Enrico Mattei fue un importantísimo industrial italiano con unas relevantes intermediaciones políticas, protagonizando uno de los últimos auges económicos de la historia del país transalpino como un hombre de aspiraciones políticas de claras tendencias a la izquierda. Sería en la industria del petróleo donde se aguardarían sus mayores relevancias políticas, promulgando la impulsión de ciertas perforaciones petrolíferas de gran calado económico para el país. Fue presidente de la llamada ENI (Ente Nazionale de Idrocarburi) y sería la política económica direccionada hacia la protección del Estado una de sus más meritorias y recordadas posturas. Su fallecimiento se fecha el 27 de Octubre de 1962, víctima de un accidente aéreo sumiso a una conspiranoia que defiende el hecho como un asesinato en la sombra. A día de hoy la muerte de Mattei es uno de esos casos ocultos de la historia moderna italiana, donde no son pocos los que creen a ciencia cierta el homicidio intencionado ante un hombre que venía cambiando la política italiana a través de su más marcada ideología.
Es precisamente con este funesto hecho como se inicia El Caso Mattei, un docudrama dirigido por Francesco Rosi, realizador que nos dejaba hace unos pocos meses. Dentro del cine denuncia italiano, emergido en plena década de los 70 y con unas claras posturas de recreación de una sociedad conmovida, dañada y convulsionada, el film que nos ocupa viene a representar y vanagloriar esa cinematografía de investigación que acabaría etiquetando mayoritariamente a su director, un Rosi que ya venía de ejemplificar en pantalla unas duras recreaciones de la política imbuida por la mafia y el crimen, como sus previas obras Salvatore Giuliano (biografía del histórico independentista) o su avalada Las manos sobre la ciudad, con un inconmensurable Rod Steiger. El Caso Mattei, que ganaría ex aequo la palma de oro del Festival de Cannes, parte desde la óptica de ser un hecho histórico que parece esclarecido para todos los puntos de vista excepto para la más importante de las miradas, la versada por la siempre dudosa versión oficial. Rosi se enfrentaba, cuanto menos, con una postura política de atrevida posición, con un incierto esclarecimiento que amplificaba aún más sus comprometidas maneras de dramatizar una posición política en celuloide.
Aunque a las alturas de ese año 1972 la predisposición y correspondiente valía de Rosi con el cine político ya había quedado más que comprobada, El Caso Mattei revela unas maneras dentro de la figura del cineasta por las cuales sería eternamente recordado: ese cine de indagación, proclive a la investigación y que en este film se prodiga en base al docudrama, esa conjunción de dimensiones genéricas que permite relatar un fidedigno retrato del “ingeniero” Enrico Mattei desde la descripción propia de la postura del personaje a varios niveles (sus tendencias y propensiones político-empresariales son expuestas con excesiva claridad) hasta un punto de recreación de memoria histórica del país. En este paisaje la película relata el cómo Mattei se convirtió en una figura emergente y poderosa, ligada a las devociones y odios que atraían su marcado socialismo.
En la película confluyen de manera paralela documental y ficción, diatriba en el que la dramatización puramente cinematográfica de los entresijos industriales de Mattei (amparados en una prodigiosa interpretación de Gian María Volonté) sirven de apoyo a la dimensión más recordada del film, la construida en base a la investigación, la documentación y el análisis concienzudo apoyado esto en todo tipo de artimañas dramáticas, tanto del peso de Mattei como de sus repercusiones en la nación italiana. El retrato del político es cercano hasta el punto de mostrar unas posibles razones a las filias y fobias que despertaba entre el propio populacho del país; desde sus más que inteligentes maniobras petrolíferas que elevaron a cotas increíbles la economía italiana hasta otras decisiones de dudosa idoneidad que marcaron una incierta capacidad para el poder.
Rosi crea en El Caso Mattei una narración ágil y eficiente, con un claro manejo y soltura que apuesta por la unidad en su premisa heterogénea de abarcar la dimensión de dos estilos primariamente opuestos, que aquí confluyen con un claro mensaje: la descripción y detalle del ejercicio de poder de un hombre, amparado en la disección de su escenario histórico, político y social. Una atrevida invectiva en la que el director acabaría por proclamarse su principal valedor, en un cine comprometido con la veracidad de su recreación, aquí dominada por el admirable acto de la averiguación.