No cabe duda de que lo que propone Dual podría haber sido muy interesante. Y ponemos el condicional porque, a pesar de los temas propuestos da la sensación de que la película sufre, en consonancia con su título, una dualidad que no la beneficia en absoluto. Por un lado la idea del clon problemático, de la ética del asunto y de las implicaciones en juego si esta especie de ‹doppelgänger› real toma conciencia y decide no solo vivir su (tú) vida sino robar y readaptar parte de la tuya. Por otro está el tema de la resolución vía espectáculo en un duelo mortal. Una idea interesante que, a su vez parece suplantar el planteamiento inicial.
En este sentido es cierto que podríamos estar ante un film dual, casi caníbal, donde una parte del foco argumental devora, por así decirlo, al otro. Y no es que la susodicha parte del entreno no funcione, de hecho conecta con un cierto humor socarrón como el ya mostrado en la anterior película de Riley Stearns, La mejor defensa es un ataque (The Art of Self Defense, 2019). Sin embargo, da la sensación de que sea una vía de escape fácil en el sentido de que huye de una reflexión más profunda sobre la ética de la clonación y el dilema filosófico de enfrentarse a otra versión de ti mismo. De hecho, incluso por lo que respecta al aspecto de la violencia ni tan siquiera hay un planteamiento al respecto, sino que dentro del contexto de la distopía propuesta se da por hecho, aceptado y no discutido.
En este sentido la puesta en escena fría, incluso un tanto desolada, funciona perfectamente como futuro en cierto modo deshumanizado, robótico. Este punto de pausa es el que quizás invita precisamente a lo que el film finalmente adolece, de una pizca de reflexión. No se trata de convertir a Dual en un manual filosófico, críptico e intelectualizado, de hecho su deriva humorística e incluso de absurdidad paradójica casan perfectamente. No obstante, Riley Stearns parece empeñado en no querer ir más allá y dedicarse más a lo que sería la comedia negra, por así decirlo, que a la ‹sci-fi› más reflexiva. De esta manera, y a pesar de la oportunidad que le confiere su atmósfera, da la sensación de que todo queda sujeto al capricho del espectador, de una cuestión más de conexión que de verdadero interés en lo que sucede y/o se plantea.
De todas maneras, es innegable que Dual ofrece momentos tan pesadillescos como también hilarantes. Un film cuya mejor baza es que, de alguna manera, sí consigue capturar, a pesar de su marco ficticio, diferentes aspectos de la condición humana. Lástima que, como habíamos comentado, esto quede como un apunte, una nota a pie de página como respuesta a la pregunta fundamental que flota en el ambiente. ¿Qué nos hace humanos? Quizás sencillamente sea justo lo que la película ofrece, dualidad, buenas intenciones y una colección de flaquezas que la alejan de la perfección pero que, paradójicamente la hacen más accesible, más tierna y ácida. O sea, en definitiva, más humana.