No cabe duda que Gu Xiaogang demuestra en su debut un virtuosismo fotográfico y compositivo exquisito, un gusto y precisión manifiesto por los planos largos que pueden ser descriptivos, poéticos o incluso arquitectónicos. Una puesta en escena y narrativa que bien podría definirse como si Bi gan jugara a ser Jia Zhangke. ¿El propósito? Narrar un drama familiar que, al mismo tiempo da cuenta de un lugar, un pasaje, un tiempo.
Y aunque no podemos negar la elegancia de lo propuesto, tampoco podemos negar que todo en el film se queda a medio camino, en una (repetimos, bella) declaración de intenciones de aparente sencillez y modestia pero que esconde un catálogo de ambiciones estético argumentales no del todo bien resueltas.
El film juega a demasiados palos. Quiere ser preciosista, contemplativo, emotivo y, ya de paso, tener un ligero matiz de carácter social. Sin embargo, cada uno de estos conceptos acaba siendo en demasiadas ocasiones un mero artificio que, no por mucho talento mostrado en ellos, deja inconclusas las motivaciones, más allá del placer de mostrar la capacidad de llevarlas a cabo, que conducen a Xiaogang a tomar estos derroteros.
Resulta paradójico que el film tenga un metraje generoso pero que se quede, sobre todo en lo tocante a la parte social del mismo, en una superficialidad tendente a la gentileza. Si acaso se echa de menos una mayor capacidad de síntesis y de punch en lo emotivo. Hay una distancia tan respetuosa que roza la frialdad. Es cierto que se agradece no caer en la explotación miserabilista de la temática pero eso no es óbice para reclamar mayor capacidad de penetración, de poner, por así decirlo, el dedo en la llaga de la historia.
De esta manera Dwelling in the Fuchun Mountains acaba por adolecer de lo peor que le puede pasar a un film de estas características: el amodorramiento. La cinta da la impresión en muchos momentos de no querer arrancar en ninguna de las direcciones que propone o ahondar en los conflictos y/o relaciones sugeridas. En lugar de ello, prefiere estar encantada de haberse conocido reclamando, además, la implicación aprobatoria del espectador, como si no quisiera que la sintiéramos, sino más bien contempláramos como podríamos hacerlo con el cuadro que da inspiración al film.
Así pues, estamos ante un film remarcable en cuanto a habilidades formales se refiere y más teniendo en cuenta que es una ópera prima. Sin embargo, cabe insistir en que Xiaogang parece, a tenor del resultado, un alumno aventajado en cuanto a dominio de la técnica pero exento de la pasión necesaria para insuflar vida a su producto. Es por ello que Dwelling in the Fuchun Mountains se antoja como una propuesta tan ambiciosa como de una obviedad casi hiriente. Un película bonita, sí, pero absolutamente inofensiva en su descripción social e inane en apego emocional a sus protagonistas. Casi un ejercicio de pura narrativa por encima de la trama, o lo que es lo mismo, un mal inicio del director en cuanto a tener eso que llamamos ataque de autoritis,