De tarde en tarde y con cuentagotas, la plataforma Netflix nos presenta un producto ajeno a algoritmos y de cierta ambición artística, en un afán por dignificar algo su extensísimo catálogo. El ángel de la muerte (The Good Nurse, 2022) sería un buen ejemplo de esto. Se trata de una película que, más allá de su calidad, sí que parece hacer una propuesta algo a contracorriente de la superpoblada ficción habitual de algunas plataformas, copadas en su mayoría por películas de superhéroes, acción o comedias románticas para adolescentes.
El film, aparentemente, trata el caso real de un enfermero que a lo largo de los años, asesinó a cientos de pacientes de diferentes hospitales de EEUU. Digo aparentemente porque, en verdad, el film lo que hace es fijar su mirada en el personaje de una enfermera, de su dedicación, su situación personal y familiar y su lucha por sacar adelante a sus hijas y a sí misma.
El danés Tobias Lindholm, director de esta película, tenía en su haber tres solventes largometrajes, R (2010), Secuestro (2012) y A War (2015), y en los últimos años ha estado inmerso en la ficción televisiva, donde ha dirigido alguno de los capítulos de la extraordinaria Mindhunter (2017) y ha sido el responsable de una joya tan interesante, como la miniserie The investigation, el caso del submarino (2020).
En esta ocasión Lindholm aborda un trabajo que podría predisponer a cualquier realizador hacia la senda del típico telefilm tenebroso, en su variante de psicópata ‹made in USA›. Pero no, la historia huye de histrionismos y lugares comunes para plantearnos una trama de cocción lenta sobre la vida de una enfermera, el peso que sobre ella ejercen su trabajo y su familia y los fallos de un sistema que casi te prohíbe enfermar. Todo ello dibujado con un fondo de atmósfera gris, triste, desasosegante y cargado de desesperanza.
En este estado de cosas, aparece un enfermero, una especie de extraño ángel para su compañera, la enfermera, pero sobre el que pronto empiezan a sobrevolar sospechas y dudas en el marco de una burocracia opaca que no busca la verdad, sino eximirse de pesos y responsabilidades.
Ciertamente, la primera mitad de la película resulta algo difícil de degustar por su tempo, su estética y la renuncia a que pasen cosas. Pero en perspectiva, resulta todo un acierto esta contextualización, que sobrepone el drama laboral y personal sobre lo que podría ser la maquiavélica acción homicida de un enfermero loco. Mediante una decisión poco habitual, en ningún momento se nos muestran sus actos, ni se nos presenta como un demonio, en una arriesgada opción narrativa que acaba siendo todo un acierto.
Es aquí donde habría que hacer notar el error garrafal del título que en castellano se le ha dado a esta cinta, y que sustrae el significado real del film. El ángel de la muerte, que así se ha presentado en España, parece querer volcar el sentido hacia el homicida, buscando evocar la historia de un asesino o de un exorcista. Nada más lejos de la realidad y nada más cerca del grosero marketing. Es la enfermera buena la protagonista, “the good nurse”.
Lo que también es evidente, es que en un planteamiento de estas características la trama debe sustentarse de manera capital en la capacidad interpretativa de los actores. Estos deben afrontar su trabajo desde la contención, pero también desde el progresivo conocimiento de una historia terrible, que se está cociendo y que les afecta directamente a ambos. Y es aquí, en las interpretaciones, donde la película raya a una altura excepcional.
Jessica Chastain lleva años demostrando que es una actriz superlativa, para mí la mejor de su generación, y la mayoría de sus proyectos son, como mínimo, estimulantes y llenos de interés, y aquí vuelve a certificarlo. Su recreación de madre y enfermera que cuida, pero que en su condición también de enferma, necesitaría a su vez ser cuidada, es una de las grandes interpretaciones de este año. Todo en ella es veraz, en una mezcla de fragilidad y firmeza que estremecen.
Por otro lado, Eddie Redmayne, en un registro poco habitual en él, muy contenido durante casi todo el film, desborda emoción y hace aflorar una ambigüedad en la parte final, en un duelo directo con Jessica Chastain, con la que protagoniza dos antológicas secuencias de diálogo entre ambos, que por sí solas justifican que la película sea vista.
Un film interesante, que huye claramente de cualquier lugar común en el tratamiento de este tipo de historias, engrandecido por una atmósfera que dota de fuerte personalidad a la película y por una actriz en estado de gracia. Una obra, que aunque de inicio pueda precisar de algo de paciencia, perseverar en su visionado nos reporta una gran recompensa en forma de emoción y estremecimiento.
No os la perdáis.