La trayectoria profesional de Eduard Cortés recuerda bastante a algunas biografías de directores de cine norteamericanos, fraguada en la televisión, donde se abre paso como realizador en series de televisión, desarrollando después otro tipo de proyectos para el mismo medio, hasta que, una década después, estrena su primer largometraje estrenado en cines, donde desde entonces se mantiene alternando trabajos para la pantalla grande y otros para la más chica, y no siempre con el mismo éxito. Entre lo más reconocido de su carrera, encontramos El payaso y el Führer, cinta de claros referentes teatrales, realizada para la televisión estrenada en el año 2007, pero cuyo interés argumental y fílmico derivó en una proyección más amplia, mucho más allá de estas fronteras, siendo aún hoy, quizás, su largometraje más logrado, junto a La vida de nadie (2002).
El payaso y el Führer se basa en el montaje teatral Uuuuh!, de Gerard Vázquez, y recrea un momento muy concreto de la vida del payaso Charlie Rivel, o Josep Andreu i Lasserre, cuya fama y aptitudes le llevaron a mantener una relación cercana con Adolf Hitler y otros miembros del partido Nazi, llegando incluso a formar parte de la propaganda de la época, al menos en su forma cómica. En cuanto al argumento, la cinta cuenta la preparación de varios números de Rivel y sus acompañantes —un agente de la Gestapo, quien tiene la idea del cumpleaños y que sueña con hacer de payaso, el compañero de fatigas del protagonista, y un cuarto participante misterioso— para realizarlos durante el festejo del cumpleaños del Führer, siendo delante y detrás de las bambalinas donde ocurre la mayor parte de la trama, cuyos escasos personajes, sumado al minimalismo general de la obra, generan bastante interés y tensiones, ante las distintas disquisiciones de cada personaje y su teatralidad oscura y bien manejada, combinándola con imágenes reales de un Berlín derruido y en ruinas en 1944, y con ciertos monólogos (en apariencia) cómicos que en la mayoría de los casos parecen querer demostrar lo contrario, que hay ciertos hechos en la vida que, de graves y tristes, no tienen ninguna gracia, ni aunque esos hechos ofrezcan excusas para reír o personas de las que reírse.
Eduard Cortés no se centra demasiado en obtener respuestas ni en crear más culpables que los que la Historia misma ha dado, ni pierde demasiado tiempo en dirimir la responsabilidad de cada personaje (y persona en la realidad) más allá de los hechos acontecidos, por así decir, pero sí que deja esa decisión en manos del propio espectador, que, si no conoce demasiado sobre la biografía de Rivel y decide investigar, se hará muchas preguntas que, en la mayoría de casos, tampoco obtendrán respuestas. A uno le puede costar creer que algunos comentarios y bromas salieran en aquella época de una sola persona, sobre todo delante de un miembro de la Gestapo y en cierto modo siendo él mismo alguien cercano al régimen, pero quién sabe si del mismo hastío bélico las cosas serían así en diferentes ámbitos, o si el autor utiliza esa vía como una especie de liberación argumental y mental que se contradijo con la triste realidad. En cualquier caso, El payaso y el Führer es una obra sólida que cuenta su pedazo de historia con una teatralidad que no le sienta nada mal al cine, ni a la televisión.