctima y verdugo que parece simplificar siempre las historias, demostrando que no todo tiene que focalizarse en esa inventiva de superación, de positivismo y evolución, y aunque en la película quede subrayado el mensaje, aunque seamos capaces de entenderlo desde sus primeros estertores sin necesidad de esperar a ningún giro final, en ocasiones parece querer edulcorar los acontecimientos con ciertos recursos visuales que desvían la atención de lo verdaderamente importante, consiguiendo que quede dispersa esa fuerza que prometen algunos de los eventos. Pese a los golpes de efecto, el trasfondo no deja de ser interesante, y realmente su última escena parece consecuente con ese cuento de terror sobre la adolescencia, el despertar, la soledad y el silencio.