Ada recibe lecciones de moralidad de un académico racionalista, arrodillada en la penumbra. A oscuras y dubitativa, divaga sobre su fe. «Creo en Dios o eso espero» dice, como si fuese un pecado. El hecho de que Kutmanov abra la cinta con una frase del místico sufí Bayazid Bastami y esta primera escena denotan una inclinación hacia lo arcaico de las religiones monoteístas. Como veremos durante todo el cortometraje, la naturaleza adámica de Ada supone una ruptura con el mundo en el que vive, donde las leyes y los hombres se han impuesto a las de Dios y, por consiguiente, convierten a cualquier criatura espiritualmente pura en un objetivo a abatir. Es así como la chica comienza a dudar sobre sí misma y se adentra en un profundo bosque fruto de la tentación y la divagación.
En el mismo plano terrenal, ella cuida de su madre enferma, en una casa sumida en la oscuridad. No obstante la luz que no vemos es la que más alumbra, pues en el interior de ambas mujeres late la llama de la fe en contraposición directa con la oscuridad del ambiente. Tras la recreación más inocente del día a día de Ada, la preocupación por la salud de su madre la lleva a ese bosque del que hablábamos. La fragilidad de su madre anuncia su muerte inminente, creando el temor en la chiquilla que se sume en un estado de ensoñación. En el agua —elemento clave y sagrado en el cortometraje— ataviada con una túnica y con una corona de espinas en su cabeza¹, ella pasea sin rumbo aparente. Mirando a su alrededor con aire asustadizo e incrédulo hasta que se topa con su madre que la bautiza. Entrada y salida de una forma pagana de ritual espiritual para acabar recobrando la fe y aceptando la Verdad de un modo austero y bello. La luz vuelve a iluminar la oscura habitación y un texto que hace referencia a las máximas presentes en Lucas 9:24, Marcos 8:35 y Mateo 10:39 —«El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará»— se adhiere al carácter místico de la obra.
La muerte es cambio y Kutmanov lo hace visual al cambiar del blanco y negro al color al final de esta genial obra que parece recoger migajas de la esencia de Mat i syn de Aleksandr Sokúrov y A torinói ló de Béla Tarr.
[1] Ecce Homo hace referencia al capítulo 19 versículo 5 del Evangelio según San Juan, donde se produce el juicio de Jesucristo y se le coloca la corona de espinas. En el cortometraje puede que exista un doble significado entre éste, en términos cristiano-ortodoxos y el paganismo que también hace aparición en ésta escena.